En un país futbolero como Argentina, cuesta creer que las futbolistas mujeres de primera división "A" estén tan lejos todavía de equipararse con la misma categoría masculina, en cuanto a asignación de recursos. Son entendibles ciertas diferencias porque el punto de partida fue posterior en el tiempo, pero la inequidad salarial y en las condiciones de entrenamiento, asistencia en salud, alimentación, traslados y alojamiento entre ambas categorías, sigue siendo muy marcada. Algunos datos para dimensionar el largo camino que queda por recorrer, en el marco del Mundial Femenino de Australia y Nueva Zelanda que comenzará este 20 de julio.

En la previa de la Copa del Mundo en la que se enfrentarán mujeres de 32 seleccionados nacionales, el Sindicato Internacional de Futbolistas (Fifpro), difundió un relevamiento que exhibe las condiciones en las que llegan las jugadoras a la máxima competencia.

Si bien hay marcadas diferencias en relación con las confederaciones a las que pertenecen –Unión de Federaciones Europeas de Fútbol (UEFA), Confederación de Norteamérica, Centroamérica y el Caribe de Fútbol (Concafac) y la Sudamericana (Conmebol)– el sindicato comprobó que el 66% de las futbolistas de la Copa Mundial Femenina de la FIFA tuvieron que pedir permiso no remunerado o vacaciones de su otro empleo para jugar con su selección nacional. Este es sólo uno de los indicadores que permiten comprender la imposibilidad de muchas deportistas de dedicarse de forma exclusiva al entrenamiento y la práctica deportiva, lo que incide, lógicamente, en su rendimiento y en la ansiada profesionalización.

Cuál es la situación de las futbolistas en Argentina

 

En diálogo con Rosario3, la presidenta de la primera Asociación de abogadas feministas de Argentina, Melisa García, quien sigue de cerca el tema, dio detalles de las diferencias entre futbolistas de categorías masculina y femenina, que subsisten en la actualidad.

“Los datos relevados por Fifpro también comprenden a las jugadoras de la Selección Argentina de fútbol femenino; quizás lo que varió y mejoró en estos últimos tiempos fue la visibilidad y el hecho de que se está hablando más del tema. Incluso, a través de un comunicado se anunció que las jugadoras iban a recibir una retribución por su participación en la Copa del Mundo aunque todavía ese monto diste mucho de lo que reciben los jugadores del equipo masculino. Esto empieza a notarse ahora, ya que hasta la Copa América ni siquiera hubo visibilización de la participación de las jugadoras argentinas”, explica la profesional.

La situación de las futbolistas argentinas se replica en otros países de la región.

Lo que perciben por cumplir tareas en la primera división de sus clubes, apenas llega al 71,4% del salario mínimo.

Lo cierto es que la mayoría de las jugadoras tienen que tener otro empleo (incluso juegan en el exterior para mejorar sus condiciones) ya que sus contrataciones en primera división siguen siendo deficientes. “Esa –asegura– es una característica que aún atraviesa la situación del fútbol femenino local”.

Sería lógico que si se espera una dedicación plena de las deportistas al entrenamiento y a la preparación para la alta competencia, sus salarios al menos se acerquen a las condiciones básicas de subsistencia; pero lejos de eso, lo que perciben por cumplir tareas en la primera división de sus clubes, apenas llega al 71,4% del salario mínimo.

Una jugadora de fútbol femenino de primera división "A" cobra actualmente, en Argentina, un salario de 75.000 pesos (el equivalente al sueldo de un jugador de fútbol masculino de primera división "C").

El pasado 13 de julio, el Consejo del Salario aprobó por mayoría un aumento mínimo del 34% en tres tramos (julio a septiembre), lo que elevará ese ingreso a 105.500 pesos este mes, a 112.500 en agosto y a 118.000 pesos en septiembre.

En contraposición, la escala salarial de Futbolistas Argentinos Agremiados, a la que refiere García, da cuenta de una realidad bastante diferente. Según la misma, una jugadora de fútbol femenino de primera división "A" cobra actualmente, en Argentina, un salario de 75.000 pesos (el equivalente al sueldo de un jugador de fútbol masculino de primera división "C"). Y aunque existan algunos matices entre los distintos clubes del país, de acuerdo a su situación patrimonial, el dato permite comprobar dos situaciones: por un lado, que las jugadoras necesitan, de forma imprescindible, contar con otro empleo para poder alcanzar cierta estabilidad económica; y por otro, la diferencia de jerarquías entre jugadores hombres y jugadoras mujeres, aun dentro de la misma institución.

Todavía estamos ante una semiprofesionalización del fútbol femenino en el país.

“Esta desigualdad que todavía se mantiene a pesar de la gradualidad con que se aplicaron algunas mejoras –remarca García– incide directamente en el rendimiento de las jugadoras, dado que no pueden tener una dedicación exclusiva, ni siquiera estando en la misma situación que sus colegas hombres, de tener que ir a jugar un mundial. Por eso, la realidad –insiste– es que todavía estamos ante una semiprofesionalización del fútbol femenino en el país”.

Las diferencias no sólo están en la contratación y los premios que les paga el club por los torneos en los que participan, sino que al tener mayor difusión los partidos del fútbol masculino (y de jugarse en días y horarios en que el público puede asistir y así aportar a la recaudación de los estadios) aumentan las posibilidades de lograr el sponsoreo de las marcas para los jugadores. “Por eso es importante que la disciplina también se haga visible cuando quienes compiten son los equipos femeninos”, asegura la abogada.

Las futbolistas argentinas a escasos días de su debut en el Mundial de Fútbol Femenino.

Si hacen algún reclamo, se las deja explícitamente fuera de los planteles y tienen que salir a buscar clubes.

“Lo más preocupante que sucede en el fútbol femenino –puntualiza García– es que en vez de leerse las mejoras como una consagración de los derechos de las jugadoras, con estas actitudes se les dice implícitamente «agradecé que sos profesional», y si hacen algún reclamo, se las deja explícitamente fuera de los planteles y tienen que salir a buscar clubes. Esto pasa mucho en el fútbol femenino de Argentina, además de las diferencias notorias, respecto de los equipos masculinos, en cuanto a: máquinas para entrenar, horas de gimnasio, kinesiólogos disponibles, alimentación cuidada por nutricionistas, entre otros indicadores que repercuten en el rendimiento físico de las jugadoras”.

La visibilidad asociada al éxito como condición

 

García explica que durante la Copa América de fútbol femenino disputada en Colombia en 2022, de la que participaron las jugadoras argentinas, ningún canal de televisión del país transmitió los partidos en la etapa inicial. Recién comenzaron a televisar algunos encuentros cuando la Selección Argentina logró resultados favorables. “Eso –señala– es perjudicial para las jugadoras y su autoestima. No nos imaginamos, ni de casualidad, que en el fútbol masculino se pudiera aplicar el mismo criterio. Ahora somos campeones mundiales, pero hubo varias copas del mundo en las que no alcanzamos el mismo rendimiento y a nadie se le habría ocurrido –ni en el ámbito empresarial ni el futbolístico– no visibilizar el fútbol masculino, es decir, no transmitir los partidos, por esa razón”.

“En el fútbol femenino, en cambio, todavía se les requiere rendimiento y buen espectáculo a las jugadoras para decidir si son televisadas o no. Esto –subraya– influye plenamente en su autoestima y en su salud mental”.

El mejor posicionamiento lo tienen las jugadoras que pertenecen a confederaciones de Europa y Estados Unidos, donde puede observarse una mayor semejanza entre el fútbol que juegan los seleccionados masculino y femenino. Esta situación es consecuencia de la puja permanente de las organizaciones a las que pertenecen por alcanzar la equidad entre ambas categorías.

“En Argentina –concluye– parecería que, a pesar de lo futboleros que somos, todavía hay resistencia en este tema, como si las mujeres que juegan al fútbol ocuparan un lugar que no les corresponde”.