La ciudad de Nueva York se vio envuelta este miércoles en un smog que tiñó el cielo de naranja, oscureció sus rascacielos y obligó a los residentes a utilizar mascarillas, como consecuencia de los incendios forestales que afectan a Canadá, que también provocaron una alerta por la calidad del aire en toda la costa este de Estados Unidos.
Como consecuencia del humo de los incendios y su desplazamiento hacia el sur, las autoridades locales emitieron alerta para los estados de la costa este, en tanto, en la Gran Manzana recomendaron el uso de barbijo y que se limitaran las actividades al aire libre.
El abogado Hugh Hill, de 43 años, que llevaba una mascarilla mientras paseaba a su perro por Central Park, dijo que le habían "picado" los ojos y la garganta a causa de la neblina dañina, que comparó con el olor de un fuego de leña, detalló un despacho de la agencia AFP.
"No sé si es psicológico o físico, pero sé que hay algún beneficio en usar una máscara. Obviamente, no va a prevenir todo, pero hay que sacar a pasear al perro", agregó el hombre.
La espesa niebla envolvió la icónica Estatua de la Libertad y el horizonte de la isla de Manhattan, que normalmente brillaría bajo el cielo azul de principios del verano boreal.
La capital financiera de Estados Unidos y gran parte del estado de Nueva York quedaron bajo alerta sanitaria por la calidad del aire, la cual estuvo vigente hasta el miércoles por la noche.
También se emitieron advertencias en Washington, la capital estadounidense, y fueron suspendidas todas las actividades al aire libre en las escuelas públicas de la ciudad de Nueva York, cuyo alcalde, Eric Adams, instó a los habitantes de la ciudad a limitar el tiempo al aire libre a "las necesidades absolutas".
La organización IQAir.com, que realiza un seguimiento de la contaminación en todo el mundo, señaló que el miércoles por la mañana el índice de calidad del aire (AQI) de la ciudad de Nueva York era de 158, un valor "poco saludable".
También señaló que la concentración de partículas diminutas conocidas como PM2.5 era 14 veces mayor que las directrices de la Organización Mundial de la Salud (OMS).