El jueves 19 de marzo a la noche los rosarinos vieron al presidente Alberto Fernández anunciar una cuarentena estricta para frenar el desembarco del coronavirus en el país. Ese día Rosario conoció su segundo caso positivo de covid-19, el primero se había detectado días antes: ambos jóvenes viajantes que habían regresado de Europa.
El viernes 20 comenzó esa extraña etapa de encierro e incertidumbre que se cumplió, con muchos controles en la calle y los espacios públicos y negocios cerrados, hasta el 31 de marzo. Ese primer aislamiento comenzó con 128 casos confirmados en el país y terminó con más de mil infectados (1.054) y 27 personas fallecidas en Argentina. Santa Fe sumaba 133 casos y la ciudad de Rosario 51 (el departamento, 55).
En esa primera fase de la cuarentena, los supermercados y farmacias abrieron en horarios reducidos, y la sugerencia para la población fue que las salidas solo se realicen en esos locales de cercanía. La movilidad se había reducido de forma notable y Rosario estaba entre las ciudades que registraron menos circulación de sus habitantes ante la crisis sanitaria.
El domingo 29 de marzo el presidente anunció la primera prórroga del aislamiento social, preventivo y obligatorio (Aspo), hasta el 12 de abril. Después, Alberto Fernández extendió hasta el 26 de abril pero empezó una "apertura administrada" de las restricciones: bancos y otras actividades volvieron a funcionar.
Ese plazo se renovó cada dos semanas con variantes y aperturas parciales. Se extendieron los barbijos y tapabocas caseros. El lunes 11 de mayo Rosario pasó a fase 4 tras más de dos semanas sin casos de coronavirus. Hubo cambios en bancos, comercios, industrias y obras. También se habilitaron las salidas para los chicos. Hubo una larga lista de modificaciones que se detallaron rubro por rubro. La ciudad comenzaba a experimentar lo que en ese momento se denominaba como “nueva normalidad”.
El 20 de mayo el aislamiento cumplió dos meses. Argentina acumulaba 393 muertes y más de 8800 contagios por coronavirus. La mayoría se concentraba en el Amba y tanto la provincia de Santa Fe como Rosario habían frenado los contagios.
El 4 de junio nació una nueva etapa en la pandemia. El presidente decretó el fin del aislamiento obligatorio para Santa Fe, que formó parte de los distritos que comenzaron con el distanciamiento. La cuarentena sólo se mantuvo en lugares de circulación comunitaria. Casi todas las actividades (no las clases, ni los espectáculos, ni los deportes colectivos, por ejemplo) reabrieron de forma gradual.
"Felicidad tremenda": así resumió un rosarino aquel primer fin de semana con reuniones afectivas o poder volver a un bar para un cafecito de la mañana.
Pero con la flexibilización el movimiento creció, los contagios reaparecieron y comenzaron a acelerarse durante julio. Se pasó de 10 infectados por día a 20 y de 20 a 40. A fin de ese mes, ya había 16 personas fallecidas con covid-19 en la provincia y cuatro en la ciudad.
Agosto fue el mes que profundizó esa tendencia. El viernes 14 de agosto, el presidente anunció la extensión de las medidas de restricción a nivel nacional hasta el 30 (que no ya eran cuarentena, según explicó) y nombró a Rosario como uno de los lugares de "rápida propagación del virus".
Ese fue el último acto junto al gobernador Axel Kicillof y el jefe de Gobierno porteño Horacio Rodríguez Larreta. El anuncio siguiente por la pandemia, el pasado viernes 28, el jefe de Estado optó por un breve mensaje grabado que apeló a la "responsabilidad personal".
Fernández extendió el aislamiento/distanciamiento, según el distrito, hasta el 20 de septiembre (día en que se cumplirán 184 días desde el 20 de marzo). Pero quedó claro que los gobernadores deberían hacerse cargo de las nuevas medidas según sus realidades diversas.
Mientras en ciudad y provincia de Buenos Aires la situación se estabilizó, en Santa Fe y sobre todo en Rosario la crisis se agravó. El gobernador Omar Perotti ensayó una primera reacción ese mismo viernes y decretó el cierre de todas las actividades desde las 19.30 en el “aglomerado Rosario”.
El impacto se sintió el fin de semana con el malestar de los comerciantes pero quedó claro el cambio de tendencia: comenzaba el repliegue de actividades en la región.
La cifra de contagios en la ciudad superó los 370 el primer día de septiembre y pasó los 410 el segundo. Fueron más de 1.300 positivos en los primeros cuatros días del mes cuando el acumulado en seis meses es de 5.000. El escenario del futuro inmediato encendió todas las alarmas y el cambio de fase (volver a la segunda instancia) se hizo inevitable.