Es lunes y la noche empieza a caer pesada sobre la zona oeste. Una nena de 14 años ayuda a sus padres con las tareas del hogar, como cualquier otro día. Como cualquier otro día, se escuchan ruidos de motores acelerados, de caucho quemado contra el asfalto y de detonaciones de armas de fuego en la calle. Hay un agujero en la ventana apenas iluminada de la casa que lleva el número 2769 de la calle Magallanes y ya no hay nadie de pie frente al hilo de agua caliente que sale de la canilla. La espuma del detergente se empieza a mezclar con la sangre. El cuerpo adolescente de Tiziana, agonizante, ahora está en los brazos de su madre.Los vecinos lloran la muerte de la niña, mientras los policías alumbran con linternas los impactos de los proyectiles en las otras casas de la cuadra. Los rosarinos y rosarinas se van a dormir con la novedad de que septiembre ya tiene más asesinatos que días. Las muertes de bala, y sobre todo las que suceden lejos del centro, ya se cuentan como muertes naturales en esta ciudad.
Fue un comienzo de semana sangriento en la Ciudad Gótica rosarina. Sobre el mediodía, las placas rojas de las noticias urgentes se pegaban codazos en el noticiero, compitiendo para salir antes que las demás. Pero la violencia no se fue a dormir la siesta y recrudeció al anochecer, cuando las calles debían estar despobladas en el marco de la nueva cuarentena por el coronavirus y de la compleja situación sanitaria que atraviesa Rosario. La pandemia de las balaceras no les da a sus víctimas ni siquiera la chance de las camas críticas.
La agenda violenta del lunes incluyó de todo. Un joven quedó al borde de la muerte tras ser baleado en la cabeza en la puerta del cementerio La Piedad, donde un grupo de personas había ido a enterrar a otro joven acribillado a balazos. Un hombre que salió del Heca con una venda ensangrentada que le apretaba la cabeza, al poco rato estaba quemando un auto robado.
Mientras tanto, un chico intentaba buscarle razones al ataque a patadas que le habían dado dos ciclistas a su abuelo de 72 años, que quedó con muerte cerebral. Y en Cabín 9 se organizaba una marcha para pedir justicia -esa palabra invocada una y otra vez casi como una entelequia- por un joven futbolista asesinado, al que le arrebataron el sueño de jugar en la primera de Argentino.
Y ya entrada la noche, la aberrante y absurda muerte de Tiziana, la adolescente que ni siquiera pudo ponerse a salvo adentro de su casa de la zona oeste de Rosario.
F5 todo el tiempo a los homicidios en Rosario
Las estadísticas de la ciminalidad en Rosario representan una variable que necesita ser actualizada todo el tiempo. La detallada nota que publicó el sábado el periodista Agustín Lago en Rosario3, luego del resonante asesinato del taxista en zona norte, lamentablemente ya quedó vieja. Los 13 homicidios que se contaban por entonces, ahora pasaron a ser 16. En tanto, el joven baleado en la puerta del cementerio y el hombre de 72 años desfigurado por dos ciclistas, se encontraban en estado gravísimo.
Pasando en blanco, o mejor dicho en rojo, fueron 16 homicidios en 14 días. En los 31 días que duró agosto, se contabilizaron 11 crímenes en el Gran Rosario.
De los once homicidios de agosto, nueve fueron en Rosario, uno en Alvear y otro en Villa Gobernador Gálvez. En tanto, de los quince crímenes en lo que va de septiembre, once fueron en Rosario, tres en Granadero Baigorria y uno en Villa Gobernador Gálvez.
El contexto de toda esta violencia ciudadana no es el mejor, con los reclamos de los policías que se movilizaron hasta la puerta de Jefatura la semana pasada y las declaraciones del ministro de Seguridad de la provincia, Marcelo Sain, que enervaron aun más a una tropa que a esa altura ni siquiera podía legitimar la protesta.
El crimen de Tiziana o el del taxista el sábado por la tarde , además de desoladores son paradigmáticos porque derriban el lugar común del “que se maten entre ellos” o “algo habrán hecho para terminar así” , como suele escucharse en las charlas de vereda o en las discusiones sordas frente al televisor, cuando el problema se oculta bajo la alfombra de los "ajustes de cuentas" o de las "disputas interpersonales".
La característica igualadora de todas esas crímenes es la desolación que dejan en sus familiares y amigos. Solo para ellos, esas muertes no son naturales.
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