Es un lunes de dolor, tristeza y congoja en Rosario. Todo a partir del asesinato de César Roldán, un colectivero que el sábado por la tarde conducía un coche de la línea 116 cuando recibió una ráfaga de balazos que acabaron con su vida. Lo despidieron su pareja, sus hijos, sus familiares, sus compañeros de trabajo. Nadie podía entender todavía lo que había sucedido y por qué había sucedido. 

En los rostros de las personas que este lunes al mediodía se acercaron a la sala velatoria de Córdoba al 2900, se manifestaban todas esas sensaciones indecibles, que cubren la ciudad cada vez que sucede un hecho de este tenor. Lamentablemente, son cada vez más frecuentes. 

Las imágenes eran fuertísimas: la familia saliendo de la sala por un pasillo que habían formado los compañeros de trabajo de César; los familiares y amigos subiendo a un colectivo para ir todos juntos al cementerio, como para abrazarse y acompañarse entre todos; las lágrimas en las caras de los colectiveros, que seguramente habrán pensado "me podría haber pasado a mí". 

Y la impresionante caravana de colectivos que se podía observar desde el aire, escoltando el coche que trasladaba el cuerpo de César Roldán

Finalmente, el colectivero fue sepultado en el cementerio de Granadero Baigorria. Hasta allí también llegó una gran cantidad de gente, que acompañó en silencio el último adiós a otra víctima de un crimen absurdo en Rosario.