En unos veinte años, cuando nos asomemos por la ventana de nuestro hogar, veremos un mundo muy diferente al que contemplamos actualmente. Vehículos completamente automatizados completarán trayectos llevando cargas o pasajeros sin intervención humana, algo que ya estamos viendo a escala reducida con los pequeños robots de delivery de Starship Technologies o Kiwibot. Estos robots ya están operando en lo que se conoce como “logística de última milla”, el último paso del proceso de entrega, cuando un paquete se traslada de un centro de almacenamiento a su destino final.
Hospitales, comercios minoristas y cadenas como Domino's Pizza están utilizando estos robots de delivery que se orientan en el mundo físico mediante visión computada, sensores y GPS, instrumentos que les permiten cruzar calles y llegar a destino a una velocidad de ocho kilómetros por hora. La mayoría de estos trayectos se realizan de forma completamente autónoma, sin embargo, operadores humanos vigilan varios robots a la vez para intervenir en caso de que un imprevisto se presente.
Este tipo de entregas se estaba probando de forma limitada antes de que comenzara la pandemia, pero la llegada del covid-19 aceleró su introducción, impulsada por el confinamiento y la propensión por evitar el contacto humano todo lo posible. A marzo de este año, Starship Technologies ya lleva realizadas con sus pequeños robots más de 3 millones de entregas.
Es un hecho que la evolución tecnológica modifica el mundo del trabajo. El ferrocarril y el vehículo particular reemplazaron a los carros y carretas tiradas por caballos. La revolución industrial sustituyó los talleres artesanales por las grandes industrias y años después, la robótica suplantó a miles de trabajadores en las líneas de montaje.
El ascensorista fue reemplazado por el ascensor automático y el operador de linotipo por una computadora con Adobe Illustrator. Sin embargo, eso no se tradujo en mayores niveles de desempleo, sino en la creación de nuevos puestos: marketing, ventas, mantenimiento, diseño o logística. La tecnología no solo cambia los medios de producción y la manera en la que trabajamos, también nos obliga a desarrollar nuevas habilidades.
Durante años hemos escuchado que los robots robarán nuestros trabajos. En parte es cierto, muchas máquinas están sustituyendo a los humanos en tareas específicas, no solo en funciones repetitivas o peligrosas, sino también en puestos inimaginados pocos años atrás. Desde un punto de vista empresarial, suenan como una inversión bastante atractiva, los robots no se enferman, no se toman vacaciones, trabajan incansablemente al mismo ritmo y su productividad no varía en función de su estado emocional. Aún así, las implementaciones basadas 100% en automatización no resultaron en experiencias satisfactorias.
En 2014 la BBC invirtió más de 1.500 millones de libras esterlinas en renovar su sede central en Londres, incluyendo cámaras robotizadas controladas por computadora que reemplazaron a la totalidad de los camarógrafos de piso. La estructura montada permitiría realizar movimientos dinámicos de cámara, interactuando con los presentadores de noticias y acompañándolos en sus recorridas por el estudio.
No obstante, el desempeño estuvo lejos de ser el esperado; sin humanos que las guiaran manualmente, las cámaras cambiaban súbitamente el encuadre en medio de las emisiones en vivo o comenzaban a vibrar sin motivo aparente. El último percance en vivo ocurrió el 10 de enero de 2020, seis años después de la instalación del sistema.
Otro convencido de que la automatización total elevaría la producción de su fábrica de vehículos eléctricos al máximo fue Elon Musk. Si los robots pueden hacer todo lo que hacen las personas pero mucho más rápido, ¿por qué no eliminar a las personas del proceso dejando solo algunas supervisando el trabajo? En su mente, podría multiplicar por 20 la velocidad de producción del Modelo 3 de Tesla, llegando a producir 20 mil coches al mes para fin de 2017.
Sorprendentemente, los robots no estuvieron a la altura, y en el último trimestre de ese año apenas 2,425 vehículos salieron de la línea de montaje, generando pérdidas por casi 800 millones de dólares. Finalmente, Musk tuvo que reemplazar robots por humanos para lograr el objetivo de producción inicial de 20 mil unidades, aceptando públicamente su error a través de un tuit: “Sí, el exceso de automatización en Tesla fue un error. Para ser precisos, mi error. Los humanos están infravalorados”.
Una empresa donde robots y humanos trabajan en armonía es Amazon, que emplea más de 100 mil robots encargados de mover los productos de manera rápida y eficiente en sus enormes depósitos. Al mismo tiempo, aumentó su fuerza de trabajo en más de 80 mil personas, quienes se encargan de recoger y empaquetar los pedidos. Estos robots evitan que los empleados recorran largas distancias cargando o arrastrando productos, lo que en palabras de la compañía “hacen que los recolectores de Amazon sean más eficientes y estén menos cansados”.
Si bien la cantidad de denuncias respecto a las condiciones laborales de los empleados hace dudar de la veracidad de esta declaración, la relación simbiótica entre humanos y máquinas es innegable.
La consultora inglesa PwC predice que para mediados de 2030, hasta el 30% de los empleos actuales podría ser reemplazado por algún tipo de automatización. El gurú de la inteligencia artificial Kai-Fu Lee eleva este porcentaje al 40% para los próximos 15 a 20 años, desplazando no solo empleos en las jerarquías más baja de las empresas, sino también cuadros superiores, como administrativos, técnicos y dirigenciales. Camioneros y choferes, cocineros y bármanes, vendedores, albañiles, pilotos, arquitectos, contadores... No importa la profesión, allí donde haya una tarea rutinaria, nadie está a salvo de la amenazante sombra ocupacional que entraña la evolución vertiginosa de la inteligencia artificial. Associated Press, Forbes, Los Angeles Times y MSN reemplazaron docenas de redactores con software capaz de generar narraciones periodísticas sencillas.
Para los abogados también hay noticias, ya que se han desarrollado sistemas de inteligencia artificial que evitan la realización de tareas repetitivas, permitiéndoles enfocarse en tareas más complejas que solo podrían ser realizadas por humanos. Un ejemplo de ello es el sistema Prometea, del Ministerio Público Fiscal de la Ciudad de Buenos Aires, que puede predecir la solución de un caso judicial en menos de 20 segundos con una tasa de aciertos del 96%, elaborar 1.000 dictámenes jurídicos, -que antes llevaban 174 días- en solo 45 días, o confeccionar un pliego para contrataciones públicas en apenas un minuto, tarea que manualmente ocupaba dos horas.
Los Juegos Olímpicos de Invierno que se celebraron en febrero de este año en la ciudad china de Beijing fueron una verdadera exhibición de estos avances tecnológicos, que en nombre de la prevención del covid desplegó una cantidad de robots nunca antes vista en un evento público. Autómatas de todas las formas y tamaños repartieron paquetes, hicieron hamburguesas, mezclaron y sirvieron tragos, molieron granos y prepararon café, recogieron la basura y hasta dispensaron sanitizante para manos. Otros escaneaban el aire en busca de partículas de covid-19, desinfectaban pasillos y habitaciones o se acercaban a las personas para tomarle la temperatura corporal.
El restaurante del centro de prensa sirvió comida las 24 horas a más de 5.000 visitantes diarios, con robots de catering que elaboraban platos gourmet, tanto chinos como occidentales. Una vez preparados, un sistema de raíles en el techo trasladaba el pedido a la mesa descendiendo sobre los comensales. Todo este intrincado proceso de elaboración era supervisado por apenas dos humanos, uno mantenía abastecido a los robots y el otro controlaba el sistema informático.
Es innegable que en el futuro próximo habrá trabajos que desaparecerán para siempre desplazados por la automatización, pero se crearán nuevos puestos -aún inexistentes- y otros tantos se verán complementados y facilitados por robots o aplicaciones de IA. El gran desafío del mundo laboral del mañana será educacional, ya que los futuros profesionales no solo deberán trabajar a la par de las máquinas, sino que deberán ser capaces de diseñarlas, construirlas, programarlas y repararlas.
Un poco en serio y un poco en broma, este futuro ya fue predicho por Los Simpsons en el último episodio de la temporada 8, “La guerra secreta de Lisa Simpson”. Allí el Comandante de la Escuela Militarizada le dice a Lisa: "Las guerras del futuro no serán en un campo de batalla o en el mar. Serán en el espacio, o probablemente en la cima de una montaña muy alta. En todo caso, la mayor parte de la pelea real será llevada a cabo por pequeños robots. Si te encargas de eso, recuerda que tu tarea será clara: construir y mantener a esos robots".