El 13 de julio de 2014, Ángel Di María vio la final que Alemania le ganó a Argentina en Brasil 2014 desde el banco de suplentes y en zapatillas. Se había desgarrado en el partido de cuartos contra Bélgica y no llegó en plenitud. Esa misma mañana, horas antes del juego, habló con Alejandro Sabella y le dijo que debía poner a quien “él sintiera” que debía poner.
En la charla con el DT se largó a llorar por la emoción de la inminente final. Lágrimas contenidos que no pudo dejar escapar. Tiempo después se preguntó si ese llanto no condicionó la elección, si no habrá pensado que era por nervios. “Si soy yo, soy yo. Si es otro, entonces será otro. Yo sólo quiero ganar la Copa. Si me llamás, voy a jugar hasta que me rompa”, le dijo.
Esa tarde en el Maracaná jugó Ezequiel Lavezzi, otro rosarino. El Fideo, muchas veces criticado y resistido por los periodistas pero también por los hinchas, masticó bronca. No jugó esa final. Tampoco sabía si tendría la chance de estar en otra. Las lágrimas de la antesala se transformaron, con la derrota, en tristeza e impotencia.
Siete años después, en el mismo Maracaná, el 10 de julio de 2021. Argentina llegó a la final de la Copa América y juega con Brasil. Angelito no venía siendo titular, pero cada vez que entraba era determinante. Horas antes del juego decisivo, tuvo una charla con Lionel Scaloni. Otra vez, una conversación con un DT para resolver si era titular o no.
"Ese partido, yo creía que él de inicio nos podía dar. Agarré y le dije 'para mí tenés que jugar de titular. Si son 60 (minutos), 60, si son 70, 70, pero lo tenés que hacer igual que cuando entrás 30, porque este es un partido que yo creo que de tu lado lo podemos ganar. Decime vos cómo te sentís'. Era un momento de charla con él", reveló el nacido en Pujato tiempo después sobre ese intercambio.
Di María fue titular y convirtió el único gol del partido, el que le dio el título a la selección en una Copa América después de 28 años. El técnico confió en él y el rosarino respondió.
Ya de noche, sentado en el césped del estadio y hablando por videollamada con su papá, le dijo: “Algún día se iba a romper la pared… Se rompió. Me la di muchas veces, pero seguí estando acá. Nunca aflojé, pa, como siempre me enseñaron. Siempre estuve ahí y se terminó dando”.
Es domingo 18 de diciembre de 2022. Argentina está en otra final de Copa del Mundo, como en 2014. Esta vez el partido es contra Francia y a Scaloni se le repite la duda: ¿Angelito titular o al banco? La posibilidad de una línea de cinco defensores es el movimiento que puede dejarlo afuera. Aunque nada de eso pasará.
Poco menos de dos horas antes del partido contra Les Bleus, se filtra la información: Di María será titular. Lo que no pudo hacer en Brasil 2014 se hará realidad en Doha. Como aquella vez, tuvo un problema muscular, en los octavos con Australia, pero fue solo una sobrecarga. Lo cuidaron durante los juegos siguientes, entró un puñado de minutos ante Países Bajos, porque el equipo lo necesitaba para romper en el alargue. Y llegó en plenitud a la final.
Se especulaba que la selección se plantaría con un 4-4-2 y Fideo por la derecha en el mediocampo, pero los minutos iniciales mostraron otra idea: el ex Rosario Central bien abierto como extremo por la izquierda. Otra apuesta de Scaloni, ponerlo por la banda de Koundé y Dembelé.
Fue el gran acierto del entrenador para esta final, porque Angelito la descosió. Desbordó y desequilibró como ninguno durante los casi 70 minutos que estuvo en la cancha del Lusail. Fabricó el penal del primer gol de Messi y, como en el Maracaná, la vez que sí pudo jugar, convirtió un gol. Fue el segundo de Argentina, el que le dio la tranquilidad que después Francia pulverizó.
“Sabíamos que Di María iba a jugar por ahí, en la izquierda y bien abierto. Entendió muy bien el partido, ahí estuvo la clave de todo”, sintetizó después del partido Scaloni.
El partido fue por otro camino, claro. La selección debió sufrir, primero en los 90, después en el alargue y, por último, en los penales. El jugador de la Juventus ya no estaba en la cancha, lo sufría desde el banco, como en aquella tarde de Río de Janeiro en 2014. Él ya había hecho demasiado y merecía la Copa tanto como su amigo Leo Messi. La historia del fútbol se las debía.
El 25 de junio de 2018, casi cuatro años después de la final que se perdió en Brasil, Di María reveló los secretos de su ausencia. La charla con Sabella, lo que sintió, las dudas que le quedaron. También habló de su infancia, contó que su mamá hacía un esfuerzo enorme y lo llevaba a practicar todos los días a Central en una bici a la que apodaron “Graciela”.
“Bajo la lluvia. En el frío. De noche. No importaba. Mi mamá sólo seguía pedaleando”, escribió en una conmovedora carta.
Dibu Martínez ya se vistió de héroe en los penales, el defensor Gonzalo Montiel convirtió el decisivo y Argentina festeja una nueva Copa del Mundo. Angelito corre por la cancha con la felicidad del pibe flaquito que su mamá llevaba en bici. El pedaleo lo llevó a una final que sí pudo jugar. Las lágrimas le brotan sin parar, como en la Copa América, pero esta vez mamá y papá están ahí, se abrazan y lloran juntos.
“Las paredes de nuestra casa supuestamente eran blancas. Pero nunca me las acuerdo como blancas. Al principio, eran grises. Después se pusieron negras, por el polvillo del carbón. Mi papá era un trabajador del carbón”, contó el jugador en la carta de los secretos. Entre tanta bronca, quiso desahogarse y explicar todo lo que debió atravesar para ser profesional y estar en la selección.
Las paredes negras son las que derribó en la Copa América, las que le mencionó a su papá por videollamada. Son las mismas que Fideo tumbó este domingo 18 de diciembre que ya es parte de la historia. Las lágrimas en la charla con Sabella son las que le recorrieron las mejillas cuando Argentina perdió con Alemania, pero también las de la emoción cuando le ganaron a Brasil con un golazo suyo. Y, claro, son las mismas que ahora no puede contener. Di María tuvo su dulce venganza contra el fútbol y es Campeón del Mundo.