“Las cárceles de la Nación serán sanas y limpias, para seguridad y no para castigo de los reos detenidos en ellas”, esto indica el artículo 18 de la Constitución Nacional. Hoy, las cárceles no son sanas ni limpias, son escuelas de delito, donde los condenados salen con más contactos criminales y conocimientos. Esto reflexionó la Defensora Pública Jacquelina Balangione, a propósito de la espectacular fuga de la cárcel de Piñero del domingo.
“Hay que dar un giro en la política criminal porque esto no tienen fin y es cada vez peor, (los penales son) como fábricas”, advirtió Balangione, en contacto con el programa Radiópolis, que conduce Roberto Caferra por Radio 2. Y confirmó todo lo que un preso de Piñero contó al mismo programa sobre la penitenciaría: “Si vos no le das una posibilidad a los que están acá adentro, salen peor de lo que entraron”.
“Contó la realidad tal como es adentro”, aseguró la funcionaria.
La Defensora apuntó contra la sobrepoblación de Piñero –tiene 700 internos más de lo permitido, "2.100 en total, un pueblo"–, todos en un mismo espacio: desde el que cumple una condena menor hasta los “pesos pesados”, jefes de bandas narcocriminales.
Vuelven a la sociedad habiendo aprendido muchas cosas
Sin teléfonos públicos para contactaste con sus familias, el tráfico de celulares tiene “un consentimiento tácito”. Y sin actividades –no hay suficientes talleres ni trabajo–, la cárcel se transforma en un posgrado del crimen, donde los internos tejen alianzas, y refinan sus formas de delinquir.
“Vuelven a la sociedad absolutamente relacionados, habiendo aprendido muchas cosas y empoderados en los barrios”, observó Balangione que no descartó los usos políticos de la población carcelaria ni incluso de la propia fuga: “Todo puede ser, pero porque hay un caldo básico que da la posibilidad de que eso suceda. Esto da para cualquier cosa”.
“En un mismo pabellón hay 80, 90 muchachos compartiendo 24 horas del día, durante todo el año, con pocos talleres educativos, ni cupo laboral y con personas que han cometido delitos de distinto tipo: pesos pesados y otros que entran por poco tiempo. Y lo único que hacen es conectarse ahí adentro y verse sometidos a una violencia no solo institucional”, graficó.
“Con la sobrepoblación todo se desmadra y es mucho más difícil de controlar –insistió– . Creo que la cuestión no consiste solamente en tener más cárceles, sino en dar un giro en la política criminal, porque esto no tienen fin y es cada vez peor”.
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