Mauricio Macri realizó este 20 de junio una visita relámpago a Rosario, con varias actividades en muy poco tiempo. En total, desde que aterrizó en el aeropuerto “Islas Malvinas” de Rosario hasta que volvió a despegar hacia Capital Federal, pasó 1 hora y 40 minutos. Cien minutos frenéticos.
El presidente despegó apenas pasadas las 8 de la mañana desde Buenos Aires, rumbo a Rosario. Lo acompañaron en el avión oficial Tango 10 su esposa Juliana Awada y el jefe de Gabinete de la Nación, Marcos Peña.
Aterrizó a las 8.37 en suelo rosarino y cuando faltaban segundos para que el reloj marque las 8.40, el jefe de Estado descendió de la aeronave en el aeropuerto internacional, para luego subir a un helicóptero que lo trasladó al helipuerto de Prefectura.
Desde allí, el presidente fue llevado en automóvil hasta el Monumento, donde lo esperaban el gobernador Miguel Lifschitz (en muletas por su reciente operación del tendón de Aquiles), la intendenta Mónica Fein y la ministra Patricia Bullrich, entre otros funcionarios y personalidades de la ciudad.
A las 9 en punto se produjo el izamiento de la bandera en el mástil mayor del Monumento, que lució vallado. Un grupo de rosarinos, no muy nutrido, observó el acto protocolar a una prudente distancia.
El máximo mandatario escuchó los 7 minutos de discurso de Fein y los 10 de Lifschitz. Su alocución fue la más breve: apenas se extendió por 6 minutos.
Macri saludó y emprendió una veloz carrera hacia 24 de septiembre y Caferatta, en la zona sudoeste de la ciudad, donde visitó a Elisa, dueña de una empresa de transporte. Vecinos sorprendidos por la visita se agolparon en la puerta para saludarlo. Varios entonaron el cántico preferido de Cambiemos (frase que el presidente mencionó en su discruso): “Sí se puede”.
Apenas estuvo unos minutos en el interior de la empresa. Rodeado de seguridad privada y efectivos de Gendarmería, Macri se subió al vehículo oficial, saludó con la mano en alto y partió de regreso al aeropuerto.
A las 10.20, el Tango 10 carreteaba nuevamente para levantar vuelo y regresar a Buenos Aires. Fueron cien minutos, una hora cuarenta, de intenso paso presidencial por Rosario.
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