La serie de tres podcast sobre los incendios en las islas que presentó Rosario3 con diversas miradas deja, entre muchas aristas atendibles, un camino a recorrer. El de encontrar puntos en común entre los distintos actores para poder actuar de forma concreta y coordinada. Van dos ejemplos: la iniciativa de generar cortafuegos artificiales en los campos del humedal para reemplazar a los naturales perdidos (ríos y lagunas vaciadas por la sequía y la bajante del Paraná) y la exigencia de hacer cumplir los acuerdos que ya existen (sin esperar necesariamente a la ley de humedales).
El productor ganadero Enrique Goset mencionó en el primer episodio de las tres charlas en profundidad la opción de hacer cortafuegos en los campos del Delta. Coordinar el accionar de tractores que con un disco limpien el territorio de la materia seca que abunda y es combustible para el fuego. Una franja ancha sin pastos ante los focos que se repiten hace dos años sin freno.
No se trata de un plan para frenar un incendio puntual como hacen los brigadistas sino un esquema preventivo y con una mirada integral del espacio. Algo que ya se ensayó de forma puntual para proteger a las viviendas, las escuelas, el dispensario y la comisaría en la zona del Charigüe. Los productores y dueños campos ofrecieron incluso armar cuadrículas con referentes y puesteros, con participación y monitoreo de voluntarios.
Es saludable que ese sector se organice y se sume al debate público. Porque el vínculo entre las quemas en las islas y los ganaderos es histórico. Lo contó y mostró uno de ellos a Rosario3 cuando visitó su campo (mucho antes de las denuncias).
También son responsables de los terraplenes clandestinos que alteran el humedal para optimizar sus ganancias (no todos claro, como expuso Enrique Goset). Pero esas prácticas están lejos de ser un invento de los periodistas o los políticos. Existen. Negarlas no contribuye al acercamiento para salvar el humedal.
En la segunda entrega de la serie de podcast, el ingeniero agrónomo, docente e investigador de la UNR, Guillermo Montero, profundizó la idea de los cortafuegos. El argumento de por qué se debe intervenir el territorio y no sentarse a esperar la próxima inundación que llene de agua los arroyos y bajos de las islas enfoca el tema de fondo, la más profunda de las disputas actuales. ¿Cómo reaccionamos ante el cambio climático que los poderes globales y la mayoría de los gobiernos elige obviar?
Montero explicó el estudio que realizan científicos en la isla Los Mástiles, frente a Granadero Baigorria, para analizar el impacto del fuego. En su caso miden cómo cambiaron los artrópodos en las zonas quemadas y las comparan con áreas no afectadas de forma directa. Escuchar el detalle de esas modificaciones y el impacto sobre el ecosistema es apasionante porque añade una capa que se extiende a toda la existencia. Puede que los denominados ciclos naturales de inundación y sequía ya no vuelvan darse como los conocíamos, advirtió.
Entonces, pensar el futuro como si fuese el pasado que se reedita puede ser un error grave. Tiempos de fenómenos extremos como algo habitual, una nueva normalidad. De eso se trata el cambio climático que –por ejemplo– agobia a Europa con temperaturas por encima de 40° e incendios múltiples. En ese marco, planteó el investigador de la UNR y ex decano de Ciencias Agrarias, urge pensar en nuevos cortafuegos artificiales en las islas, no depender solo de la presencia incierta del agua.
“Si ríos y lagunas se mantienen bajos, ¿qué vamos a hacer con el nivel de materia seca que se acumula? Una cosa es controlar el fuego que ya ocurrió, para prevenir necesitamos los cortafuegos, tener menos materia seca. Hacerlos con máquinas, un tractor con disco grande que libera la tierra de pasto y entonces el fuego llega a 20 metros y es difícil que pase del otro lado”, propuso y lo hizo “pensando que esto puede ser más permanente y estudiar los impactos ambientales de las otras alternativas”.
A su lado, Jorge Bártoli, referente de la organización ambiental El Paraná no se toca, escuchó y puso sus reparos. Que el ingreso de maquinaria al humedal no sirva para el descontrol habitual, dijo. Hay antecedentes de sobra de productores que utilizan retroexcavadoras para realizar terraplenes, cortar cursos de agua y ganarle territorio seco al humedal. Un delito en el nombre de la eficiencia (la propia) que fue documentado muchas veces (demasiadas) desde 2008 en adelante.
“La comunidad isleña de productores ha tomado debida lectura de que no se puede seguir haciendo lo mismo. La de los cortafuegos es una propuesta concreta pero guarda. Históricamente cuando entró una máquina en la isla a hacer movimientos del suelo le perdiste el rastro de qué termina haciendo: terraplenes, corte de arroyos, secar lagunas, etcétera. Ojo si nadie mira qué pasa porque incluso hay máquinas incautadas en las islas por movimientos ilegales. Debe controlar el Estado”, replicó Bártoli.
Montero aclaró que los eventuales cortafuegos se realizarían sin levantar tierra, ni hacer pozos, ni remover árboles. Serían franjas libres de pastizales secos (que incluso se podrían reutilizar). Podrían hacerse con presencia y regulación del Estado, bajo la supervisión de las agrupaciones ambientales. Algo que, por lo expresado por el ganadero Goset que integra la asociación de productores, no estaría mal visto por los privados que dicen estar a favor de cuidar el humedal y del trabajo coordinado.
En ese punto se conectan las dos primeras charlas del podcast "Desde la redacción" con el cierre del tercer episodio. El diputado nacional Eduardo Toniolli y su par provincial Mónica Peralta dialogaron sobre qué frena la ley de humedales pero resaltaron que ya existen otros mecanismos. El Piecas, un acuerdo interjurisdiccional, es uno de ellos. Se creó después del infierno de 2008, cuando "el humo llegó al Obelisco", graficó Peralta.
En ese plano trabajan (deberían al menos) las tres provincias afectadas (Santa Fe, Entre Ríos y Buenos Aires) y Nación. Sería una buena prueba coordinar una acción de carácter preventivo. Un paso que está lejos de la solución de fondo (de un proyecto sustentable) pero que ayudaría en la crisis actual. Sobre todo cuando las estadísticas de 2020 avisan que agosto fue el peor mes del fuego y el humo. Si la gracia del diluvio no ocurre, bien podría activarse otro milagro: que los Ejecutivos ejecuten.