Las múltiples pantallas, los límites, y el uso de la tecnología son algunos de los temas que madres y padres se plantean en relación con la crianza de los hijos. La escritora Laura Gutman vino a Rosario a promover un debate sobre estos dilemas actuales, bajo el título: “La tecnología: ¿depredatoria de los vínculos o herramienta eficaz? ¿Cuánto interfiere o modifica relaciones afectivas entre adultos y niños”. También presentará su libro “Una civilización niñocéntrica. Cómo una crienza amorosa puede salvar a la humanidad”. La cita será este viernes, a las 19.30, en el teatro Mateo Booz, San Lorenzo 2243.
“Lo más difícil no es poner límites, sino que nosotros como adultos ampliemos nuestra mirada, ya que todos tenemos una idea u opinión sobre cómo se hacen las cosas, basada en nuestras propias experiencias que no necesariamente han sido muy felices”, explicó Gutman, en el programa de 12 a 14 (El Tres), y puso el foco en las niñas y en los niños; no tanto en los adultos que marcan jerarquías y plantean la relación con sus hijos en términos de pérdida y ganancia.
“Lo difícil es entender que cada niño que nace es perfecto. Nacemos amorosos, nacemos blandos, tiernos, muy dependientes de los cuidados maternos, porque no podemos resolver nada por nuestros propios medios. De hecho, somos la especie de mamíferos que nace más prematura. Por eso, necesitamos que alguien nos colme, nos satisfaga, nos comprenda, nos sienta y nos facilite la vida. Es muy lenta la evolución del ser humano y depende de la capacidad del adulto que lo cría. Si el adulto siente al niño, lo comprende y si lo comprende, va a saber cómo satisfacerlo”, sostiene la investigadora, y agrega: “Por eso, yo planteo que deberíamos volver a una sociedad niñocéntrica, es decir, centrada en las necesidades del niño, porque todos los niños nacen en alineación con su ser esencial, con su bondad, con su capacidad de amar y con su bienestar”.
Gutman invita a los adultos a conectar con el niño o niña que han sido y afirma: “Los adultos que hemos pasado infancias muy difíciles –probablemente mucho más dolorosas de lo que tenemos registro– ya hemos desaprendido qué es el amor, el bienestar, el vínculo amoroso, la ternura y la compasión por el otro. Pero cuando tenemos niños pequeños, tenemos la posibilidad de volver, de reparar el niño que hemos sido y enterarnos de qué madera estamos hechos. Porque todos tenemos dentro mucho más amor y capacidades altruistas que no hemos desplegado, como consecuencia de la infancia sufriente que hemos vivido”.
En ese sentido, remarca: “Si lográramos volver a una sociedad niñocéntrica, podríamos tener niños más tranquilos, seguros de sí mismos, que saben que siempre tendrán compañía y comprensión, y luego, espontáneamente solidarios”.
En relación con el uso de pantallas y aparatos tecnológicos, advierte: “No está mal que le demos al niño un celular cuando lo llevamos a un restorán para que nos deje comer y conversar tranquilos, pero sepamos que el restorán no es un lugar para el niño, es un lugar donde sabemos que se va a aburrir y le estamos pidiendo que se adapte”.
“Los seres humanos –insiste– somos exploradores y el niño lo va aprendiendo con su propia experiencia. No hacen falta muchos “no” para que comprenda, sino sentir junto con él, tomarnos el tiempo necesario para sentir junto con él. El berrinche aparece cuando niñas y niños no se sienten comprendidos y cuidados.