Su rostro cubierto por el barbijo multiplicado en pantallas televisivas, teléfonos celulares y diarios desde hace un año. Leonardo Caruana se transformó, sin imaginarlo, en la cara visible del coronavirus en Rosario. Acababa de reasumir como secretario de Salud municipal de la flamante gestión del intendente Pablo Javkin y el desafío parecía palpable. Sin embargo, la irrupción del covid-19 y su rápida propagación trastocaron sus expectativas. Y las de todo el mundo.
Es 19 de marzo de 2021. Rosario3 tocó la puerta de su oficina. Hace un año atrás, pasadas las 21, el presidente Alberto Fernández anunciaba el aislamiento social obligatorio, el famoso “quedate en casa” que cerraba las puertas al exterior pero abría un sinfín de dudas. Comenzaba así un capítulo de la historia local, nacional y mundial que con variantes y divergencias, compartiría mucha letra; un relato que aún hoy, 365 días después tiene un final desconocido. “Tuvimos un año largo porque hubo muchos acontecimientos. Cada uno ha sido un año en sí mismo por eso cuesta sistematizar todo, fue muy intenso. Hubo distintas imágenes que se fueron modificando”, dijo intentando abordar la inmensidad de este tiempo único en el que debió ponerse al frente de la situación sanitaria de la ciudad en medio de la pandemia de coronavirus.
Le costó recordar esos primeros pasos dados, casi en la oscuridad. “La preocupación comienza cuando se ve que además de China aparecen casos en otros lugares en el mundo. Empezamos a pensar y a trabajar en esa posibilidad por la conectividad, era muy difícil no pensar que no podíamos atravesar esa situación. La primera etapa estuvo ligada a la incertidumbre, a los temores y tensiones porque se conocía muy poco y aparecían muchas dificultades que tenían que ver con conseguir elementos de protección personal, esto de empezar a prepararse. Teníamos un desierto en la ciudad y por otro, trabajadores esenciales que estábamos todo el día a un ritmo mucho más intenso que el del aislamiento social. Era un contraste”, recordó sobre los días de la cuarentena estricta en los que Rosario, al igual que el resto del país, mutó en un escenario casi apocalíptico. De pronto la memoria se agudizó, y observó sobre el inicio: “Sentimos temores y tensiones porque teníamos que trabajar sobre protocolos nuevos con un conocimiento escaso del comportamiento del virus y de la forma de cuidarse y de prevenirlo. Había una lluvia de tutoriales y las redes sociales aportaban con sobre información de todas estas cosas”.
Desde el primer día fue la voz sanitaria oficial. Consultado miles de veces sobre el estado de situación, salió a dar respuestas pero no solo precisiones sobre el comportamiento del virus y las estrategias a seguir sino que encaró la tarea de concientizar a la población sobre sus propias conductas. “Yo estuve en otras experiencias de situaciones de crisis, pero nunca de la intensidad y el arrasamiento de la vida cotidiana tan global como esta, la pandemia la definimos como la enfermedad que transformó la forma en que nos organizamos como sociedad, no fue una situación individual –analizó– pero hubo otras crisis, la de calle Salta 2141 lo fue, y aprendimos que se necesita un vínculo estable y sostenido con la población que lo construimos con los comunicadores y los medios de comunicación”, comentó.
“En ese momento surgían las falsas noticias, la estigmatización y había que sentarse a hablar con serenidad y lo hicimos en calma y sin sobreactuación, no llevando temor y para eso se necesita hablar permanente y eso se da por el trabajo continuo de los comunicadores”, remarcó.
“Intentamos llegar de forma simple y también abordar la complejidad de lo que significa lo colectivo y comunitario, discutiendo e incorporándose en los debates que se dieron porque es necesario profundizar en los fenómenos que van apareciendo, que se multiplicaron en la pandemia, decisiones individuales de las personas más ligadas a la determinación de políticas neoliberales que fueron modulando subjetivamente la cuestión de «salvése cada uno»”, explicó sobre sus constante e indeclinable tarea de concientización. “Provocar y discutir esto en los medios también forma del abordaje de una cuestión de salud pública, no es solo el cuidado en términos personales, es también la necesidad de tener sistemas de salud accesibles, de fortalecer de que el acceso sea a partir de un centro de salud, de discutir qué significa cuando se puso en duda la vacunación, las disputas político partidarias que atravesaron la pandemia, quienes pregonaban si había que priorizar la economía o la salud, discutir sobre estas cosas, y sobre todo de quienes tienen estos elementos para cuidarse y sin embargo desafiaron de forma casi permanente la cuestión colectiva poniendo en riesgo a otros. No había posibilidad de tener mejores resultados si había un sector de la población que no se cuidaba. Entonces lo colaborativo, la responsabilidad colectiva es parte de la discusión. Hay una dimensión poblacional, política y cultural que también es necesaria dar en cada contacto con los vecinos”, expresó.
Temor y satisfacción
Pasó un año y hubo momentos de todo tipo. Rosario3 consultó al secretario sobre cuál había sido el más estresante y qué experiencia recordaba como reconfortante en medio del árido camino encarado. “Uno de los momentos de mayor tensión fue en las semanas de los meses más críticos, cuando el 95, el 97 por ciento de las camas críticas de la ciudad se usaba. El número de camas lo podíamos contar con los dedos de una mano en relación a las disponibles. Ese fue uno de los momentos duros”, precisó.
Lo bueno también se hizo presente. En ese sentido, el funcionario destacó: “Lo que me generó gran satisfacción fue la propuesta en marzo pasado de los centros de salud, que recupera la experiencia de trabajar sobre problemáticas, decir podemos vacunar nosotros contra la gripe a los adultos mayores en sus domicilios y llevarles la medicación crónica, así no se movilizan. Esta acción no necesitó ninguna resolución sino que fue una propuesta de los propios equipos que garantizamos desde el municipio. Esto reivindica el trabajo en salud”, soltó visiblemente orgulloso.
Descanso, poco y nada
Caruana llegó a pasar 20 horas seguidas en su despacho del Cemar, en Moreno y San Luis. Aunque admite que hubo instantes de mucho desgaste, resaltó una vez más el trabajo en equipo que le permitió llevar “una mochila más liviana”. A pesar de que el trajín no es el de un año atrás y hubo algo de descanso en enero, la vacunación intermitente y la anunciada segunda ola de contagios borraron el horizonte al que algunos le pusieron fecha.
“Que la vacunación actúe como un factor de relajamiento es un error, esta es otra etapa más”, destacó del otro lado de las promesas e intenciones de un 2021 diferente al 2020. “Se desdibujaron la mayoría de los pronósticos ysi algo aprendimos en un año es que los pronósticos y las definiciones taxativas se desdibujaban al mes. Sí es cierto que a un año y con un escenario sanitario complejo, sabemos cómo cuidarnos, hay un sector de la población que ya incorporó la vacuna – no es lo mismo llegar al invierno con la población de geriátricos y mayores de 70, 80 y 90 vacunados porque las complejidades de esos sectores es muy alta, advirtió– pero vemos por otro lado un cambio de comportamiento del virus, de una mayor virulencia y una inmunidad de rebaño que se aleja, por eso es necesario acceder a la vacunación pero no dejar la habitualidad de los cuidados”, concluyó.
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