“Nos ponemos el cotillón de playa”, ordenó con palmas Mauro Picarelli, uno de los dos entrenadores de los 12 seleccionados para el Mundial de Salvamento Deportivo que este año se disputa en Adelaide, Australia.
Es viernes, el sol no quiere salir y hace frío. Sobre todo, al lado del río Paraná donde esa tarde los seleccionados tenían que cumplir con el entrenamiento en arena y aguas abiertas, pero casi ninguno tenía muchas ganas de desvestirse y enfundarse con el traje de neoprene, después de una mañana de ejercicios en pileta. Menos que menos, meterse al agua marrón. La mayoría son de Buenos Aires e incluso hay tres de Río Negro. Entrenan a distancia bajo las directivas desde Rosario de Mauro y desde Viedma de Javier Nieva. Ese viernes coincidieron para la 2° fecha del circuito nacional, que los ayuda a prepararse para el gran evento de noviembre, así que hicieron de tripas corazón y al agua fueron.
Un deporte con plus…
Aparte de ser un deporte considerado muy completo, el Salvamento Deportivo o Acuático tiene una característica que lo distingue y le da valor agregado: quienes lo practican pueden salvar vidas. Quienes compiten en el Mundial deben ser necesariamente guardavidas.
“Salvamento combina natación y atletismo”, resumió a Rosario3.com Antonela Cornaglia, quien fue la primera deportista femenina en la historia mundialista argentina en llegar finalista en la prueba de Lanzamiento de cuerda (Line Throw), semifinalista en Banderas (Beachflag) y en los 90 Sprint en el Mundial de Holanda de 2016.
“Tone”, como la llaman sus compañeros, es kinesióloga y tiene 29 años. Cada verano, vela por la seguridad de los cientos de rosarinos que pasan por la pileta municipal Belgrano.
Oriunda de María Susana –a unos 170 kilómetros de Rosario–, tiene su consultorio justo debajo del club donde entrena, YMCA Salvamento; así, entre paciente y paciente, se acomoda para cumplir con la planilla de entrenamiento.
“Lo ideal –explicó Mauro– es nadar un día y correr el otro. Los sábados lo dejamos para practicar con los elementos”. Por elementos se refería al “cotillón”: maniquíes que hacen las veces de las “víctimas” –como llaman a las personas e situación de ahogo–, patas de rana, postas, cuerdas y esquíes –embarcaciones similares a un kayak pero más finitas y livianas–, entre otras cosas.
Los deportistas tienen que poder sortear con destreza y rapidez distintos obstáculos en el agua y en la arena. Por ejemplo, tienen que poder nadar con el maniquí a cuestas que lleno de agua pesa unos 70 kilos; correr a toda velocidad al agua, nadar también a lo Flash, y volver a salir a la corrida; o remar a todo vapor hasta un punto y regresar. Son todas maniobras que simulan situaciones reales de rescate. Por eso es tan importante la velocidad y la fuerza.
De todas las pruebas, quizás la más exigente es la conocida como “oceanman” o “oceanwoman” (hombre océano o mujer océano), donde los competidores tienen que cubrir un recorrido de 1400 metros aproximadamente que incluye una posta de natación, una posta de tabla, una posta de ski y un sprint final.
…pero mucho hándicap (si sos argentino)
Pese a lo completo (y valioso) del deporte, no tiene todavía rango olímpico y por lo tanto, en Argentina no cuenta con ningún tipo de asistencia económica. Así, los clubes (y los propios deportistas) tienen que hacer grandes esfuerzos para pertrecharse de los elementos. Un cotillón muy colorido, atado al baile del dólar.
Además, el deporte cuenta con varias disciplinas y muchos países como Nueva Zelanda, Australia y Sudáfrica tienen entrenadores para cada una de esas destrezas, mientras que en Argentina, Mauro y Javier se las tienen que arreglar para guiar a una gran variedad de deportistas que pocas veces coinciden en el mismo lugar. En total son seis hombres y seis mujeres. A los tres rionegrinos –hay dos chicos de Viedma y una muchacha de Villa Regina–, se le suman tres santafesinos, cinco bonaerenses y una cordobesa. Hay docentes, estudiantes y hasta un colectivero.
Del trabajo a la pileta, y de la pileta al río o al mar
Ninguno de los seleccionados es deportista a tiempo completo. Y en eso también, corren con desventaja con los otros competidores, muchos de los cuales son nadadores y atletas profesionales.
Como Cornaglia que se hace un hueco entre paciente y paciente para nadar o correr, Mariano Baccaro (32), también se acomoda para terminar el turno arriba del 143 y calzarse las patas de rana. Natalí Soulé (25), hace lo propio mientras estudia Bioquímica y César Payalef (29) cuando sale del hospital donde trabaja como enfermero.
Todos, tienen que desempeñarse bien en cada prueba, aunque cada uno tiene sus fuertes. El de Muriel Fejoz, la única cordobesa del seleccionado, es la pileta. Tiene 21 años, estudia traductorado de inglés y obvio, es guardavidas. Éste es su primer Mundial y lo vive con mucha ansiedad.
Lo suyo son justamente, las pruebas que más tienen que ver con el rescate propiamente dicho, el nado rápido hasta la “víctima” –un torso de plástico que se llena de agua y aún vacío resulta endiabladamente pesado–, y su arrastre hasta lugar seguro. O sea, hasta el otro lado de la pileta.
En este tipo de desafíos es difícil ganarle a los atletas de otros países, la mayoría nadadores olímpicos que cuentan con los recursos que estos chicos consiguen a fuerza de rifas. “Pero en agua abierta la cosa cambia”, señala Alan Paradiso, que este julio se recibe de profesor en Educación Física. “Cómo entrás al agua hace la diferencia, podés ser muy rápido en una pileta pero si no sabés cómo entrar al mar o al río…”, sacudió la cabeza.
Paradiso vive en Mar del Plata y mucho de sus trucos para hacer una buena entrada los aprendió de los guardavidas de la playa a quien seguía de chiquito. Éste es su segundo Mundial y quiere meterse entre los 15 mejores en aguas abiertas.