El acontecimiento político de la semana fue sin dudas el reencuentro en público entre el presidente y la vice por el centenario de YPF. Vino precedido de dos semanas sin declaraciones explosivas en las que todos bajaron un cambio. La reunión para celebrar YPF bien podría pensarse como el intento más serio por poner fin al daño autoinfligido del Frente de Todos. Al fin y al cabo, después de 8 meses de confrontación y 3 sin que ambos se cruzaran personalmente, no hace falta recurrir a encuestas para concluir que todos salieron dañados, desde el presidente que es el que más perdió porque era el que más tenía para perder, hasta la vice, pasando por Sergio Massa y el Frente de Todos.
La tregua, si puede llamarse así, está atada con alambre y cualquier viento cruzado podría desbaratarla. Las diferencias están y van a persistir. Lo que el Frente de Todos necesita con urgencia es un mecanismo para procesarlas para poder gobernar.
Uno de esos vientos se cruzó este sábado, cuando la vicepresidenta expuso en Twitter un off publicado por medios nacionales, y que luego se supo que había sido distribuido desde el Ministerio de la Producción, en el que se señalaba a funcionarios cristinistas de haber redactado un pliego a medida de Techint para la compra de los caños del gasoducto Néstor Kirchner, la obra insignia que se propuso hacer el gobierno en tiempo récord.
Entonces el presidente, que durante un año defendió al ministro Kulfas con uñas y dientes de las críticas del cristinismo, actuó rápido y le pidió la renuncia para evitar que el incidente desbaratara la débil tregua que tanto costó construir.
Kulfas cometió la torpeza de tirarse de cabeza al barro para atacar por su cuenta y de forma inorgánica a la vicepresidenta, cuando la Casa Rosada está en otro plan. Por el contrario, la orden es no meterse en el barro con el cristinismo pero tampoco dejarse arrastrar, no responder, llamar a la unidad y focalizar las críticas en Macri y la oposición. Es la línea del propio presidente desde hace un tiempo.
Kulfas hizo todo lo contrario. Echó mano a una operación de prensa para plantar la sospecha de que hubo algo turbio de parte de los funcionarios cristinistas. Con el agregado de que recurrió a medios de comunicación “de la opo” en los que “corrupción kirchnerista” es un hit de la agenda diaria. Una doble torpeza porque plantó sospechas que ahora podrían volverse un boomerang. El presidente lo vio enseguida: la sospecha de un favoritismo no daña a Cristina y los funcionarios de La Cámpora, sino al gobierno en general. No habían pasado ni dos horas de la renuncia que desde la oposición pidieron que el control de la megaobra pase a la órbita del Congreso. Y todavía falta el capítulo judicial.
El presidente eligió a Daniel Scioli para ocupar el lugar de Kulfas. Y eso dice mucho sobre la dimensión del daño que dejó el incidente.
Cabe recordar que el viernes, en Tecnopolis, Cristina recordó que “le vamos a dar a Techint 200 millones de dólares para que se compren a sí mismos” en su subsidiaria de Brasil y acto seguido le pidió al presidente que presionara a la empresa para que fabricase la chapa de los tubos en su planta de San Nicolás. En esa misma línea, tiró palos para el Banco Central y el Ministerio de Producción, dando a entender que no “se cuidan los dólares” y que hay “un festival de importaciones”. No es casualidad que esto último esté entre sus preocupaciones. Si bien habría que determinar la composición de esas importaciones, lo que está mirando es el deterioro del superávit comercial.
Una advertencia sobre el mismo tema incluyó un informe de la Bolsa de Comercio de Rosario esta semana. Señala que si bien los términos de intercambio se están fortaleciendo por los precios favorables a Argentina, en términos de volumen ocurre lo contrario: “Las toneladas exportadas crecieron un 3,2% a nivel interanual en el primer trimestre de 2022, mientras las cantidades importadas mostraron una suba superior al 20,2%”. En definitiva, parte de lo que ganamos por precio lo perdemos porque entra demasiado.
Rossi a inteligencia
Casi a la misma hora de la mañana del sábado que Cristina incineraba a Kulfas en Twitter, el presidente estaba reunido con Agustín Rossi y Cristina Caamaño definiendo la llegada del santafesino a la Agencia Federal de Inteligencia. Esa posibilidad se había mencionado en diciembre pasado y se concreta ahora, ya no como intervención. El presidente anunció que pedirá al Senado la aprobación del pliego del Chivo.
A primera vista no pareciera el lugar más acorde al oficio político del santafesino, al que se lo postulaba para el Ministerio de Interior o la Jefatura de Gabinete, dos lugares que el presidente no quiso tocar porque son parte de los acuerdos políticos de la alianza gobernante.
Ser titular de AFI implica estar en contacto directo con el presidente, ser una pata central del Sistema Nacional de Inteligencia (SIN) y tener injerencia tanto en materia de Defensa nacional (área que Rossi conoce por sus dos etapas como ministro de Defensa) como en Seguridad Interior, donde talla la inteligencia orientada “a la criminalidad organizada, en particular el narcotráfico, la trata de personas sexual o laboral, la delincuencia económica y financiera y el tráfico de armas, entre otros delitos”, según la web oficial de la agencia. Es decir, problemáticas muy relacionadas a Santa Fe y Rosario.
Además de lo que pueda aportar desde la gestión nacional, la designación termina por empoderar a Rossi como el referente albertista en Santa Fe, lo que implica influencia política, contactos, bajada de políticas públicas, recursos económicos, lugares en listas electorales, etc.
El precandidato a gobernador del sector es Leandro Busatto, a quien tanto la última encuesta de Innova en Rosario como la de Doxa Data en la provincia ubican en el lote de atrás y con escaso nivel de conocimiento, pero en el mismo nivel que los otros anotados hasta ahora en la carrera: el cristinista Marcos Cleri y el perottista Roberto Mirabella. El único peronista que ostenta una posición distinta es Marcelo Lewandowski que, según los encuestadores, arranca (en términos individuales y a un año de la elección) en el lote de arriba con nombres radicales como Maximiliano Pullaro y Carolina Losada.
Pliegos y Constitución
Busatto es el presidente de uno de los bloques de diputados peronistas. El lunes pasado se reunió con el gobernador Perotti, después de mucho tiempo. Hablaron de política nacional y provincial y repasaron dos temas que se vienen en Diputados, donde radicales y socialistas marcan el paso. Uno de ellos es qué hacer con los pliegos de nuevos jueces que el Ejecutivo retiró semanas atrás. Este lunes en la Casa Gris comenzará a definirse qué pliegos se envían y cuáles no porque no tienen chances de pasar.
El otro tema conversado es el inminente tratamiento en comisiones de los proyectos de reforma constitucional. Hay seis y el socialismo es el que se puso al hombro la articulación en la Cámara baja. Los cálculos iniciales indican que es factible consensuar uno que reúna los dos tercios de los votos para darle media sanción.
Sería un avance muy relevante que obligará a todos los actores políticos a posicionarse. El gobernador ya adelantó que no será impedimento porque la reforma es necesaria, aunque repitió aquello de que la gente en la calle no le pide por la reforma de la Constitución. En realidad el impedimento no pasa por el esperable desinterés ciudadano sino por intereses políticos.
Una hipotética reforma contemplará el reparto proporcional de bancas de diputados en relación a los votos obtenidos en la elección. Y es sabido que, siguiendo los pasos de sus antecesores, en 2023 es casi seguro que Perotti encabezará la lista de diputados provinciales. Si se eligiera con la actual Constitución y ganara aunque sea por un voto ingresaría 28 diputados de forma automática, mientras que si se aplicara sistema D´Hont serán muchos menos. Como pinta el contexto electoral, el peronismo no se lo perdonaría, como todavía no le perdona a Jorge Obeid haber entregado la ley de lemas.
De todos modos la gran traba para la reforma está en el Senado, donde el peronismo está a un voto de tener los dos tercios. En esa cámara (no es sólo el peronismo), no hay voluntad de poner en debate aquellas normas constitucionales que empoderan a los senadores y les dan autonomía política, como bicameralidad, fueros parlamentarios, elección cada dos años de los presidentes comunales, partidas para subsidios económicos, entre otros.
La reforma constitucional hasta aquí es una iniciativa de la oposición que avanzará hasta donde pueda en Diputados. El gobierno provincial se aferra a una modesta agenda de reformas por ley, como voto joven, extensión de mandatos en comunas y algo de autonomía municipal.
Reperfilando
Fuera de la agenda legislativa, radicales, socialistas y el PRO están hiperactivos en la política provincial. El lunes pasado, el intendente Javkin aprovechó el lanzamiento de un centro de estudios para mostrarse con un sector del socialismo y rodearse del ex gobernador Antonio Bonfatti y el intendente de Santa Fe Emilio Jatón.
El rosarino se despachó con fuertes críticas, como no se lo había escuchado hasta ahora, contra la gestión de la pandemia de los gobiernos peronistas de provincia y Nación. Hizo una ferviente reivindicación de los gobiernos del Frente Progresista y sus políticas de salud y educación. Fustigó a “los iluminados del gobierno nacional” que “nos corren por izquierda”, en relación a la posibilidad de aliarse a la UCR y el PRO que a nivel nacional son socios en Juntos por el Cambio. También Bonfatti a su turno defendió el carácter progresista de la gestión de Javkin y dirigió dardos a los gobiernos de Perotti y Fernández. El escenario lo puso Fuerza del Territorio, una corriente interna que viene con aspiraciones electorales y que empieza a sugerir al secretario de Salud Leonardo Caruana para competir por la intendencia. En charla con periodistas, el santafesino Jatón jugó su ficha cuando le preguntaron: “A cualquiera que sea intendente de una ciudad importante le gustaría pelear por la Gobernación”.
Ese perfilamiento que empieza a trazar Javkin en relación a su deseo de competir por la gobernación es distinto al de Maximiliano Pullaro, aunque ambos van camino al mismo lugar. El ex ministro de Seguridad le sacó el jugo a la muestra de campo que se realizó en Armstrong: recorrida con Miguel del Sel el viernes y con Ricardo López Murphy ayer.
Es decir, mientras Javkin se construye como heredero de las políticas del Frente Progresista (quizás no sea el único, falta ver qué pasará por ejemplo con la socialista Clara García), Pullaro se viste con la marca Juntos por el Cambio por encima de su atuendo radical.
Más claro: Pullaro salió a la conquista del voto duro del PRO en Santa Fe, que quedó a la deriva por la pérdida de competitividad de los referentes macristas. Aprovecha que sus potenciales competidores por ese nicho como Carolina Losada, Dionisio Scarpin, Federico Angelini o algún otro todavía no se definieron.
Inevitablemente la franquicia de Juntos por el Cambio va en combo con el discurso antikirchnerista de manual, el que dice que cualquier definición debe incluir una referencia a ese sector político. “Nos gustaría a veces no irnos tan para ese lado, pero la verdad que los consultores de comunicación nos dicen que no aflojemos, que es por ahí”, cuenta un radical que participa de la cocina.