Ya está en Rosario junto a su esposa el polista cordobés que quedó parapléjico tras un accidente y cuya curatela desató una verdadera batalla entre la mujer y la familia paterna del joven. Ignacio Ballesteros arribó en una ambulancia al anochecer a Fisherton, luego de que la Corte Suprema determinara que el caso debe ser definido por la Justicia de la ciudad.
El ex deportista llegó a las 19.45 a la casa del barrio Aldea que su esposa, Gisela La Menza, acondicionó especialmente para cuidarlo en su rehabilitación. El ingreso se dio ante una fuerte custodia policial, luego de algunos incidentes registrados en su salida de Córdoba.
“Estaba esperando hace mucho, y muy ansiosa, que Nacho llegara para empezar la rehabilitación. Y va a haber que trabajar duro, no lo veo bien”, expresó la mujer desde el móvil del noticiero Telenoche (El Tres).
En ese sentido, detalló que el paciente “tiene lesiones en la piel que antes no tenía, y la parte respiratoria está más comprometida”, por lo que ahora deberá someterse a una evaluación médica “para ver dónde estamos parados”.
“Él me reconoce, recién cuando lo saludé hacía sonidos... Debe estar contento de estar de nuevo en casa”, contó Gisela, y recordó que su marido ya no está en estado vegetativo sino “de mínima conciencia”.
La Menza también se refirió a los disturbios que se generaron por la tarde en Córdoba, donde el papá de Ignacio agredió a sus abogados: “No me sorprende, el padre siempre fue violento, es agresivo”, sostuvo.
En tanto, “la curatela ya está otorgada a Gisela, incluso antes de que la Corte Suprema fallara”, aclaró la defensa de la mujer.
El caso
El accidente de Ignacio Ballesteros se registró hace casi dos años, durante un partido de polo que se jugó en San Antonio de Areco. Una yegua corcoveó y golpeó al joven, de 33 años, en la cabeza. En un principio fue en Buenos Aires donde estuvo internado, ya que el matrimonio vivía en la localidad bonaerense de Duggan.
Luego la mujer, una médica de 29 años, adaptó su casa en Rosario y lo trasladó allí. Pero había tensión entre la esposa y los padres de Nacho, quienes consiguieron una orden de la justicia federal cordobesa para llevárselo a un instituto de rehabilitación de esa provincia, donde fue internado. La Corte Suprema determinó que no tenía competencia, y que sí la tenía un juez de rosario.