Dora Ríos, es una enfermera de 66 años, jubilada, que atendió a los heridos en la Guerra de Malvinas en 1982. Su impresionante historia fue contada en Radio 2 y el detalle que llamó la atención, es que pudo hablar de todo lo que vivió recién hace cinco años. Fueron 35 años de silencio, de recuerdos estremecedores, de procesión que fue por dentro.
“No sabíamos que iba a haber una guerra. En ese momento nos hicieron preparar todas las salas y pabellones, nunca sabíamos que iba a desarrollarse una guerra”, contó Dora Ríos, una enfermera civil profesional que se encontraba trabajando en el Hospital Naval de Puerto Belgrano cuando comenzó la guerra de Malvinas.
"Yo entre a trabajar en el año 1976 y cuando llegamos en el año 1982 que se dio la guerra, atendimos a los heridos que llegaban directamente de la batalla. Sin decir nada, trabajábamos. Cuando vimos muchos heridos, ahí nos dijeron que había una guerra y cuando salió un comunicado interno, nos dijeron que no podíamos hablar de nada de lo que se veía ahí", confió.
"Era un poco difícil, pero no me daba cuenta por la intensidad. Dios sabe que pusimos lo mejor de cada uno. No sabíamos cuantas horas pasábamos ahí adentro y no veíamos la luz. No había celular ni nada porque no existía la comunicación", agregó.
Los días eran fríos y los soldados heridos llegaban en manos de las 170 enfermeras que fueron parte del Hospital. "Venían los chicos con los pies morados. No podían caminar porque el agua era congelada. Muchos también se habían quemado con el hielo".
Dora dejó todo y fue embarazada de un mes a trabajar a una guerra que no sabía que era tal. 2Era atender y atender", puede soltar hoy, después de 40 años de aquel horror.
El silencio de la enfermera y el dolor de la guerra
Dora se retiró y estuvo dos años más trabajando en la Base Naval. En la entrevista que le realizaron Iván Camer y Ángeles Ortiz este jueves en Radio 2, remarcó que durante ese tiempo, ningún combatiente tuvo asistencia psicológica. "Cuando llegaba a mi casa veía a algunos que tenían el alta, se cruzaban con alguien y era muy feo ver eso porque decían 'no me ataquen' y sufrían", describió.
La mujer, de 66 años, lo dio todo. Y luego emprendió viaje con su familia y eligió Rosario para vivir porque "está la bandera y el Monumento".
Al llegar a la ciudad, comenzó trabajando en sanatorios. Escuchaba que la gente hablaba de los "loquitos de la guerra". Cuando sanó, pudo empezar a hablar.
"Interiormente, tenía que cumplir con lo que me habían dicho. Después de la guerra, muchos ex soldados se suicidaron porque no podían expresarse. Éramos muy respetuosos, por eso nunca hablé de mi trabajo. Cuando me decían que venía un 'loquito de la guerra' también lo podían decir por mí. Cuando lo curé y pude, empecé a hablar de todo y salí a curar mi herida porque era algo que estaba adentro", concluyó.