Mariana Enriquez presentará el miércoles 12 de julio en Rosario No traigan flores, una puesta escénica en la que conviven la lectura de textos propios y ajenos, intervenciones musicales y trazos en arena.
“Es un espectáculo performático más que teatro. No tiene un guion o una trama sino que leo mis textos, los comento, hago chistes”, detalla la escritora y periodista a Rosario3 sobre el montaje en el teatro El Círculo (Laprida y Mendoza) que será el tercero tras las funciones en Buenos Aires y Córdoba.
Así, mientras la ganadora del 37º Premio Herralde de Novela por Nuestra parte de noche pone el cuerpo y la voz, el artista Alejandro Bustos y el contrabajista Horacio Hurtado terminan de conformar una suerte de triángulo sinérgico en el que algunas mediaciones están pensadas y otras ocurren en el momento.
“No quiero que sea un espectáculo que se me vuelva cotidiano. Entonces, busco que para mí también sea un evento”, abunda sobre la puesta que surgió de una iniciativa de la dupla de productores Paula Niccolini y Martín Giménez y del fanatismo que generan los escritos de la autora de Las cosas que perdimos en el fuego (Anagrama).
“Nunca fui muy tímida. Pero esto de contar quién sos y de dónde venís ante públicos que no saben nada de vos conforman circunstancias que te obligan a hacer otro tipo de movimientos. Entonces, pensemos que esto es distinto, pero no tanto. (El espectáculo) es otro formato, más concentrado, pero no es más difícil que hablar ante un grupo de personas en Finlandia”, detalla.
—¿En la selección de textos medió algún tipo de contrato con el lectorado que te fanea?
—Hay un poco de greatest hits (risas), pero también son textos elegidos a través del tiempo. Mi idea era mantener un ritmo. Por eso elegí cuentos breves y los voy mechando con otros textos (pausa) Lo que tiene el periodismo es que el tiempo se valida de otra manera (y cita el libro El otro lado, que compiló Leila Guerriero) Tenés crónica, humor, anécdotas, opinión. Voy cambiando algunos textos y otros permanecen. Sería muy complicado replantear todo cada vez que nos presentamos. También elijo cosas que tengo ganas de leer, un poco para complacerme, cosas que Alejandro (Bustos) quiere dibujar y que el Mono (Hurtado) quiere tocar.
—¿Te gustan la flores?
— Sí. El título es de Paula (Niccolini) y surgió de uno de los textos. No lo voy a spoilear. Pero sí, me gustan. Hay como una convención de que no y eso está bueno para jugar. No todo tiene que ser cierto.
Criaturas hermosas
Cuando no está en el escenario, en una charla en algún punto del planeta o en otros asuntos, Enriquez escribe una autoficción sobre el grupo londinense Suede que la propia entrevistada anuncia para "antes de fin de año" a través de la editorial chilena Montecerdos.
La música y la escritura siempre estuvieron unidas en sus textos. Las citas o referencias a bandas, solistas y géneros tienen su centralidad tanto en crónicas y ficciones como en escabrosas narraciones. La pregunta sobre la playlist "de este tiempo" era una necesidad: "Estoy escuchando mucho Suede, pero más desde otro lugar. Y también a Lana del Rey y a Big Thief. También estoy con algo del country más oscuro como “Ghost”, de Miranda Lambert. Un poco de todo, como siempre”.
“Para escribir uso instrumentales o temas en inglés. Si escucho letras en español es como que alguien me hablara, como si tuviera a una persona al lado todo el tiempo. Hablo bien inglés pero, en este caso, es como que no interfiere. Por ahí alguna una frase funciona como sugerencia”, continúa.
Un ritual colectivo
—En el terror literario hay un sadismo cómplice que se potencia en la intimidad de la lectura, aún en un colectivo lleno, ¿cómo se trabaja eso en un escenario?
—El terror es algo que funciona de persona a persona. Aunque si pensás lo que pasa en las películas o en el hecho de reunirse para contar historias, también hay algo de colectivo. Me di cuenta, sobre todo, en la primera presentación. La gente escuchaba, pero no había miedo. Es verdad que hay textos que ya conocen y tampoco es que hago una lectura híper actuada, porque no soy actriz. Sí ocurre que hay un silencio. La sensación es que uno se prepara para el terror. A mí me gusta ver cosas re trash en la pantalla de la compu, sola, de noche. No sé, porquerías. Esa experiencia me da miedo tanto como estar en una playa, de noche, y que alguien esté contando algo en medio de la oscuridad. La narración de terror en voz alta te hacer entrar en un código de escucha colectiva diferente porque hay una predisposición a eso. Es algo como antiguo, ritual. Cuando pensé en No traigan flores, esas eran las referencias que tenía en mente.
—El contacto cotidiano con la violencia hace que se naturalicen determinadas situaciones hasta que un día por un hecho determinado registrás cuán normalizado tenés ciertos grados de violencia. ¿Qué pasa con el terror como género literario, también se corre la vara de lo macabro?
—Siempre digo que cuando escribo le subo un poco el volumen a la realidad. A veces, las historias son más extremas y otras, menos. Me parece que de lo que trata es de ponerlas en un marco en el que esa sensación de repetición se corte. Es volverlas a lo excepcional y sacarle la naturalización. Puedo tomar un crimen real y reproducirlo tal cual, aunque con una redacción más linda, y los lectores que me dicen: “Qué crueldad”. ¡Pero yo no lo inventé! La ficción le da una vuelta a la realidad, a algo que ocurrió y a lo que te terminaste acostumbrando. Ahora, competir con eso, pensar en cuán lejos vas a llegar cuando escribís es una trampa porque la realidad siempre te va a ganar. Nosotros, los seres humanos, somos expertos en espanto. En la escritura, el efecto es susto y ya. Yo trato de generar una atmósfera que, en lo ideal, tiene que ser insoportable. Trato de hacerte entrar en una pesadilla. Lo que ocurre no es tan tremendo como la angustia que te genera. Pensá, por ejemplo, en ese murmullo insoportable que te generan las películas de David Lynch. Lo que te da miedo es la sensación de incertidumbre, lo mismo que te pasa en una pesadilla.
—La imaginación es una forma de expiar la realidad
—Sí. Y al mismo tiempo, de volver. Porque no podés imaginar más que la realidad. Así estés escribiendo El Señor de los Anillos (J.R. Tolkien). Te sirve para reafirmarte, oírte, para trabajar tanto la realidad como tus propias ideas y después volver con tu relato. Diría que es como fugar para volver más entero.
—¿Qué tema ajeno te hubiera gustado componer?
—“From Her to Eternity”, de Nick Cave. Es lo más retorcido que escuché en mi vida. Lo digo musical y líricamente (risas) Es violento, romántico, peligroso, sensual, incorrecto, obsesivo. Me vuelve loca. Es una cosa rota y hermosa al mismo tiempo. Y en vivo, es una experiencia... Es muy shockeante y sexy a la vez. Decís: “Si se me acerca, lo muerdo” (risas). Hay muchas canciones que me gustan, pero pocas me provocan eso. Es muy sofisticada y punk a la vez.
Las entradas para la función de No traigan flores del miércoles 12 de julio a las 21 en el teatro El Círculo pueden adquirirse a través del sistema Ticketek.