“Hay chicos que aumentaron 15 kilos en la cuarentena”, afirma Ana Laura Arozena, médica endocrinóloga pediátrica (MP 18438), para graficar el efecto de la pandemia en algunos niños y niñas y analizar los casos de los pacientes que llegan al consultorio en el último mes. La especialista expresa que es notable el aumento de casos de pacientes con obesidad y sobrepeso. “Niños que ya estaban en tratamiento subieron mucho de peso y quienes no tenían problemas previamente hoy registran sobrepeso provocado por el sedentarismo, la ansiedad y las emociones generadas por la cuarentena. En los que no tenían nada apareció y en los que ya lo tenían se exacerbó más”, relata a Rosario3 la profesional que se desempeña en el Grupo Oroño y en el Hospital Italiano.
La endocrinóloga, que atiende pacientes desde recién nacidos a 18 años, considera que los más afectados son los niños en edad escolar, entre los 8 años y la adolescencia, y allí es donde se registraron los mayores aumentos abruptos. Pero no es lo único que se viene detectado en las consultas. “Estamos atendiendo muchos casos de insulinoresistencia, que es como una pre diabetes generada por esta obesidad, muchísimos casos de patologías autoinmunes como diabetes tipo 1 que tienen a veces un desencadenante emocional, también diabetes tipo 2 (provocada por la mala alimentación y el poco movimiento) alteraciones de la función tiroidea y en las niñas detectamos muchos casos de pubertad precoz”, expresa Arozena al tiempo que agrega que muchas pacientes menstruaron tempranamente durante la cuarentena y como no tuvieron control en todo el año no se pudo detectar, tratar y frenar en los casos que hubiese sido necesario.
Por su parte, la médica pediatra Lorena Garnedi (MP 16701) afirma que en el consultorio ese aumento notorio de peso también se ve reflejado en los resultados de los laboratorios clínicos que les pide a sus pacientes. “Vemos glicemia al límite de lo normal y alteraciones del perfil lipídico. Registramos, cada vez más, lo que llamamos síndrome metabólico que está relacionado con un aumento de peso brusco, con trastornos en los perfiles lipídicos: niños y niñas con aumento de colesterol, triglicéridos y alteración de la presión arterial. Y la insulinorresistencia, propia del síndrome metabólico”, agrega.
Consultas postergadas
El descenso de casos de coronavirus en el verano, el regreso escolar y el inicio de la temporada deportiva que exigen certificados de aptos médicos hicieron que las familias volvieran al consultorio. Gracias a eso, los profesionales pudieron detectar distintas patologías en los menores de edad que no se vieron años anteriores. “La mayoría de los niños, niñas y adolescentes que llegan al consultorio presentan sobrepeso u obesidad tanto en el sector público como el privado. Muchos niños que venían con el peso al límite ahora lo pasaron, pero también lo vemos en pacientes que siempre fueron de contextura pequeña. El niño que tenía un peso normal ahora tiene sobrepeso leve o moderado y en el que ya venía con sobrepeso leve o moderado, lo exacerbó o transformó en obesidad”, explica Garnedi, quien se desempeña en el Instituto del Niño y en el Centro de Salud Villa Corrientes.
“Acá la causa principal fue el sedentarismo provocado por la restricción de la actividad física y la mala alimentación, que se relaciona íntimamente con la ansiedad en los chicos. Hubo muchas manifestaciones de ansiedad que se suplieron con la comida, que pasó a ser el chupete y eso hizo que aumentaran básicamente todos”, destaca.
Garnedi es parte de la Sociedad Argentina de Pediatría y afirma que si bien los controles indicados para mayores de 5 años en edad escolar son anuales, “nunca había pasado que de un año al otro veamos a tantos chicos con sobrepeso y esto fue puntualmente causado por la pandemia”.
Sumar al cuerpo peso que no necesita, las largas horas conectados a las pantallas y el poco movimiento "agregan factores de riesgo y un porvenir más peligroso que en un niño sano", sostiene Arozena. La endocrinóloga relata que hay casos de pacientes que tenían valores límites antes de la cuarentena, que con el ejercicio y la alimentación saludable podían compensarlos y ahora debieron medicar porque generaron insulinorresistencia. "La idea es que se logre la estabilidad y poder dejar la medicación lo antes posible”, asegura.
Quiénes deben consultar
Las profesionales coinciden en que además de los controles de rutina o escolares deberían recurrir al médico las familias que vean que sus hijos han ganado más peso que talla, quienes posean antecedentes familiares de diabetes, sobrepeso, hipotiroidismo y en los casos de menores de 9 años con signos de desarrollo temprano: aumento del desarrollo mamario o aparición del botón mamario y aparición de vello pubiano.
Arozena expresa que hay que prestarle especial atención a los cambios de peso “entre los 4 y los 8 años, ya que hay una etapa en los niños que se llama de rebote adipositario. Si tienen una predisposición familiar o genética a subir de peso y no se los controla, después se hace mucho más difícil el descenso”.
Paso a paso, hacia lo saludable
“Lo primero que tenemos que tratar es que estén mejor emocionalmente porque estuvieron bajo mucho estrés y se nota. Hay que preservar los espacios en los que ellos se vinculen con otros niños, hacer actividad física y hay que cambiar las pautas de alimentación. Pero esto al margen de la obesidad o el sobrepeso”, destaca Arozena al tiempo que afirma que los niños “se están alimentando muy mal y eso tiene que ver con los alimentos industrializados, no con lo que uno cocina en casa”.
“Todo lo que está industrializado está “enriquecido” con grasas saturadas, azúcar y sal. En un paquete de galletitas los niños tienen el doble de grasas, sal y azúcar que el cuerpo de ellos puede tolerar. Si eso lo hacen todos los días, sumado al juguito, la gaseosa, las papitas, es un combo explosivo”, apunta con énfasis Garnedi. Además afirma que los niños deben comer fruta, verdura, carnes, lácteos y todo lo que esté “hecho en casa, que siempre va a ser más sano" pero sin prohibir ningún alimento "porque la prohibición no corresponde cuando querés agregar hábitos saludables". "Necesitamos que se acostumbren a comer sano y moderar la porción”, observó.
Para la profesional la cantidad es muy importante, ya que detectan niños que desde muy temprana edad repiten el plato o comen a la par del adulto y “eso es hábito, no hambre”.
Arozena trabaja junto a las familias para que los niños no sientan la alimentación como una carga ni se angustien o se genere tensión en casa: “Como primera indicación, es intentar a volver a tener una rutina, respetar horarios, hacer las cuatro comidas, controlar cantidades y comer los más saludable que se pueda. Es fundamental la actividad física, retomar lo antes que se pueda y si por algún motivo no pueden hacer deportes, hay que salir a caminar, en bicicleta, patín o cualquier cosa que implique moverse”. Si bien en noviembre del año pasado se volvió a habilitar la práctica deportiva para menores de 12 años, la endocrinóloga explica que el retorno a la actividad física “no llegó a revertir los meses de nula actividad”.
Para las profesionales, mejorar hábitos a largo plazo y no poner el foco en la balanza es fundamental, así como que las familias puedan registrar qué es saludable y qué no lo es para evitar que ese sobrepeso o esos malos hábitos lleguen a tener una consecuencia en la salud. Para los niños que no comen frutas y verduras proponen “tareas” una o dos durante un mes. “Siempre metas cortitas, porque si uno de entrada quiere cambiar por completo la alimentación es muy difícil, y si uno prohíbe mucho dura un mes y se terminó y la idea es que sea un cambio en sus hábitos”, alerta Arozena.
Organización y previsión para toda la familia
A la hora de la comida recomiendan programar con tiempo toda la semana. “A todos nos pasa que si nos agarra con hambre y sin tiempo vamos a preparar un sandwichito o vamos a comprar algo que seguro no es lo más saludable. En el caso de la escuela, hay que programar toda la semana lo que se van a llevar para que no sea siempre lo mismo y se elijan a último momento opciones poco saludables. Lo ideal es siempre que sean frutas o cereales, frutos secos y no caer siempre en las harinas. Si les gusta cocinar, una buena opción es hacer con los chicos galletitas de avena o panquequitos, opciones que puedan llevar sin necesidad de refrigeración”, destaca Arozena.
Para Garnedi lo fundamental es el trabajo en conjunto: “Cuando queremos tratar cuestiones nutricionales de cualquier índole, el trabajo es de toda la familia y si la familia no se pone en punta con eso, el niño solito no puede, no lo va a lograr. Esos cambios de hábitos son buenos para todos, porque se aplica a la familia completa, desde el bebé que comienza a comer a los seis meses hasta los adultos”, finaliza.
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