La especialista es doctora en Lingüística y acaba de lanzar el libro “Batería para la evaluación de la escritura”, una herramienta para diagnosticar la comprensión lectora de un chico o un grado escolar y planificar cómo ayudarlo a mejorarla.
Abusamra es doctora en Lingüística por la Universidad de Buenos Aires (UBA) e investigadora de la Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (Conicet).
La académica desentraña qué hay de cierto en la idea de que los chicos cada vez tienen más problemas para comprender un texto y analiza los efectos que la virtualidad y el uso de dispositivos tecnológicos podría tener sobre las habilidades ligadas a la lectoescritura.
Lo primero es entender que se trata de una situación excepcional y transitoria que hace que sea difícil medir su impacto sobre el aprendizaje separado de otros factores: la ansiedad, la angustia por la pérdida de seres queridos, el aislamiento e incluso los problemas de conectividad o la vergüenza de mostrar su entorno. Los docentes están haciendo un enorme esfuerzo por contener, acompañar, transmitir contenidos, adaptarse a una modalidad inhabitual para muchos.
Por eso, los efectos de la enseñanza virtual sobre la comprensión lectora de los chicos los vamos a poder ver recién en el futuro.
Por supuesto que esta situación no es la ideal, especialmente pensando que la lectura, la escritura, la comprensión y la producción de textos son habilidades lingüísticas culturales, que requieren de acompañamiento, de enseñanza y de ejercitación.
A leer y a escribir se enseña. Pero también se necesita la instrucción explícita de las habilidades de comprensión y producción de textos.
Ya antes de la pandemia, la era de la tecnología dio lugar a dos desplazamientos: pasamos de la escritura a la imagen y del libro a la pantalla. Y, como dice el sociolingüista Gunther Kress, el mundo de lo dicho es distinto al mundo de lo mostrado: si la enseñanza virtual produce efectos o no sobre la comprensión lectora, los vamos a ver en el futuro.
La tarea de leer para comprender un texto no pierde su esencia: es compleja, multicomponencial.
Tengas una computadora enfrente, un celular o simplemente papel hay subprocesos que se ponen en marcha inevitablemente: el vocabulario, el conocimiento del mundo, la capacidad de jerarquizar, la de generar inferencias.
Claro que cada soporte habilita ciertos recursos y tiene sus propias características. Uno podría pensar que la pantalla de un celular requiere de una capacidad de memoria más amplia ya que solo podés visualizar un fragmento de los textos. Pero cuando uno trabaja desde la psicolingüística, este “uno podría pensar” no alcanza.
Hay que demostrar experimentalmente lo que nos dicen las presunciones o el sentido común. Y en este campo diría que todavía no hay datos absolutamente concluyentes. Distintas investigaciones llegan a resultados diferentes.
La comprensión lectora se puede ejercitar y no es solo tarea de la escuela. Todos los adultos podemos desarrollar estrategias para que los chicos comprendan. De hecho hay investigaciones que demuestran que las habilidades prelectura influyen de manera determinante para que luego los chicos puedan comprender un texto. Les es más fácil a los chicos que tuvieron una mayor interacción oral con sus padres.
La oralidad les puede ayudar. Si se entrena la habilidad mejora. Desde la escolaridad los chicos aprenden vocabulario, lazos de cohesión: no hace falta esperar que fracasen a los once años para empezar a preocuparse por eso.