La depresión es un trastorno mental que padecen más de 350 millones de personas en todo el mundo y que, como alerta la Organización Mundial de la Salud (OMS), constituye la primera causa global de discapacidad. No en vano, y además de afectar muy negativamente al estado del ánimo –provocando apatía, desesperanza y una pérdida de la autoestima–, la depresión disminuye las capacidades tanto cognitivas como motoras de los pacientes. Sin embargo, el cerebro no se mantiene impasible ante estos síntomas.

Como muestra un estudio dirigido por investigadores del Instituto de Investigación Saban del Hospital Infantil de Los Ángeles (EE.UU.), cambia su estructura anatómica para combatirlos. Y una vez los fármacos consiguen paliar progresivamente esta sintomatología, el cerebro va recuperando a su vez su anatomía "normal".

Como explica Bradley Peterson, co-director de esta investigación publicada en la revista "Molecular Psychiatry", "nuestros resultados sugieren que el engrosamiento de la corteza cerebral es una respuesta compensatoria y neuroplástica que ayuda a reducir la gravedad de los síntomas asociados a la depresión".