Una parte del aparato de lobby cerealista cruje internamente. Y ya entró en etapa de redefiniciones porque el año que viene ya no será lo mismo.
En efecto, en el último tiempo las entidades que buscan aglutinar a distintos sectores del agro sumaron muchos desilusionados, que ahora piden cambios.
Un caso es de las cuatro cadenas (Acosja, Maizar, Argentigro y Asagir), a las que les urge un refresh que logre revertir el descontento antes de que les reduzcan al mínimo el financiamiento, como piensan hacer las Bolsas cerealeras que aportan a Acosja a partir del año que viene.
Y también está bajo la mira el Consejo Agroindustrial Argentino, del que se bajaron importantes entidades (como la Bolsa de Comercio de Rosario) y, cuentan, que hasta le cuesta llenar los casilleros de autoridades por la falta de participación del interior federal.
Hay un puñado de factores que explican lo que está sucediendo. Como marco general, el nuevo gobierno impulsa un cambio en las estrategias de lobby empresario.
Es que a diferencia de un estilo de gestión que se sentía a gusto en el diálogo con las corporaciones, el nuevo gobierno no es adepto a las mesas de diálogo institucionalizadas en las que tiene del otro lado del escritorio a la “comunidad empresaria organizada”.
Con sus claros matices y con distintos protagonistas, este modelo -que tuvo al ministro de Economía, Sergio Massa en activo diálogo con los traders de granos como el máximo estandarte- se mantuvo en los gobiernos del kirchnerismo y de Cambiemos.
Pero ese tipo de relacionamiento no va con el estilo de la administración de Javier Milei, cuyo Ministerio de Economía se siente más a gusto con el contacto directo y compartimentado con un puñado de altos referentes del mercado de granos, a quienes recibe y escucha porque no son de los que llegan a puro llanto y reclamo, sino con propuestas y una posición colaborativa.
No en vano, pese a las coincidencias ideológicas, el gobierno no se muestra muy a gusto con entidades de base chacarera que lo apuran sin descanso por los medios en temas claves como la baja de retenciones
En ese contexto general de reacomodamientos, las “cuatro cadenas” y el Concejo Agroindustrial generan ceño fruncido hacia adentro del empresariado por sus estrategias de posicionamiento y estilos de conducción. Y el común denominador es que las ven débiles en términos de gestión.
Cadenas aflojadas
Con el modelo brasilero de grandes corporaciones empresarias como norte, las cadenas, como instituciones, se desarrollaron al calor del post-2008 como un intento de agrupar los distintos eslabones que intervienen en cada cultivo de granos para mostrar la profundidad de cada uno (revirtiendo la idea de la soja como “yuyo”) y encarar una defensa técnica (y generalizada para evitar el ensañamiento K con alguna empresa o sector).
Luego de un arranque auspicioso y un momento de consolidación, hace ya tiempo que fueron perdiendo el brillo por las diferencias internas en temas claves. Y hoy aparecen sin un claro objetivo, según la mirada sobre todo de quienes las financian.
En una reunión realizada meses atrás en la ciudad de Santa Fe, los presidentes de todas las Bolsas cerealeras acordaron reducir el financiamiento que vienen haciendo de las cadenas tras coincidir que ya les dieron muchos años de empuje y que ahora deberían encontrar otras fuentes de financiamiento. Y es que prima la idea en el ambiente de que es fundamental que las cadenas sigan vigentes, pero con un presupuesto propio que surja del seno de sus socios o del fruto de sus congresos, entre otras actividades que desarrollen.
El mes pasado, en el encuentro de presidentes de Bolsas que se hizo como parte del Congreso Internacional de Maíz en Córdoba, las entidades bursátiles ratificaron la senda de seguir reduciendo el financiamiento con miras a que, en 2025, quede en la mínima impresión.
Similar postura tienen otros aportantes de las cadenas, como el caso de grandes exportadores de granos y productos industrializados
En el caso puntual de Acsoja acumula quejas del mercado, en algunos casos por la toma de posturas, en algunos casos bastante gremiales y cercanas a lo más duro de la mesa de Enlace.
Por ejemplo, le endilgan que no apoyó a Visec, la plataforma de sustentabilidad ambiental y social que permitirá a las distintas cadenas de valor cumplir con las demandas globales de sustentabilidad de los mercados consumidores desarrollados, como los de la UE. Y no escapa que el Visec es apoyado por todas las Bolsas y patrocinado por los exportadores de granos.
Pero no es el único tema que genera cortocircuitos internos en la cadena. Por ejemplo, no pasó desapercibido que muy importantes semilleros hasta ayer no se habían anotado para patrocinar el congreso anual de Acsoja, que se realizará la semana que viene en la Bolsa de Rosario.
La politización también es algo que se le cuestiona a las cuatro cadenas. Por ejemplo, por el trampolín para cargos públicos que significó para algunos de sus directivos.
En ese sentido, cayó mal que Acosja, Maizar, Argentigro y Asagir se hayan reunido esta semana con el ministro de Desarrollo Agrario de la provincia de Buenos Aires, Javier Rodríguez, para conversar sobre el futuro de Terminal Quequén, cuya concesión vence en noviembre próximo, sin antes haber pasado a consultar a los operadores del puerto qué posición tenían que expresar al gobierno.
Con respecto a Maizar, de la que sí se reconoce que logra una mejor solvencia económica frente a sus pares con un congreso que sí se ganó un lugar en la grilla, se le apunta que está controlada por un puñado de granos semilleros. También se le achaca la conducción personalista y la toma de posiciones públicas sin la consulta a los referentes resto de los eslabones intervinientes.
Las propias cadenas discuten hacia adentro cómo deben repensar su rol para encontrar un lugar. Lo analizan regularmente en el directorio de Acsoja y no hace mucho la conducción de Argentrigo convocó a un encuentro de autoridades exclusivamente para analizarlo.
Mientras las entidades lo analizan internamente, y en sintonía con el “no hay plata” que profesa el presidente Javier Milei, en las Bolsas, puertos y cerealeras creen que sería conveniente que las cuatro cadenas unifiquen sus estructuras y equipos compartiendo sedes y personal.
Un "concejo" que no prende
También cruje la situación interna en el Consejo Agroindustria Argentino (CAA), que va perdiendo adhesiones de importantes grupos empresarios.
Y vaya que cruje que el presidente de la entidad, José Martins, también presidente de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires, pegó el faltazo a los dos últimos encuentros que reunieron a los presidentes de Bolsas: el acto por el 140 aniversario de la Bolsa de Comercio de Rosario y la reunión del mes pasado en el Congreso Internacional de Maíz; y a este último no avisó directo a su anfitrión (su par de la Bolsa de Córdoba) sino que este se enteró por terceros. ¿Qué pasa?
Inspirado, también, en el modelo brasilero, el CAA buscó aglutinar a todas las entidades agroindustriales, una suerte de UIA de la agroindustria que tenga más peso para empujar todos aquellos temas que le convienen transversalmente a todos los sectores. Y el caballito de batalla fue un proyecto de ley de impulso a exportaciones en el mediano y largo plazo.
La idea cierra por los cuatro costados y viene a cubrir la histórica falencia de un gran lobby unificado de la agroindustria. Pero nunca terminó de prender.
Y eso quedó demostrado cuando el CAA, queriendo avanzar en su institucionalización, le propuso a sus más de 60 entidades que firmen su ingreso a esa suerte de entidad madre ahora bajo formato legal, pero sufrió, por el contrario, importantes bajas.
Por ejemplo, la Bolsa de Comercio de Rosario ya avisó que no participará y también Acsoja. Previamente, ya se habían bajado importantes entidades de la Mesa de Enlace lo que provocaba la extraña situación de que los productores casi no estuvieran representados.
La falta de firmas adherentes a dar un paso más allá de ir a reuniones informales, explica la reticencia de transparentar el número de adhesiones recibidas a la institucionalización del CAA como entidad madre de la agroindustria.
Ahora: ¿Por qué no prende el CAA? Porque no les deja de parecer a muchos sectores un mero intento porteño de querer manejar toda la agroindustria desde los sillones de Buenos Aires cuando el centro de gravitación tendría que estar en el interior productivo (y en eso responsabilizan al estilo de conducción) y porque no les deja de parecer a otros tantos sectores que es una mera pantalla para el lobby encubierto de las grandes aceiteras multinacionales (ya que la única medida que obtuvo hasta ahora fue en su beneficio).
Frente a esta embestida, en el CAA -por el contrario- aseguran que el silencio que vienen manteniendo no es sinónimo de crisis, sino porque están trabajando puertas adentro en nuevas e importantes iniciativas que se empezarán a ir conociendo en breve.
El lobby cerealero cruje y todo indica que para el año que viene empezará a mostrar otro pelaje.