Desde todos los frentes, el alimento que actualmente proviene de un ser vivo para consumo masivo es criticado, o al menos, puesto bajo sospecha. Hace no mucho tiempo atrás, una conocida empresa brasilera enfrentó una demanda que casi le cuesta su continuidad y es que habían encontrado que la carne que estaba en las góndolas estaba adulterada para venderla en estado de descomposición y que la gente no lo notara en su aspecto.
Mientras que el cúmulo de denuncias a cerca de la salubridad con la que llega la carne vacuna a los supermercados está en aumento, cada vez más gente se une a la tendencia alimentaria vegana o vegetariana, proveyéndose de las proteínas de la carne por medio de otros suplementos naturales o compuestos.
Y como si esto no fuera poco, otro golpe recibe el consumo de carne vacuna con las cada vez más denuncias de impacto medioambiental y del bienestar animal que proliferan por parte de organizaciones a favor del proteccionismo animal.
Seguramente estas han sido las razones por las cuales se ha vuelto a poner el ojo en la producción de carne sintética, un ensayo que no hace más que cubrir la necesidad del consumo de un tipo de producto pero sin llegar a todas las consecuencias que menciono más arriba. Algunos volverán a leer pensando que hay un error, pero no, se trata de lograr la fórmula equilibrada de costo-beneficio como para que se empiecen a ver algunos cortes producidos en las heladeras de los supermercados.
¿Toda la carne al asador?
¿Por qué creés que no lo han hecho antes? Puede sonar una buena idea, al mismo tiempo que comienzan a resonar algunas fantasías que la industria cinematográfica vaticinó desde la Dimensión Desconocida hasta Black Mirror en donde gira el discurso de que en poco tiempo más no sabremos nada de lo que nos estamos llevando a la boca para sobrevivir.
La fórmula de la carne sintética existe desde hace mucho tiempo pero no se ha podido implementar porque los costos de producción hacían que nadie pudiera pagar por ellos; ni siquiera para un consumo privilegiado.
Aún con todo el panorama que más arriba te cuento sobre el consumo de carne, la demanda a nivel mundial está en ascenso desde hace dos décadas y se prevé que hacia el 2050 existirá más demanda que oferta. Además, hay que considerar qué regiones son las que exportan más carnes que otras y quiénes importan más que otras. Si el propósito era buscarle una vuelta de tuerca al asunto de la carne de vaca, estos datos vienen como anillo al dedo para poner sobre la mesa el debate sobre la existencia o no en las góndolas de la carne sintética.
Una de las firmas desarrolladoras de este compuesto proteico es MosaMeat que obtuvo carne con el cultivo de células musculares extraída de vacas vivas. Ese preparado se mantiene en laboratorio hasta generar distintos cortes cárnicos.
Para Peter Verstrate, CEO de la empresa desarrolladora, el propósito es “encontrar soluciones verdaderamente transformadoras” apuntando a las implicancias medioambientales, la seguridad alimentaria y la protección de los animales, según expuso en un coloquio organizado por el Instituto para la Integración de América Latina (INTAL).
Si el propósito de organizaciones como MosaMeat progresan en el tiempo no faltará mucho para que en América Latina se acceda a la carne sintética embolsada al vacío, embotellada o enlatada. Del paquete al asador.
Modelo sostenible
Esta puede resultar una mala noticia para los que comen carne y no la dejarían de comer por nada del mundo. Ciertamente no hay números que respalden cuántas personas dejarían de consumirla si supieran el daño que la producción ganadera genera en el medio ambiente, pero aquí el parámetro se mide con el paladar. El caso es que dentro de unos años, probablemente, todo este diseñado de manera de que se respeten tanto a las vacas, más que a la dieta.
Para ello se trabaja en un modelo sostenible, a sabiendas de que la ganadería contribuye en un 18% con las emisiones de gases de efecto invernadero, más que la producción de 100 gramos de carne ocupa aproximadamente siete metros cuadrados de tierra que podría ser útil para el cultivo, y siendo que se requieren dos mil litros de agua para esos 100 gramos.
El único freno para que el mercado de la carne sintética se establezca en todo el mundo es el costo. Producir un kilogramo hace cuatro años costaba 350 dólares, mientras que ahora el mismo peso cuesta 64 dólares. Los investigadores creen que, a este ritmo, los cortes llegarán al supermercado en el 2022.
Hay que ver en aquel año si es cierto que la carne sintética se pueda comprar por el mismo costo que la vacuna en la actualidad, pero también hay que evaluar si aumenta el porcentaje de gente que acepte este reto, por ahora sólo el 8% de los latinoamericanos están esperando que llegue el producto elaborado al consumo masivo.