Javier Milei es la chispita que ocasiona el incendio en un bosque, cuyo alcance es proporcional a la sequedad de los pastos. Si bien su fuego es potente y abrasivo, existen condiciones favorables para su avance. Sus llamas alcanzan altura y vigor porque son alimentadas a fuerza de desencanto, frustración y hartazgo. Este martes a la tarde, el candidato de La Libertad Avanza (LLA) encabezó una caravana en el Monumento a la Bandera, a 4 días del balotaje presidencial contra el representante de Unión por la Patria, Sergio Massa, reuniendo a miles de personas que depositan en él su desilusión y desánimo y lo veneran al punto de llamarlo “la fuerza del cielo”. Lejos de críticas y cuestionamientos, el libertario se dio un baño de fervor con los propios que, sin duda —y quedó a la vista— son un montón. Pero, sobre todo, intensos.
A las 17 el calor apretaba un poco. El atardecer, pronto se tragaría algo de sol dejando paso a un reconfortante aire ribereño. A pocos metros del mástil mayor, estaba dispuesto el escenario con una pantalla gigante con imágenes de Milei. Ya se habían congregado cientos de militantes y fieles seguidores del “León”, muchos en familias, vestidos con remeras del partido o usando pañuelos amarillos con el logo del felino, que se vendían a mil pesos cada uno. Mucho celeste y blanco en medio del violeta libertario. Nada diferente a otras concentraciones partidarias con gente ilusionada y expectante, buscando un lugar donde asentarse, cargando carteles alusivos. O también, leones de peluche. Como fue el caso de Andrea, una rosarina de 53 años que se había acercado con sus dos hijas adolescentes. “Hay que renovar la política, que se vayan todos estos corruptos que no sirven para nada, las pruebas están a la vista. Todos dicen que es loco. Bueno, yo prefiero el loco antes que el chorro y un futuro para mis hijas en este país donde he nacido y donde se han criado”, sostuvo y advirtió que una de las chicas “está pensando irse”.
Los seguidores de Milei no son todos jovencitos. Los había y en cantidad esta tarde sobre la barranca del Paraná, pero también muchas personas mayores y adultos de mediana edad y en su mayoría aparentaban conformar un sector socio económico medio, mezclándose en los alrededores motos de baja cilindrada y autos de alta gama. Sin embargo, los unía el mismo sentimiento: no importa tanto quién es, qué piensa o hace “Javier” sino que representa un cambio para ellos: un martillo que rompa todo, un rugido que ensordezca, la motosierra que pode la maleza enraizada de la “casta”. Andrea lo resumió claramente: “Quiero probar con Milei. A lo mejor me equivoco, pero al kirchnerismo nunca más”.
Junior tiene 16 años y usa una máscara de esqueleto. Llegó desde Gálvez con un amigo que lleva la bandera argentina a modo de capa. Lo graba con su celular mientras habla con Rosario3. “Tengo esperanza y fe de que vamos a poder llegar a tener una mejor economía. Yo antes me hacía una comida caserita, podía comerme un guiso, pero últimamente me alcanza de pedo, puedo comer pan y a veces unos fideos. Yo espero poder recuperar la economía que nos arrebataron y así estar más tranquilos”, comentó.
Cerca de las 18, todavía era un misterio cómo iba a arribar Milei al Monumento. ¿De dónde partiría la caravana? ¿Cómo accedería al escenario improvisado de cara al río? Irene, quien se presentó como capacitadora de fiscales de LLA, brindó algunas pistas. El libertario llegaría en un vehículo hasta el mástil mayor y desde allí, sin ningún tipo de seguridad, abrazaría a la multitud, para después caminar hasta la tarima. Convencida de esta posible logística, recorrió de punta a punta las inmediaciones, hablando con suma paciencia a los simpatizantes, casi de a uno. “Javier los quiere saludar. No le importa cuándo va a llegar al escenario, quiere verlos a ustedes. Van a dar un pasito, así como si bailaran, para que todos puedan estar con él”, los encaraba. “Cuiden a los más chiquitos, ese bebito de allá, ojo. Estemos tranquilos, hagamos lugar para que todos lo saluden. Vamos con la fuerza del cielo, somos un equipo”, repetía una y otra vez.
El plan de Milei, finalmente, fue un poco diferente, aunque no demasiado alejado de lo que le habían adelantado a la mujer. Casi a las 19, la caravana, custodiada por una fuerte presencia de agentes de seguridad, se acercó al lugar pero pasó de largo. A esa altura de la tarde, la gente se había multiplicado y cada auto que circulaba por la zona acompañaba con bocinazos a modo de adhesión. El vehículo que traía a Milei, su hermana Karina, la diputada nacional por la provincia de Buenos Aires, Carolina Píparo y la diputada nacional electa, Romina Diez, frenó a la altura del bar Vip y una muchedumbre conformó alrededor del candidato un cerco espeso y excitado, casi infranqueable.
Uno de los que agitaba, era Martín, un joven que se definió “nómade, pero radicado en Rosario desde hace tres años”. Según relató, se inscribió vía web para fiscalizar en las elecciones y lo aceptaron. “Si querés que te sea franco, a Milei no lo conozco, no sé quién es, pero a los demás sí los conozco y estoy cansado. Te dicen una cosa y después hacen otra y por lo menos él, dentro de todo, se mantiene, aguanta los archivos”, sostuvo mientras se acomodaba un cartelito colgado en la camisa que simulaba un dólar con la cara del líder político. “Siempre me identifiqué como un liberal y nunca hubo una propuesta y ahora sí. (Carlos) Menem hizo cosas liberales, pero no las hizo del todo”, agregó.
La transformación
La llegada de Milei inquietó los ánimos. Si antes de su arribo, imperaba un espíritu respetuoso y tranquilo, muy similar al que se conforma en la previa a un recital, una vez que el libertario empezó con su arenga desde el vehículo que los trasladaba desde el punto cercano al Vip hasta el escenario, la gente comenzó a agitarse. Antes de su irrupción, los cantos eran espaciados: “La casta tiene miedo”, cantaban algunos. Pero cuando, el libertario ya estaba en el lugar, comenzaron a escucharse “Massa falopero” o insultos en rima a la ex presidenta Cristina Kirchner.
Como si la presencia de Milei los habilitara, sus seguidores tomaron un rol más participativo, expresando maldiciones hacia los políticos actuales en general, vociferando un cantito de otro tiempo: “Que se vayan todos, que no quede ni uno solo”. La caravana llegaba a puerto cerca de las 19, cuando el libertario, usando su clásica chaqueta de cuero, subió al escenario central para hablarles a todos sus votantes. El discurso no duró ni quince minutos, y fue interrumpido por la exaltación de la gente, que no cesaba de gritarle su fervor al candidato. “Te amo, sos mi presidente”, chilló un joven ataviado con una peluca, mientras que la multitud celebraba cada gesto y comentario de su líder. “Libertad, libertad”, manifestaban y aseguraban: “No tenemos miedo”, y volvían a insultar al contrincante en el balotaje.
En medio del Monumento, Milei arrancó asegurando que Manuel Belgrano era libertario. “Nuestra revolución de Mayo tiene entre sus padres a un liberal”, resaltó y todos aplaudieron. Las interrupciones fueron sucesivas, pero aceptadas e incluso promovidas por el orador, con distintos mohínes. Aunque levantaba la voz, los simpatizantes impedían que sonara claro.
“Estamos ante la elección más importante de los últimos cien años, más importante de los últimos 40 años de la democracia moderna, es el momento para dar un punto de inflexión, salir de estar de rodillas y volver a ponernos de pie”, continuó y desde la muchedumbre soltaron “Se siente, se siente Milei presidente”. “Tenemos que elegir, si queremos vivir en esta plaga inflacionaria o en la estabilidad, tenemos que elegir si los que ganan son los corruptos de la casta política o los que ganan son los argentinos de bien”, agregó, apelando a este concepto que se percibía entre los presentes: la separación entre buenos y malos, entre nosotros y los otros.
Tras insistir en que en esta elección se juega la decisión de seguir con un "modelo populista" o si se opta por "la república", Milei y su comitiva se retiraron a toda velocidad y en contramano por calle 1° de mayo, perdiéndose en medio de la gente que se desconcentraba.
El sol solo era un halo rosado que se confundía con las luces del centro. Hacia allá se dirigió la multitud que, lejos de apagarse, conservaba la actitud desafiante y por momentos, revanchista. A los gritos, coparon las calles aledañas, llevando más lejos —los bocinazos y los cantos llegaban minutos después hasta en Santa Fe y Corrientes— el fueguito que los enciende.
Más información