“No es igual para todas las mujeres que hacen un mismo deporte que los hombres, ¡pero se les paga menos!. Que ustedes digan que la igualdad de salario es como debería ser, nos hace querer abrazarlos a todos. Gracias por dar este paso para las futbolistas femeninas, por mostrar igualdad y para ayudarnos a perseguir nuestros sueños”. Las futbolistas noruegas agradecieron de esta manera el acuerdo firmado por la selección de fútbol masculino de ese país. El capitán del equipo, el mediocentro Stefan Johansen, agregó: “Son tan importantes como nosotros. Sólo creo que debería hacerse de esta manera”. Los hombres renunciaron cobrar el monto sobre derecho de imagen y publicidad y así la paga anual que hace la federación quedó equitativa entre los dos equipos (selección mayor masculina y selección mayor femenina).
Noruega puede parecer lejana, algo inalcanzable, por su equidad fomentada con políticas concretas y aspectos culturales históricos en los países nórdicos. Pero el punto a destacar es lo que ocurre dentro de un campo de juego. En el espíritu y en los valores que predominan en los que están haciendo deporte. No entre los que lo enuncian, sino entre los que lo juegan. Ahí, existe un clima de armonía igualitario.
Es muy frecuente que equipos femeninos se enfrenten en entrenamientos a equipos masculinos (de menor edad por sus condiciones físicas) y ese partido de fútbol se desarrolle de manera totalmente normal. Es un método de entrenamiento habitual en diversos clubes. Mujeres vs hombres.
“Los chicos nos saludan cuando terminan los partidos, siempre me sentí respetada. Se enojan cuando pierden la pelota o por algún gol, que es lo normal en el fútbol”, comenta Belen Potassa, centrodelantera de la selección argentina de fútbol. Potassa jugó al fútbol junto a hombres desde siempre en su club en el pueblo santafesino Cañada Rosquín y lo sigue haciendo cuando en su club o en la selección disponen de este tipo de entrenamiento.
Nuestro fútbol siempre reprodujo exclusión hacia lo femenino, cantos machistas, cultura patriarcal televisada que invisibiliza a cualquier mujer que no sea la novia ideal de turno. Rara vez participa alguna mujer analizando como periodista (muy probablemente estigmatizada) y la TV emite un partido de mujeres cada 300 partidos masculinos. El fútbol fuera del terreno de juego, sin cupos femeninos ni paridad.
Pero también acá y a pesar de ese contexto, existen prácticas que erosionan desigualdades y segregación. Mientras se está jugando, dentro del campo de juego, sobresale el respeto. En España ya no sorprende que el Valencia quiera que sus chicas, hasta que cumplan 15 años, jueguen en competencias masculinas. Hasta van primeras en la liga dando “una patada a tópicos del fútbol”.
Dentro del fútbol profesional, a nivel internacional se encuentra el citado caso de Noruega con intenciones de repetición en Holanda, Dinamarca y Estados Unidos. Sin embargo las condiciones no dejan de mostrar inequidad. La publicación realizada en diciembre pasado por la FIFPRO (Federación internacional de futbolistas profesionales) grafica esa disparidad con una detallada investigación: pocas pueden tener al fútbol como principal actividad laboral (Belen Potassa, por ejemplo, la 9 de la selección trabaja por la mañana como recepcionista en la UAI Urquiza, donde también entrena por la tarde).
En cuanto a la relación fútbol, género y sociedad, propongo destacar el respeto que se observa cuando hombres y mujeres participan en conjunto. Ante la reacción hacia un avance de mayor igualdad de género, en medio de movilizaciones que colocan la reivindicación en la agenda política mundial, el fútbol podría reafirmar ese camino hacia el progreso. A continuación algunas propuestas hacia el fútbol infantil, juvenil-adolescente:
En primer lugar, y con previa capacitación sobre género y violencia a todxs lxs entrenadores/as, todos los equipos de fútbol masculino, en cada categoría y en cada uno de los clubes, deben enfrentar en entrenamientos a un combinado de mujeres (si el club no tiene fútbol femenino, realizar la actividad con otra disciplina deportiva). El mismo juego por sí solo les hablará de respeto y de igualdad ante las normas y derechos.
En segundo lugar, el fútbol como acompañamiento a las víctimas de violencia de género. Cada chico, cada jugador, que presente una denuncia o una ayuda en relación a una víctima será premiado antes del inicio de los partidos con menciones que los árbitros podrían gestionar.
Son propuestas seguramente fragmentarias y que no tendrán sentido sin una contextualización de cada ciudad, de cada pueblo, de cada barrio. Pero lo que se busca es aprovechar el juego como espacio de valores generosos e igualitarios. El fútbol y los clubes como actores principales en la lucha por un cambio social. “¿El futuro es feminista?” (1).
(1) Mención al libro “¿El futuro es feminista? de Le Monde Diplomatique/Capital Intelectual con textos de Florencia Anglietta, Mercedes D´Alessandro, Mariana Mariasch y prólogo de Mariana Enriquez.
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