En los grabados y fotografías de la historia de la ciencia puede verse al investigador trabajando solo en un laboratorio, aislado del mundo. Pero esta situación ha cambiado dramáticamente, especialmente en las últimas décadas.
Aunque hoy en día muchos sigan adhiriendo a esa imagen romántica del científico trabajando solo, la situación ya no es la misma. Los escándalos desatados en torno al reciente premio Nobel en Fisiología o Medicina por la autoría de los trabajos nos recuerdan que estos investigadores no han trabajado solos. Asignar el premio a una sola persona es más una cuestión práctica que el reflejo de una realidad.
Los trabajos científicos ya no son actividades iniciadas y llevadas adelante en solitario. Las estadísticas muestran que la gran mayoría de los trabajos científicos publicados son el resultado de colaboraciones locales, nacionales e internacionales entre varios investigadores. El aspecto social de las ciencias, incluidas las ciencias duras, no puede ser negado. La interacción humana abre la posibilidad y el desafío asociado de generar conversaciones efectivas entre los integrantes de los equipos, única forma de poder alcanzar los resultados buscados.
Pero además de verse expuestos a comunicarse entre ellos de manera efectiva, los científicos tienen ahora la oportunidad (buscada o no) de comunicarse con el resto de la sociedad. Nunca como en los tiempos que corren hemos tenido tantos canales para que un mensaje llegue a una audiencia determinada. A pesar de ello, no deja de sorprender lo poco que estos canales son utilizados por la comunidad científica en general. Más que una crítica, trato de reflejar una situación que, de ser abordada a tiempo y convenientemente, abre nuevas posibilidades de avances tanto en lo científico como en lo social de la ciencia.
Estamos ante un cambio de paradigma: pasando de una cultura de “no comunicación científica” a otra donde cada vez con mayor insistencia y desde los más altos niveles, aquellos que fijan las políticas científicas, se insiste en la necesidad de que los científicos desarrollen actividades comunicacionales.
Sería poco sabio considerar a estos requerimientos solo como un item más a llenar en el formulario de rendimiento del investigador. Si entendemos que la comunicación del trabajo científico que hacemos reporta beneficios para el mismo en todos los niveles (colaboraciones con otros científicos, mayores posibilidades de obtener financiamiento, atracción de nuevos recursos humanos a las carreras científicas, interacción con distintos grupos sociales y medios de comunicación), podremos abordar la tan mentada comunicación científica desde otra perspectiva.
Leonardo Wolk nos habla en su libro “Coaching: El arte de soplar brasas” de la secuencia CONTEXTO à OBSERVADOR à ACCIÓN à RESULTADOS. Si queremos cambiar los resultados, en nuestro caso comenzar a comunicar ciencia o mejorar dicha comunicación si ya lo venimos haciendo, necesitamos reevaluar nuestras acciones. Esperar resultados distintos ejecutando las mismas acciones, como dijo Einstein, es locura. Para cambiar las acciones, entonces, necesitamos cambiar al observador que las ejecuta. ¿Qué significa cambiar al observador? Crear espacios para que repiense sus interpretaciones acerca de la comunicación científica. Pasar de verla como otro incordio burocrático para completar en un formulario a verla como una posibilidad concreta de abrir nuevos espacios de crecimiento para su actividad científica.
Para pasar de una visión a la otra habrá que vencer miedos e ignorancias, adentrándonos en la exploración de las herramientas comunicacionales que tenemos a nuestra disposición y adquiriendo conocimientos en aquellas que consideremos más apropiadas para nuestros objetivos.
Ya no es una cuestión de SI la falta de comunicación científica afectará las actividades de investigación, más bien es una cuestión de CUÁNDO se comenzarán a sentir los efectos de esta incomunicación. Algunos podrán darse el lujo de darle la espalda a la comunicación y perder enriquecedoras posibilidades de crecimiento como científicos, y sobre todo como individuos. Otros, las nuevas generaciones sobre todo, no podrán alejarse de la comunicación científica sin perder espacios de crecimiento que serán más difíciles de recuperar a medida que pase el tiempo.
Wolk también considera que el cambio de OBSERVADOR se estimula creando el CONTEXTO apropiado para el aprendizaje y el planteamiento de dudas y temores en un clima de confianza y respeto. Los más altos niveles ejecutivos del sistema científico argentino están creando este contexto, lo cual indudablemente facilita los cambios buscados.
Sería interesante que este contexto sea aprovechado por los investigadores en su conjunto y que ellos contribuyan a que los cambios buscados no queden en una moda pasajera sino que se concreten en la creación de una nueva realidad en la cual ellos se verán ampliamente favorecidos.
Aunque hoy en día muchos sigan adhiriendo a esa imagen romántica del científico trabajando solo, la situación ya no es la misma. Los escándalos desatados en torno al reciente premio Nobel en Fisiología o Medicina por la autoría de los trabajos nos recuerdan que estos investigadores no han trabajado solos. Asignar el premio a una sola persona es más una cuestión práctica que el reflejo de una realidad.
Los trabajos científicos ya no son actividades iniciadas y llevadas adelante en solitario. Las estadísticas muestran que la gran mayoría de los trabajos científicos publicados son el resultado de colaboraciones locales, nacionales e internacionales entre varios investigadores. El aspecto social de las ciencias, incluidas las ciencias duras, no puede ser negado. La interacción humana abre la posibilidad y el desafío asociado de generar conversaciones efectivas entre los integrantes de los equipos, única forma de poder alcanzar los resultados buscados.
Pero además de verse expuestos a comunicarse entre ellos de manera efectiva, los científicos tienen ahora la oportunidad (buscada o no) de comunicarse con el resto de la sociedad. Nunca como en los tiempos que corren hemos tenido tantos canales para que un mensaje llegue a una audiencia determinada. A pesar de ello, no deja de sorprender lo poco que estos canales son utilizados por la comunidad científica en general. Más que una crítica, trato de reflejar una situación que, de ser abordada a tiempo y convenientemente, abre nuevas posibilidades de avances tanto en lo científico como en lo social de la ciencia.
Estamos ante un cambio de paradigma: pasando de una cultura de “no comunicación científica” a otra donde cada vez con mayor insistencia y desde los más altos niveles, aquellos que fijan las políticas científicas, se insiste en la necesidad de que los científicos desarrollen actividades comunicacionales.
Sería poco sabio considerar a estos requerimientos solo como un item más a llenar en el formulario de rendimiento del investigador. Si entendemos que la comunicación del trabajo científico que hacemos reporta beneficios para el mismo en todos los niveles (colaboraciones con otros científicos, mayores posibilidades de obtener financiamiento, atracción de nuevos recursos humanos a las carreras científicas, interacción con distintos grupos sociales y medios de comunicación), podremos abordar la tan mentada comunicación científica desde otra perspectiva.
Leonardo Wolk nos habla en su libro “Coaching: El arte de soplar brasas” de la secuencia CONTEXTO à OBSERVADOR à ACCIÓN à RESULTADOS. Si queremos cambiar los resultados, en nuestro caso comenzar a comunicar ciencia o mejorar dicha comunicación si ya lo venimos haciendo, necesitamos reevaluar nuestras acciones. Esperar resultados distintos ejecutando las mismas acciones, como dijo Einstein, es locura. Para cambiar las acciones, entonces, necesitamos cambiar al observador que las ejecuta. ¿Qué significa cambiar al observador? Crear espacios para que repiense sus interpretaciones acerca de la comunicación científica. Pasar de verla como otro incordio burocrático para completar en un formulario a verla como una posibilidad concreta de abrir nuevos espacios de crecimiento para su actividad científica.
Para pasar de una visión a la otra habrá que vencer miedos e ignorancias, adentrándonos en la exploración de las herramientas comunicacionales que tenemos a nuestra disposición y adquiriendo conocimientos en aquellas que consideremos más apropiadas para nuestros objetivos.
Ya no es una cuestión de SI la falta de comunicación científica afectará las actividades de investigación, más bien es una cuestión de CUÁNDO se comenzarán a sentir los efectos de esta incomunicación. Algunos podrán darse el lujo de darle la espalda a la comunicación y perder enriquecedoras posibilidades de crecimiento como científicos, y sobre todo como individuos. Otros, las nuevas generaciones sobre todo, no podrán alejarse de la comunicación científica sin perder espacios de crecimiento que serán más difíciles de recuperar a medida que pase el tiempo.
Wolk también considera que el cambio de OBSERVADOR se estimula creando el CONTEXTO apropiado para el aprendizaje y el planteamiento de dudas y temores en un clima de confianza y respeto. Los más altos niveles ejecutivos del sistema científico argentino están creando este contexto, lo cual indudablemente facilita los cambios buscados.
Sería interesante que este contexto sea aprovechado por los investigadores en su conjunto y que ellos contribuyan a que los cambios buscados no queden en una moda pasajera sino que se concreten en la creación de una nueva realidad en la cual ellos se verán ampliamente favorecidos.