Hurgar entre secretos para develarlos. No pactar con ellos como si fueran fantasmas que inmovilizan a sus testigos. Así transita la periodista Miriam Lewin con gran parte de su obra. Ir detrás de secretos horribles de las historias que muchas veces merodean su propia vida. Sudamericana acaba de publicar su séptimo libro. Periodista y sobreviviente como prisionera de la Esma, Lewin pone en juego su dedicación, en este caso nuevamente con Horacio Lutzky, por develar una historia trágica sepultada en el olvido del tiempo y el temor de sus protagonistas. Dina y Natan es una novela basada en una historia real. Una joven mujer yugoslava y su hijo huyendo del holocausto nazi llegan a la Argentina y se insertan como espías en una comunidad nazi que vivía en Vicente López. Eso pasó en nuestro país en los tiempos posteriores a la segunda guerra mundial. El espanto en otras de sus formas

– ¿Qué te pasó cuando te enteraste de la historia que contás en el libro? Una mujer judía que huía del Holocausto involucrada (después de la guerra) con los militares nazis que vivían en Argentina, para espiarlos y develar esa información.

– Cuando conocimos la historia de Natán, que es una persona real, aunque el nombre es ficticio, cuando se nos presentó a Horacio Lutzky y a mí, fue llamativa, era singular, pero no distaba mucho de otras miles de historias de sobrevivientes del Holocausto. Familias separadas, de secretos, de silencios, de sospechas, de traiciones, de reencuentros, de redenciones. Pero esta tenía una particularidad.

– ¿Cuál es esa particularidad?

– Esta es una historia de espionaje que sucede aquí, a las puertas de Buenos Aires, en el partido de Vicente López, más concretamente en el barrio de Florida, donde se cruzaban en sus veredas y en sus chalets, criminales de guerra como Eichmann y Mengele. Y en el medio, Dina y Natán, una madre y un hijo que habían sido separados por la guerra. Natán había vivido en Palestina y en Israel, viene a Buenos Aires a reencontrarse con su madre y la encuentra, viuda porque su padre había sido asesinado en un campo de concentración, casada con un nazi. A partir de ahí, Natán, que obviamente no se identifica en la comunidad alemana como judío, (ella tampoco), empieza a pasar información a un servicio de inteligencia. Para Natán su madre es una traidora: una mujer bella y joven que agasaja a los criminales de guerra, que se relaciona con ellos, que les sonríe, él no lo puede soportar, pero a la vez entra en el juego, y bueno, no les voy a espoilear más, pero la historia es fascinante.

– ¿Qué le encontraste de atractivo a la historia para novelarla?

– El atractivo es que sucedió acá, y tiene una enorme cantidad de datos precisos sobre la Argentina de entonces. Tiene algunas licencias literarias, pero está basada en una historia real. Dina existió, Natán existió, y bueno, ambos atravesaron la guerra, llegaron aquí y se instalaron en el corazón de la colectividad nazi, alemana, pronazi. Acá hubo varios criminales de guerra, incluso a los ojos de los nazis hubo varios héroes de guerra, viviendo aquí en las afueras de Buenos Aires.

– Natán, que fue quien develó a ustedes esta historia ¿existe hoy? ¿está vivo?

– No. Murió hace poco. Nosotros, Horacio Lutsky y yo, empezamos a frecuentarlo en el chalet donde se desarrolla la historia, en el barrio de Vicente López, en Florida, a tomar el café con él, después en el seno de otro departamento donde también nos frecuentamos, donde vimos sus fotografías, donde leímos sus documentos, donde tuvimos larguísimas charlas, que son el esqueleto y el corazón de esta novela. Finalmente, su salud se deterioró rápidamente y falleció hace un par de meses. La verdad es que nos sorprendió porque era una persona absolutamente lúcida, tenía una memoria prodigiosa. Fue uno de esos casos en los que la muerte se precipitó de manera inesperada.

– ¿Pudo ver el libro? ¿Pudo leer algo de lo que ustedes hacían?

– Lamentablemente no. Solamente pasajes. Había sido muy firme en solicitarnos que cambiáramos su nombre real. Él vivía atemorizado. En ese momento su temor me parecía absolutamente ilógico. Él decía, no quiero salir corriendo por los techos a mi avanzada edad, cuando se enteren ellos de lo que yo hice. Ahora con el resurgimiento del nazismo, pienso que no estaba tan errado.

–¿Cómo ves el resurgimiento del nazismo?

- Bueno, eso es lamentable, pero no creo que tenga que ver solamente con lo que sucedió en aquellos años. Hay que decir que, así como una buena cantidad de criminales de guerra nazi se instalaron en la Argentina, también se instalaron muchos sobrevivientes de la Shoah (holocausto). En la Argentina siempre hubo una suerte de antisemitismo de baja intensidad. Ahora está fogoneado por lo que está sucediendo en Medio Oriente. El ataque brutal de Hamas en 2023 y la brutal respuesta del Gobierno de Israel. Esperemos que se esté llegando a una solución, porque hubo muchísimo derramamiento de sangre y atroces crímenes de guerra. 

–Los asesinados por Hamas eran parte de una comunidad judía que creía y declamaba por la paz…

– Claro. Ayer estaba hablando con una socióloga que vive en Tel Aviv y me decía eso. Que una muy buena parte de quienes fueron asesinados por Hamas, paradójicamente eran personas que le tendían una mano a los palestinos, que los consideraban iguales, que les garantizaban tratamiento médico y que trabajaban con ellos.  Paradójicamente quienes más a favor de la paz estaban fueron los asesinados por Hamas. Hay todo un movimiento en Israel que demanda reparaciones como la que hubo en la Argentina. Que el gobierno israelí, el Ministerio de Defensa israelí, les pida perdón a los sobrevivientes, a los familiares de los secuestrados por Hamas. Con esto quiero decir que hay una inmensa diversidad en el judaísmo.

– Milei dijo que iba a convertirse al judaísmo ¿Crees que lo va a hacer? 

–Para mí es otra estafa. Es un judaísmo performático, cosmético.  Porque la esencia del judaísmo es otra, con caridad y solidaridad. No en vano un enorme, desproporcionado porcentaje de desaparecidos y desaparecidas eran judías. Éramos judíos.  Porque fuimos educados con la idea de que no se puede ser feliz si el prójimo sufre. Vengo de una familia vinculada a la izquierda, mi padre en pleno setenta me compraba textos anarquistas, del verdadero anarquismo.  No del anarquismo de Milei. 

– ¿Cuándo pensás que la comunidad judía va a dejar de ser perseguida, o dejar de sentirse perseguidos?

–Bueno, mira, aquí nosotros en la época de los zares había antisemitismo. Eso inspiró “Los Protocolos de los Sabios de Sion”, que inspiró a su vez el “Plan Andinia”, que dice que los judíos nos queremos quedar con la Patagonia. El otro día circulaba una versión de un reputado corresponsal de guerra, decía que, en Chile, en Torres del Paine, en la Patagonia, “un israelí había incendiado bosques”. El resurgimiento de las fábulas antisemitas que circulaban en aquellos años ha regresado.

– ¿Cuándo acabará todo este delirio?

– Ayudaría bastante que hubiera en Israel un gobierno democrático. Un gobierno que propusiera e impulsara la coexistencia de dos estados. Eso ayudaría muchísimo a que todo el autoritarismo que conlleva el antisemitismo dejara de tener sustento.

–¿Qué te pasa a vos, con tu historia y compromiso de mujer judía, cuando ves a un joven argentino agitando una bandera palestina. 

–Mirá, recuerdo que cuando era adolescente y mi papá me escuchaba opinar sobre la cuestión de Medio Oriente, me decía que se confrontan dos nacionalismos y sobre eso no se puede tomar partido. Los dos tienen reclamos justos. No estoy de acuerdo con que no exista un Estado judío. Me parece que los judíos, si se sienten una Nación, tienen derecho a tener un Estado. Pero estuve cubriendo en Gaza y vi cosas horribles. Todo eso tiene que quedar en el pasado y se tiene que llegar a un acuerdo. Yo reconozco la debilidad del pueblo palestino, aunque hay que decirlo, que ni los Estados Árabes los quieren recibir. Les molestan los refugiados palestinos.  Esto es así, esto es verdad, esto es innegable. Ahora, tienen derecho a vivir en Gaza y en Cisjordania y construir su Estado. El judaísmo es muy heterogéneo.