El armado del equipo argentino de Copa Davis que participó en Italia la semana pasada no admite reproches. Guillermo Coria, el capitán, eligió a los tres mejores singlistas de acuerdo al ránking de ATP. Pero la disputa por la Ensaladera de Plata requiere de un plus que no todos tienen. Argentina perdió los seis singles que disputó en Bologna. Tres de las derrotas fueron lógicas, las otras tres sorprendentes.
“Duele no haber cumplido el objetivo de pasar a cuartos de final. Estábamos con muchas ilusiones, por más que no íbamos ganando siempre estaba la esperanza de poder hacerlo en esta serie. Una pena, pero no con bronca, dolorido porque a uno no le gusta perder. Se trabajó fuerte, se trabajó bastante, mucha charla con el cuerpo técnico y con el diario del lunes, siempre es más fácil opinar y decir «¿por qué no pusiste a este? o ¿por qué pusiste al otro?». Pusimos al equipo que veíamos que estaba en condiciones y creíamos que era lo mejor para presentar en cada serie”, explicó el capitán tras el 0-3 frente a Croacia.
Machi González y Horacio Zeballos sí estuvieron a la altura y ganaron 2 de las 3 series que disputaron. Fueron los únicos dos puntos que sumó Argentina, que perdió 7 de 9 partidos.
El otro jugador que colmó las expectativas fue Francisco Cerúndolo, a pesar de las derrotas, de gran partido frente a Yannik Sinner y más que aceptable ante Borna Coric. Ambos perdibles, por supuesto.
También fue lógico el resultado de Sebastián Báez frente a Matteo Berrettini. Tan lógico como sorprendentes las caídas ante los hermanos Ymer en la primera jornada de Báez y Schwartzman y el croata Goyo en la última de Báez.
El escandinavo Mikael Ymer está 100° en el ránking, su hermano Elias 122° y el balcánico Borna Gojo 183°.
Es cierto que en la Copa Davis el ránking de los contendientes muchas veces, la mayoría, queda en un segundo plano, pero hay posturas, mensajes corporales que hablan por sí solos y debieran invitar a los encargados de las convocatorias, los capitanes, a sacar conclusiones.
No es un dato menor que la superficie no fue la más amigable para los tenistas argentinos, pero hay un par de resultados cuanto menos desconcertantes.
La caída de Diego Schwartzman, que después no volvió a jugar, frente a Mikael Ymer por 6-2 y 6-2 no debería quedar sólo en un dato estadístico. Es mucho más que eso. Hay jugadores coperos y otros que no lo son.
La Davis es muy especial. González y Zeballos están moldeados para afrontarla.
Curiosamente, Cerúndolo, el mayor, Francisco, demostró en dos derrotas que también tiene la estirpe suficiente para salir a la cancha.
Quizás la Asociación Argentina de Tenis (AAT) debería trabajar en un tema que no es menor.
Cuando los deportes individuales adquieren formatos de conjunto, la cosa se complica.
Para muchos tenistas argentinos la Copa Davis siempre fue un karma. No es lo mismo jugar por el apellido que por la bandera.
De hecho, Coria, un jugador fuera de serie, de los mejores de la historia de este país, que ganó mucho menos de lo que debió, casi nunca estuvo cómodo en la Davis a pesar de desearla y querer disfrutarla como casi ninguno de sus contemporáneos.
No es casualidad que Argentina, que es una potencia del tenis mundial más allá de los vaivenes que tuvo este deporte a través de los años, haya ganado sólo una vez, y cuando menos se esperaba, la Ensaladera de Plata.
Quizás la Asociación podría trabajar en la preparación de jugadores y jugadoras para afrontar las copas Davis y Federación.
Hay resultados sorprendentes y desconcertantes, pero la mayoría de ellos se intuyen antes de que se produzcan.
“La Copa Davis es un sueño, pero pienso que para que eso ocurra, primero hay que invertir abajo, que haya más chicos jugando y para eso es fundamental poder tener al tenis en las escuelas. Y uno más, un objetivo histórico, de siempre, que venimos planteando desde cuando yo jugaba, plasmar un Centro Nacional de Tenis. Todas las federaciones importantes la tienen, nosotros aún no. Esos son los sueños que me gustaría haber logrado el día que me tenga que ir”, dice Agustín Calleri, el presidente de la AAT.
Quizás ese sea el puntapié inicial.
Al menos Agustín, que nunca fue el mejor tenista argentino, sí uno de los mejores, era un jugador hecho para la competencia por equipos, nunca sufrió el abrupto paso del juego individual al “deporte de conjunto”.
Es un buen punto para comenzar.