Hay 46 manos y 23 caras. Los pares de manos generan una máscara que oculta. Son dedos largos o anchos, con uñas sucias o demasiado cortas o pintadas de negro. Forman una pared, en general de ocho, porque los pulgares quedan replegados. A veces asoma una nariz a veces un ojo que mira divertido (¿o provocativo?). Las manos suelen estar verticales pero alguien irrumpe al ponerlas de forma horizontal y entonces una tapa una boca y la otra los ojos. No miran, no ven (¿quiénes, cuántos, son/somos los que ni miran ni ven?).

Entre esos 23 rostros que se pueden más o menos adivinar, más o menos imaginar, solo uno cambia el eje de su propia presentación. Los otros 22 parecen responder a una consigna, que la hay: el fotógrafo que pensó la muestra les mostró un cartel a todos ellos, voluntarios de un centro de refugiados de Francia. El cartel decía: "Tapate la cara", y nada más. Pero una de esas caras intervenidas en primer plano adopta una postura distinta. Su cabeza está algo inclinada hacia abajo y el rostro se hunde en la cuenca que generan las dos manos, como en un llanto o un dolor que se proyecta en esas palmas. Las manos grandes y negras, el pelo ensortijado y corto.

Esa foto especial está en el centro de la muestra "El reflejo social" del fotógrafo rosarino Nicolás Heredia que se expone en la Alianza Francesa hasta fin de mes. No se dice, no se lo marca, pero es el único retrato protagonizado por un refugiado. Un joven de Etiopía que trata de llegar a Inglaterra. Los otros son voluntarios de organizaciones que asisten de múltiples formas a los campamentos de desplazados de la "Jungla de Calais", en el norte de Francia. Migrantes que buscan una mejor vida en Europa (o al menos seguir con vida). Otras dos imágenes son de migrantes que pasaron por esa experiencia extrema y volvieron, ya con su pasaporte, como ayudantes. Uno de ellos es un ugandés que escapó de la guerra y el otro es un senagelés que consiguió un pasaporte italiano particular: en la primera hoja dice "refugiado", solo puede trabajar en ese país de acogida y ya no se sacará esa etiqueta.

Los rostros tapados tienen un doble sentido. Reflejan el drama de los migrantes y desplazados que Europa, y la mayoría del mundo, no quiere ver. También denuncian las políticas migratorias de los Estados que empujan a seres humanos hacia un escape permanente. Que les recuerdan en cada frontera que son "desechos humanos", como define Zygmunt Bauman. En este caso, explica Nicolás a Rosario3, quienes logran evitar las vallas, la represión policial y todas las trabas en el viaje y efectivamente llegan a la frontera con Inglaterra, el gobierno británico los somete a un control facial.

Les escanean las caras y si encuentra alguna foto, alguna imagen que demuestre que ya estuvieron en Europa, entonces los expulsan y no los dejan ingresar. Por eso los refugiados de la "Jungla de Calais" eluden a los fotógrafos y cualquier captura de su identidad puede ser la condena a sus sueños de primer mundo.

Arriba de esa parte central de la muestra en la sala de arte de la Alianza Francesa, el autor dice, reclama: "Somos la misma sangre, la misma humanidad y el mismo corazón. Somos humanos más allá de cualquier bandera. Digamos «nosotros» y no «ellos» para abrazar la unidad de todo el género humano".

Un viaje y dos obras

 

La "Jungla de Calais" fue un campamento de refugiados en el norte de Francia, sobre una ciudad con salida hacia el Reino Unido. Ese lugar se armó a principios de siglo y llegó a tener 10 mil desplazados. Fue desmantelado de forma parcial y violenta en 2016. El fotógrafo documental Nicolás Heredia, rosarino egresado del Iset 18, llegó a ese lugar en 2017 cuando aún quedaban migrantes dispersos. 

Las autoridades locales tienen un acuerdo con Inglaterra para que las personas no crucen a través del Eurotunel. Nicolás vio y documentó que Calais es una ciudad vallada, con alambrados hostiles de cinco metros de alto que impedían a los migrantes subirse a los trenes o acercarse a la autopista.

Taparse la cara es un reflejo de los refugiados para no ser retratados y resguardar su identidad. Nicolás, como voluntario de la ONG El Albergue del Migrante, empezó a trabajar con ellos, los conoció y eso de a poco les permitió fotografiarlos y filmarlos. 

"Al desmantelarse la Jungla, la alcaldesa prohibió cualquier asentamiento y lo que pasa ahora es muy violento. Aún existen cinco o seis grupos alejados dentro de la ciudad, refugiados que levantan campamentos de noche y se mueven de día. Hay escuadrones de policías destinados a perseguir, decomisar y destuir las carpas. Les sacan su ropa. Yo salía con la fundación a las 3 de la madrugada en una combi a recorrer esos puntos, para prevenir la violencia policial o darles lo que la les habían quitado", afirmó Heredia.

En una de esas salidas, el además autor del libro fotográfico "Peregrino" (2016) caminaba con otros refugiados a tomar el desayuno cuando un móvil policial los detuvo. Él tenía pasaporte argentino y fue apartado. A los otros seis los pusieron contra la pared. "En un momento se bajó un policía y nos tiró con gas pimienta a la cara a todos. Fue fuerte, ahí es cuando te sentís no querido en un lugar", recordó.

En esa relación especial que solo habilita el estar cara a cara, el tiempo, el poder levantar las historias desde los lugares, Nicolas se cruzó con un senegalés que le quiso vender un pequeño elefante de porcelana y vidrio. Él le respondió que no tenía plata y le contó de dónde venía.

–Ah, Argentina, África blanca –le respondió el otro y le regaló el amuleto que acompañó y acompaña a Nicolás en sus viajes. 

La migración es un problema global y los desplazados que no son recibidos en ningún lugar, empujados por los Estados a ámbitos hostiles (como mares y desiertos), configuran un drama actual que, como reflejan esas caras tapadas, los gobiernos y sociedades prefieren esquivar. Más que por el origen de esas personas en tránsito, la discriminación de fondo es por una condición: ser pobres, sobrantes de un sistema. De eso habla también el relato de no ficción que publicó Rosario3 "El polizón y el capitán".

Foto, cine debate y conversatorio

 

El trabajo de Nicolás Heredia fue declarado de Interés Municipal por el Concejo local. La muestra fotográfica se puede visitar en el Espacio de Arte, Alianza Francesa de Rosario, (San Luis 846) hasta el 30 de junio. 

El documental "Las Marcas del Éxodo - Un viaje a través de la mente de un migrante", se exhibirá el día 15 de Junio a las 19 horas con posterior charla debate a cargo del autor y la participación de la psicóloga Adriana Alegre y Milagros Marcano Robles, coordinadora de la Asociación de Venezolanos en Rosario.

El audiovisual habla sobre los problemas psicológicos y psiquiátricos que sufren todos los migrantes al dejar sus hogares. Este síndrome fue denominado “Sindrome de Ulises” (también conocido como síndrome del emigrante con estrés crónico y múltiple, se trata de un fuerte malestar emocional que viven las personas que han tenido que dejar atrás el mundo que conocían en situaciones extremas), este síndrome fue diagnosticado por el psiquiatra español Joseba Achotegui allá por el 2002.

Además, el 22 de junio a las 19 tendrá lugar el Conversatorio "La experiencia de vivir como y con refugiados" con la presencia de Nicolás Heredia, el periodista Gabriel Pennise –estuvo en la frontera de Polonia y Ucrania, enviado del Grupo Boing por el conflicto armado con Rusia– y Mario Laús, Cónsul Honorario de Francia en Rosario y fotógrafo documental (Refugiados en París).