A partir de 2012, con el desembarco de PedidosYa, se produjo un cambio paulatino en el mercado de entregas a domicilio en Rosario que se aceleró en 2018 cuando comenzaron a operar Rappi y Glovo. Con sus diferencias las tres empresas responden a una misma filosofía de negocios: monopolizar una demanda, controlar la oferta de bienes y servicios relacionados, evitar el pago de tributos y minimizar los costos laborales. Lo que hasta fines de 2017 era un servicio en disputa con pymes de cadetería y comercios de gastronomía quedó obsoleto frente a la eficiencia algorítmica de estas tres multinacionales que por medio de un toque en la pantalla del teléfono unieron al usuario/cliente con su deseo del momento.
Un mundo ideal
Franco Benini (38) está casado y es papá de dos. Una vez por semana Fabricio, su hijo más grande, le exige comer empanadas y no cualquiera, las de un lugar puntual. Franco como todas las semanas toma el teléfono, busca entre sus favoritos en la app de PedidosYa y pide. “Hace seis años que la uso”, comenta. “Sobre la aplicación lo que te puedo decir es que la estaba esperando, era lo que necesitaba”, Benini cuenta que siempre le molestó tener que llamar por teléfono e interactuar para pedir comida. “Me parece genial tener un lugar con todas las opciones, ver el menú con el precio actualizado, pedir ahí mismo y poder pagar con tarjeta”, esto último lo destaca como un plus.
Este padre de familia valora la existencia de un servicio simple y rápido para pedir comida por sobre otros beneficios como pueden ser las promociones que le llegan en forma habitual. “Lo que noto es que la app está todo el tiempo intentando generarte un consumo que no necesitas. En mi caso no le doy bola, no voy a comprar algo que no necesito”, pero esa lógica no se aplica a todo el mundo. En muchos casos la oferta es demasiado buena para dejarla pasar.
Ariel Ferrari (37) tampoco hace un uso constante de la aplicación pero al menos una vez por semana pide algo para comer junto a su pareja: “Mi banco ofrece descuentos del 35 por ciento y muy seguido me llegan promociones de PedidosYa con cupones de descuento por $200. Si sumas las dos cosas lo que sea que compres te queda muy barato”. Ariel admite que si no fuera por las promociones no haría un uso semanal.
La mayoría de las personas consultadas por Rosario3 utilizan con regularidad PedidosYa y en menor medida Glovo y Rappi. Según las edades cambian algunos usos pero la regla general es que sirven para pedir comida. “Cuando nos podíamos juntar con mis amigos la usábamos para pedir bebidas, pero por ejemplo supermercado y farmacia no usé nunca”, cuenta Hernán Diaz (27) que utiliza apps de delivery desde hace 5 años. Diaz, a diferencia de personas más grandes se preocupa por calificar a los repartidores y lo mismo con los establecimientos gastronómicos: “Pienso que la experiencia de uno puede ayudar a otros con dudas al momento de comprar algo y también me gusta la idea de ayudar al repartidor y a negocios chicos, o desconocidos, a que mejoren sus ventas con un buen comentario”.
Al final del hoyo del conejo
Solo en Rosario, PedidosYa tiene el 90 por ciento de la plaza y el resto se lo reparten Rappi y Glovo que a partir de octubre cederá todas sus operaciones al grupo Delivery Hero. Parte del éxito de estas compañías es su reticencia a pagar impuestos a los Estados, el lobby que producen para evitar regulaciones; las relaciones laborales precarias y líquidas que ofrecen y las ventajas comparativas que surgen de la recolección y el análisis de datos que obtienen del ecosistema donde operan (cliente, comercios, repartidores), producto también de una falta de regulación nacional e internacional.
No es antojadizo cuando a lo largo de este informe se utiliza la palabra usuario y cliente de forma unificada. Las personas que utilizan estos servicios son además de consumidores, quienes testean de forma constante, en tiempo real, y sin costos para las plataformas, sus desarrollos tecnológicos. Son el principal commodity porque producen la información con la que se estructura todo el negocio. Que como ya se dijo, no son los porcentajes y la publicidad que se le cobra a los comercios ni la inversión mínima en costos laborales, eso es solo una parte. El diferencial son los datos y como a través de su análisis se pueden generar nuevas oportunidades de negocios. Eso es lo que valoriza a estas empresas en los mercados financieros mundiales.
Las seis personas consultadas por Rosario3 que utilizan aplicaciones de delivery dejan entrever en sus experiencias lo que se advierte en todo el informe. El hecho de que constantemente les lleguen ofertas y cupones es una pelea por la atención del usuario para generar una interacción, no simplemente una compra. La impersonalidad del trato, los colores que se emplean, las imágenes y como se distribuye cada box en la aplicación está pensados al detalle para que la experiencia sea agradable y hasta divertida, como en un juego.
Al menos cuatro de los entrevistados dijeron no dar propina a los repartidores debido a que el envío por lo general está a su cargo, otro comentó que la tarifa de propina en una de las apps le parecía demasiado cara desde que comenzó la pandemia. Las plataformas, además de obtener todos los beneficios ya enumerados, comenzaron a descargar el costo del repartidor en el cliente, lo que a su vez les quita una entrada extra de dinero por que eso desalienta dejar propina.
El modelo de plataformas es tan claro en su búsqueda de monopolizar el mercado que las zonas alejadas del centro de Rosario tienen servicio mínimo o directamente no existe. Facundo Rivero (34) utilizó aplicaciones hasta que se tuvo de mudar de Pichincha a Tablada. “Glovo y Rappi acá no vienen. PedidosYa tiene pocos restaurantes en mi zona y de esos hay varios con fallas en los menú. La única heladería que llegaba era Grido y hace tiempo que me avisa que es ‘zona de riesgo’ y no viene”.
Lo que no se puede negar es que las plataformas respetan una lógica histórica de la ciudad: dentro de los bulevares y avenidas todo, fuera de esas fronteras imaginarias lo mínimo.
PedidosYa, Glovo y Rappi no son pequeñas startups que funcionan en un co-working de Montevideo o Barcelona ni en un garage en Bogotá (Colombia) como indica el mito fundador de estas compañías. Son multinacionales de la era digital con una potente infraestructura global que operan en los mercados financieros, donde se asienta el corazón de su negocio. El grupo alemán Delivery Hero, con operaciones en 11 países, en 2019 generó ganancias por 110 millones de euros solo en Latam con PedidosYa, Clickdelivery y Appetito24, entre otras subsidiarias. En septiembre de 2020, compró las operaciones de la española Glovo en América Latina. Rappi, el unicornio colombiano, es la empresa mejor fondeada por capital de riesgo en 2020 de Latinoamérica con 1400 millones de dólares. En 2019 su capitalización de mercado fue de 3500 millones de dólares, lo que le significó un crecimiento del 250 por ciento comparado con el año anterior.
El modelo de negocio que aplican estas empresas copia el que desarrolló Uber en todo el mundo y toma de redes sociales como Facebook la competencia por la atención.
Entran a un país con precios bajos y una infraestructura eficaz tanto para el usuario/cliente como para los comerciantes, lo que les facilita hacerse con porciones casi monopólicas de esos mercados al desplazar a los servicios regulados que antes se distribuían la actividad. Cuando alcanzan una posición dominante imponen sus políticas de negocio sin prácticamente espacio a negociación con los comercios, trabajadores y el Estado. Estos últimos además corren en desventaja debido a sus burocracias y una división de poderes que dilata, y en muchos casos licua, la posibilidad de imponer sanciones o marcos regulatorios. Y esto cuando no se aprovechan de su naturaleza compleja para justificar el no hacer nada.
La economía de datos se aplica con la misma lógica a todas las empresas que intermedian entre usuario, servicios, bienes o finanzas. El debate en los países más desarrollados pasa por regular el uso de este commodity del siglo XXI y establecer reglas que regulen las relaciones laborales y el pago de tributos allí donde operan. Otro tema menos debatido pero que también preocupa a la comunidad de investigadores y ONG es la comercialización de los datos personales obtenidos por el uso de estas aplicaciones a terceros.
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