Señalados desde el inicio de la pandemia del covid-19 como el principal grupo de riesgo, se buscó preservar a los adultos mayores a través del aislamiento. Muchos debieron cambiar sus rutinas, dejar sus lugares de trabajo, posponer proyectos, viajes o dejar el rol que ocupaban en sus familias.
“Con la pandemia empezó a aparecer la sensación de duelo, la pérdida de ese lazo social que teníamos definido de una manera y que de repente se transformó. Los proyectos individuales se vieron afectados”, afirma la psicóloga Analía Scocco (M 3397). La profesional, que desde febrero es prestadora de Pami, agrega que en el adulto mayor aparece el orden de la prisa en términos de tiempo, el querer disfrutar y que con el virus surgió la idea de finitud. “Apareció la ansiedad, en muchos la alteración del sueño, justamente por la falta de fecha de caducidad. La pandemia vino a dilatar tiempos. Hay una construcción para el pasado, una construcción a puro presente, pero hay un desdibujamiento del futuro. Todos sabemos que esto va a pasar, pero no sabemos cuándo. No hay certezas posibles como límite a esto, que cada vez se fue extendiendo más”, sostiene.
El cambio en la cotidianidad alteró las relaciones familiares, “el contacto pasó a definirse de otra manera, quien funcionaba por ejemplo como cuidador de sus nietos tuvo que dejar de serlo, el familiar del adulto dejaba de compartir ese mate, esos encuentros, para pasar a decir: ‘¿Qué necesitas?, te dejo la bolsita en la puerta’. Allí hubo una interrupción abrupta de los rituales que formaban parte de lo cotidiano y hubo que redefinirlos, porque además esos rituales se convertían en un tanto peligrosos”, define.
Los profesionales coinciden que en cada persona, el impacto de los meses de distanciamiento fue distinto. Están quienes en este tiempo y con ciertos recursos, han sabido capitalizar su posibilidad de conectarse consigo mismo, ponerse en acción y encontrarse con sus afectos de otro modo, y quienes sufren la soledad, buscando recuperar su lugar.
Lucía Billoud, directora provincial de Adultos Mayores de la provincia de Santa Fe, afirma que se debe tener en cuenta que “el universo de lo que denominamos `vejez´, comienza a los 60 años y sigue más allá de los 100. Allí conviven alrededor de cuatro y hasta cinco generaciones en una misma etapa, con realidades e intereses muy diversos”. Agrega que desde la provincia detectaron que “ante la incertidumbre y lo desconocido algunos presentaban miedos para salir, por lo que intentamos que puedan mantener su rutina. Y que traten principalmente que los cuidados que deben tener y el distanciamiento físico, no se conviertan en estar solos, si no en poder estar comunicados con la familia, con los vecinos, con los amigos, a través del teléfono o las redes sociales. Hay un mito en que los adultos no saben usar la tecnología, y si bien somos conscientes que en muchos lugares hay problemas de conectividad, el universo que usa redes es amplio”.
Besos por celular
Scocco afirma que en estos meses se advirtió que “se puede acompañar de otra manera que no sea estrictamente la presencial, el contacto del otro o el abrazo. Si bien la primera respuesta fue aislarnos, separarnos, no tener ningún tipo de contacto, después se empezó a armar un esquema posible. Tuvimos que empezar a armar posibilidades porque si no empezaban a aparecer otros padecimientos. Fueron surgiendo otras respuestas del orden de lo adaptativo, una redefinición, de alguna manera para entender que los lazos afectivos estaban acompañando, pero desde un lugar distinto”. La psicóloga realiza desde abril terapia vía telefónica o video llamada, y si bien desde que se habilitaron, hace sesiones presenciales, afirma que muchos prefieren seguir a distancia.
Lucas Raspall es psiquiatra, psicoterapeuta y subsecretario de Desarrollo Humano del municipio y de quien depende la Dirección de Adultos Mayores. Asegura que la implementación en la ciudad del programa “Rosario cuida a los grandes”, por donde pasaron 17 mil adultos mayores, permitió monitorear la situación sobre todo anímica. “Cuando arrancamos, toda la propuesta fue muy bien recibida, y con el paso de los meses, se fueron hundiendo mucho en el estado anímico, sobre todo por la falta de la presencia física de los afectos. Eso es difícil de sustituir”, afirma y agrega que debieron buscar diversas maneras de acercamiento para hacer una red de cuidados, que en algunas ocasiones incluso se da a diario, porque detectaron “mucha gente que está sola, que no tiene redes familiares”.
Raspall sostiene que debieron pensar nuevas estrategias con el objetivo de “sacarlos del lugar pasivo que les tocó en la pandemia. A mediados del programa, dimos un giro, sin abandonar la cuestión proteccionista, de cuidado y de asistencia, pero poniéndolos a ellos en el rol de volcar su experiencia y contar sus historias. Buscamos devolverles un rol activo, porque llevan muchos meses de estar en un lugar pasivo, de encierro, y eso deprimió. La cuestión anímica incide de manera también negativa en la salud, pensada de manera integral”.
Cuidados mayores
La psiquiatra Estela Maiorano (MP 13240) afirma que la situación inédita afectó a quienes tenían patologías anteriores, y provocó el agravamiento de algunas situaciones. “Esta conjunción los llevó a que, algunos desde el inicio, se deprimiesen. Se agudizaron las patologías de base psíquicas previas como la psicosis, las patologías borderline, se registraron trastornos de sueño, aparecieron cuestiones que tienen componentes ansiógenos, de irritabilidad y somatizaciones: personas que se sienten enfermos o sienten que tienen los síntomas. Se agudizaron las ansiedades paranoides, y fundamentalmente el miedo a la muerte”, sostiene.
Maiorano está convencida que abordar la pandemia como si fuera una guerra y colocar al virus como un invasor generó que muchos pacientes tuvieran una imagen distorsionada. “En el imaginario tenían la sensación que el virus era un ente, decían: ‘Abro la puerta y está ahí´”. Por eso insiste en que es fundamental que el adulto mayor entienda las formas de cuidado. “Hay tres rutas de contagio: por superficies, cuando se toca algo, por eso el lavado de manos; las secreciones, que es la gota grande, por eso el barbijo, no tapabocas (enfatiza); y la tercera es el aerosol, las pequeñas partículas, que quedan en el aire, por eso la distancia. El virus vino a quedarse, y hay que convivir con él”, afirma.
La profesional relata que debió hacer terapia vía online con las familias de los adultos afectados para que comprendieran el proceso que estaban viviendo, ayudarlos a recobrar algunas rutinas y mejorar el ánimo. “El punto central de lo que se ha visto, del aislamiento, es la soledad, es la secuela fundamental. De allí, que hay que instrumentar una serie de motivaciones y estímulos. El que maneja internet, bienvenido, pero también muchos con el tiempo pierden el interés. Hay que buscar cómo darles lugar también, una conexión con la vida, rescatar esa experiencia que enriquece. Hoy hay más una conexión con Internet que comunicación, se está conectado, pero no comunicado, y eso es lo que necesita el adulto mayor. Este es el siglo de la conexión, pero de la falta de comunicación, de la soledad, y de la depresión, eso también es una pandemia”, sostiene.
Remontar: en busca del interés perdido
“La primera sugerencia es que se sepa interpretar bien qué significa aislamiento, que es un aislamiento físico y no social. Cualquier aislamiento que termine resultando en un aislamiento social es decir, de una persona sin lazos con los demás termina mal, anímicamente termina mal, no hay otra forma de pensarlo. Lo que hay que buscar siempre es cómo construir vías, con las que hoy están permitidas en un sentido sanitario, que permitan recuperar los lazos sociales importantes. Y sobre todo que cada adulto mayor pueda ir, de alguna manera al lugar que tenía en el mundo”, asegura Raspall. Para el psiquiatra, es fundamental buscar un equilibrio con el objetivo de preservar la vida: “Acá es donde siempre se juega un punto, para mí, de tensión. Cada medida que va a favor de disminuir el riesgo de contagio, suele ser una medida contraria a otra necesidades, también importantes, solo que una puede poner en riesgo la vida. Hay que ir buscando soluciones, y eso no es fácil y no fue fácil en ningún lugar del mundo”.
Desde la provincia estuvieron “enfocados principalmente en las instituciones (residencias y geriátricos) que son los lugares más complejos, donde cuando entra el virus es muy difícil que no se contagie el resto”, también lanzaron recomendaciones para los adultos mayores que habitan Santa Fe. “Así como recomendamos cuidarse, tanto en la higiene, como el evitar verse con mucha gente porque eso puede ser un riesgo para la salud, también hacemos foco en la sobreinformación, en el tiempo de exposición ante las noticias, porque registramos que genera mucha ansiedad”, afirma Billoud.
Scocco sostiene que en la instancia clínica trabajan en “agarrarse de algo que tenga que ver con el placer, focalizarse en lo que les gusta. Buscamos establecer rutinas que les permitan representarse el principio y el final de algo para pasar a otra cosa, si no el día, la cotidianidad, empieza a ser muy tedioso. Si antes no tenían tanto tiempo para hacer algo que les gustaba, es hora de comenzar, hay que focalizarse en eso. Empezar a trabajar el presente para construir algo del orden del futuro”.
Crear nuevos intereses y descubrir algo que guste, es la clave para Maiorano. “Con aquellos que tenían el club, o el paseíto, y hoy no quieren salir tuvimos que instrumentar otra estrategia: incorporar una salida cortita, aunque sea de una esquina a otra, que salga al sol, un ratito aunque sea, y el estímulo, que haya otro que estimule, que descubran el dibujo o la música”, agrega. La profesional tomó como rutina con los pacientes el envío de mandalas para pintar, videos con conciertos o les lee poseía para buscar nuevos disparadores e inquietudes. “Hay que buscar interactuar, que cobre un sentido la vida, si no, ¿cómo se sigue adelante?”, finaliza.
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