-¿Por qué tenés un pañuelo en la cabeza?
La pregunta me la hace una niñita que intenta hacerse unos pesos vendiendo fibrones en Pichincha, bajo la mirada atenta de un hombre que no le pierde pisada. Respondo su inquietud enseguida: "Hago un tratamiento para una enfermedad que me provocó la caída de mi cabello". Ella insiste. No entiende por qué oculto mi calvicie, pero para eso no tengo una respuesta ni rápida ni clara.
Aunque el cáncer de mama es una enfermedad muy frecuente en las mujeres -afecta en menor medida a los varones- el uso de turbantes o pañuelos ante la alopecia que en general ocasionan los tratamientos de quimioterapia, despierta en la gente una mirada insistente y muchas veces invasiva.
Los médicos y los textos en Internet advierten que entre la primera y la segunda infusión -le dicen así a la quimio- se puede caer parte o la totalidad del pelo. Suele ser una gran preocupación para las personas en tratamiento. Incluso, hay una alternativa muy utilizada que consiste en usar cascos de hielo durante las sesiones y de esta forma detener o mermar la pérdida capilar.
La calvicie en el cáncer ha sido dramáticamente explotada en el cine y en las novelas televisivas, quedarse pelada está asociado a la enfermedad, a la vejez y por supuesto a la muerte. Los pelos cubren la cabeza, le dan un marco al rostro, definen culturalmente y estéticamente, y forman parte de la imagen humana que construimos, al menos la saludable.
Pero ¿por qué tener un turbante es como llevar encima un imán para los ojos ajenos? Sin dudas, la experiencia de salir a la calle de parte de las personas que en tratamiento de quimioterapia ocultan su calvicie con algún gorrito o pañuelo es particular y diversa, la personal está atravesada por esta situación: miran sin disimulo, con la imposibilidad de resistirse, dándose vuelta al paso de la cabeza vestida.
La reacción no se condice con la extensión de la enfermedad que agita estadísticas llamativas. Una de cada ocho mujeres en Argentina sufre cáncer de mama, una enfermedad que puede prevenirse fácilmente. Cada octubre el Estado y organizaciones sociales específicas desarrollan campañas para que las mujeres se realicen mamografias y ecografias que permiten detectarla en sus primeros pasos, ahí, cuando puede ser enfrentada y vencida.
Entonces, que la mirada inevitable sea para algo, que quien retenga en su rutina los colores de esas telas que desafían por un tiempo los cánones de belleza que reproducimos, puedan contemplar la posibilidad de una enfermedad y sin asustarse, recurran a sus médicos y se hagan los controles. Así se salva la vida, así se cuida la salud.
Mirame lo que quieras pero después, por favor, tocate tu cuerpo.
Auto explorate.
Que no sea una cuestión de suerte.
Y que una vez más los pañuelos sean los que agiten conciencias.