Este miércoles se cerraron las elecciones para renovar la conducción de los centros de estudiantes y consejeros directivos estudiantiles en la Universidad Nacional de Rosario (UNR). Los comicios comenzaron el lunes y terminaron en una jornada atípica por el paro de los docentes universitarios. Sin embargo, los pasillos de las facultades se llenaron igual de panfletos y consignas, esta vez atravesadas por una educación pública en jaque por el congelamiento presupuestario del gobierno nacional.
Rosario3 recorrió algunas de las facultades de la ciudad y recogió los testimonios de los estudiantes, desde los que recién arrancan hasta los que ya están muy cerca de terminar la carrera. Y casi todos compartieron las mismas preocupaciones: materiales caros, transporte caro, alquileres caros, fotocopias caras, apuntes caros, libros caros.
A los bolsillos flacos sumaron la incertidumbre por la inserción laboral ante la falta de pasantías u otras propuestas de prácticas preprofesionales. Y claro, un contexto económico donde la demanda de trabajo supera con creces la oferta y los salarios, entre ellos el de los docentes, dejan mucho que desear.
“Todos entendemos y apoyamos la lucha por las mejoras en las condiciones laborales de los profesores, pero lo que pasa en esta facultad es que cada vez que hay paro el día de un examen, no reprograman la mesa”, criticó una estudiante avanzada de Psicología.
“El contexto por fuera de la facultad es muy difícil, lo que pasa afuera termina repercutiendo sí o sí adentro. Algunos están cansados. Hay que encontrarle una vuelta todos los días para poder seguir estudiando, de ver cómo hacer para llegar a fin de mes para poder continuar con la carrera, porque todo sube”, observó una estudiante de Derecho.
Desde Bellas Artes y Arquitectura agregaron a la lista básica de costos formada por fotocopias, apuntes y libros, los materiales que necesitan como otras carreras para sus trabajos prácticos; y la insuficiencia, o directamente la falta de becas para solventarlos.
Otro futuro abogado planteó la dificultad de estudiar y trabajar porque lo que se puede hacer en simultáneo con la carrera -incluso las pasantías-, "está muy mal remunerado”.
Asimismo, se refirió al plan de estudios y a la necesidad de actualización criteriosa. “En 2016 hubo una reforma que causó mucha deserción”, apuntó.
En la facultad de Relaciones Internacionales coinciden: hay que revisar los contenidos según las necesidades del mundo del trabajo.
“Muchas veces pensamos en la universidad como un centro de producción y fuente del conocimiento, pero también hay que pensar a la universidad como centro de adquisición de habilidades prácticas que nos permiten insertar laboralmente y yo creo que una de las cuestiones más necesarias que tienen es vinculada a la ampliación de la oferta de pasantías”, señaló una estudiante, también preocupada por la deserción entre sus compañeros: “A medida que pasa el tiempo uno puede ir viendo cómo dejan de estudiar y eso es duro. Por un lado, por la extensión del tramo curricular, que así lo volvía insostenible y además otro problema es la incompatibilidad de los horarios de cursado con las horas de cualquier tipo de trabajo”.
El espacio -o mejor dicho la falta de- y las condiciones edilicias son otros de los reclamos de los estudiantes.
En la facultad de Humanidades y Artes, por ejemplo, no tienen bar y constantemente tienen que lidiar con baños clausurados y postes de luz o pedazos de cielo raso que se caen mientras cursan.
En Arquitectura, en tanto, están apiñados. "Con la incorporación de Diseño Gráfico, el edificio actual quedó chico”, señaló un estudiante.
Lo cierto es que a pesar de todo, o más bien por todo -por los bolsillos flacos, por los planes de estudio eternos, por las aulas que necesitan mejor mantenimiento-, miles de estudiantes se acercaron a sus facultades a defender y a votar por una universidad pública mejor.