¿Colombofilia en la cárcel? Según registros periodísticos, desde noviembre del año pasado hasta estos días, en inmediaciones de la Unidad Penal Nº 1 de Coronda vecinos o personal penitenciario encontraron ocho palomas que llevaban pequeños envoltorios con droga, o hasta un pequeño celular adherido a las patas.
El número de aves mensajeras que tocan tierra sin llegar a destino bien podría ser mayor, ya que es de esperar que existan hallazgos no reportados a las autoridades. También vale especular que el experimento dé resultados y que las aves, a veces, lleguen a entregar el mensaje en forma de paquete.
La funcionaria del Ministerio de Seguridad Sofía Ramacciotti dijo a El Contestador (Radio 2) que en la antigua unidad penal (fundada en 1933) “no hay criaderos de palomas”, una aseveración que, acaso, contradice los hechos. Ocurre que las mensajeras no son palomas ordinarias, y para que regresen a su “palomar” deben ser criadas bajo un entrenamiento sistemático.
“Una paloma que lleve algo a un penal tiene que haber nacido allí: siempre vuelve al lugar donde vive”, dijo desde la localidad de Esperanza el colombófilo Diego Garbe, especialista que fue consultado por Televisión Santafesina, quien agregó que estas aves “vuelven al lugar donde les dan de comer”.
Por lo pronto, el misterio en torno a las palomas delivery persiste. El último episodio se conoció a comienzos de semana, cuando un grupo de centinelas en la puerta del penal vio cómo un ejemplar de paloma doméstica deambulaba sin poder levantar vuelo: en sus patas tenía adheridos envoltorios con 20 gramos de cocaína.