Alejandro Andrés Tourn fue asesinado el 19 de agosto en Cerrillos al 3700, uno de los lugares más estragados por la violencia callejera y la venta de droga al menudeo en Rosario. Según la investigación, su único pecado fue haber ido a comprar droga a la canchita de Vía Honda y mientras esperaba la transacción dentro de su Fiat Duna, lo acribillaron.
Este lunes, el fiscal Alejandro Ferlazzo acusó al apodado Cogote, que sería un matón encargado de cuidar un puesto de venta de estupefacientes, por el homicidio de Tourn.
Como principal evidencia para señalar a Brian Damián “Cogote” B., la Fiscalía presentó dos testimonios de identidad reservada. “Es un barrio donde nadie quiere hablar. Es muy dificil”, señaló una fuente de la investigación sobre la labor de los detectives en ese territorio.
Uno de los declarantes expuso que “todos en el barrio empezaron a decir que fue Cogote, un tipo que se encarga de cuidar búnkeres” que regentean personas que la Fiscalía prefirió mantener en reserva.
En tanto, un testigo presencial señaló que Cogote se acercó al Duna, que estaba estacionado sobre Cerrillos al 3700, y pese a que desde el asiento del acompañante Tourn suplicó que no le disparen porque no estaba haciendo nada, el homicida le descerrajó cinco tiros. Todo ocurrió alrededor de las 19.50.
Escenario dantesco
Un día después de este crimen, en Cerrillos al 3900 fue asesinado Miguel Leiva, de 57 años. El hombre fue atacado a balazos por personas que llegaron al lugar en un auto. Dejaron un mensaje: “Peruano plantate, la mafia no perdona gil”. Junto al cuerpo de Leiva, se dijo, quedaron 30 envoltorios de estupefacientes. La investigación de este caso tiene dos presuntos homicidas presos.
La saga tiene otras víctimas fatales. El martes 9 de agosto ejecutaron a metros de la canchita de calle Cerrillos a Jorge Alberto Bustos e hirieron a otras dos personas.
Nada parece frenar la violencia en ese sector empobrecido, donde suenan nombres como Ariel “el Viejo” Cantero y Nelson “Pandu” Aguirre como referententes del control territorial de una zona bajo fuego. La influencia de Pandu y Cantero quedó al descubierto con una masiva imputación de mayo, en una causa que ya tiene 25 acusados, la mayoría presos.
También, en la calle resuenan referencias como el “búnker de Mimi” y “la Cueva”, este último escenario, el domingo pasado, de una balacera que dejó gravemente herida a Anahí O., una nena de 8 años, a Matías N. (32) y a Ramón Antonio G. (62). Los tres permanecen con pronóstico reservado en el Hospital de Emergencias Clemente Álvarez (Heca).
“Oren por esta niña. Otra vez nuestro barrio sufre las consecuencias de las balaceras sin sentido porque no hacen más que lastimar a los inocentes. Esta masacre turbia y oscura me duele mucho. En lo que se ha convertido Rosario en general. Ya no importa hora ni edad para esta gente sin corazón ni remordimiento para lastimar a cualquiera solo por mirar o por estar en un lugar y momento equivocado. Con una mano en el corazón les pido que oren”, escribió en las redes sociales una mujer a modo de súplica por la salud de la niña Anahí, que sigue grave.
Las cadenas de oración por redes sociales parecieran ser las únicas herramientas que tienen los vecinos condenados a vivir en ese sector del oeste donde la vida no vale nada.
El miércoles 26 de octubre por la noche, otro tiroteo desatado en Cerrillos al 3800 dejó a dos jóvenes gravemente heridos. Uno de ellos Alejandro Cuello, que se encuentra internado en el Heca, al igual que Luciano Roulín, un chico de 16 años que lo acompañaba.
“Por consecuencias de las balaceras que vive nuestra cuidad nuestro amigo quedó en el medio de una de ellas. El chabón estaba hablando de trabajo en la calle con mi marido. No estába haciendo más que charlar como todo ciudadano de esta cuidad y estos despiados que sólo tiran por tirar o no se acercan a tirar donde tiene que ser. La mayoría lo conoce. Es un pibe que sale de su casa a trabajar, estar con su abuela y ir a la casa de su mamá”, reza otro pedido desesperado de una vecina. Esta vez, sobre la salud de Alejandro Cuello.
Como si fuera poco, a Javier Alejandro Céspedes (24) lo mataron el sábado de 9 balazos en Felipe Moré al 3700, a escasos metros de la canchita de Cerrillos. Según describieron los policías que trabajaron en la escena del crimen, Céspedes, domiciliado en barrio Emaús fue perseguido a pie por un hombre, recibió por la espalda algunos balazos y luego fue rematado en el interior de su vehículo, una modesta Renault Express.