“Cuando terminé de escribir Cometierra, era muy consciente de que había historias que me gustaban muchísimo y que las quería continuar. Por ejemplo, el caso de «la Florensia» (sic), que se abría y se cerraba muy rápido. Eso me pasó con Miseria, que apareció al final y me enamoré. Entonces, hice ese movimiento de sacarla de un personaje chiquitito y ponerla a coprotagonizar una novela”, explica Dolores Reyes en diálogo con Rosario3 sobre su segundo libro, llamado como este último personaje, Miseria.
En la novela –que presenta una continuidad con la primera, pero puede leerse de manera independiente– Misera está embarazada y su amiga, Cometierra, duda sobre qué hacer con su don, ese que le permite conectar con las chicas que están desaparecidas a partir tomar un puñado de tierra que hayan habitado y llevárselo a la boca.
En la trama, ambas alternan la primera persona para narrar una historia de amistad, violencias y elecciones. Las dos amigas dejan el conurbano para establecerse en un barrio de Caba. En rigor, cruzan la General Paz. “El Walter”, hermano de Cometierra y padre del hijo que espera Misera (“el pendejo”), y la perra Polenta las acompañan.
“Liniers es una zona tránsito, de migración muy fuerte, donde hay infinidad de locales y muchas adivinas. Ese cambio de escenario le permite a Cometierra dimensionar lo que estas muchedumbres en tránsito significan para la vida y la seguridad de las mujeres, que es lo con lo que se va a terminar topando cuando decide a salir de tu casa”, señala Reyes.
—La mudanza amplía vínculos e introduce la idea de red
–En esta novela, me interesaba profundizar en la relación entre las dos amigas, más allá de la amistad, y el vínculo con personas de otras culturas y edades. También está la cuestión de la red de cuidado con “el pendejo”.
— Cometierra dice: “Irme fue lo único que pude elegir en toda la vida”. Es una síntesis de un momento inicial de la novela. ¿Hasta qué punto esta decisión, y la que va a tomar respecto a su don, no están ligadas al mandato femenino del “cuidado”?
—Está rodeada por más gente y, con eso, Cometierra se ve obligada a vincularse con el afuera. Además, va a tener que salir cuando sienta que hay una amenaza muy fuerte sobre el cuerpo de Miseria. Y sobre la elección, esta es una novela en la que ella está eligiendo. En la primera parte está tan metida para adentro que, luego de sopesar qué va a hacer con ese don tan pesado ante la aparición de esas fotocopias con los ojos de las chicas que la miran, bueno, se siente interpelada. Cometierra elige volver a la tierra. Me refiero a poner el don en función de los que la necesitan.
—Otra resistencia que ensaya es la de ocupar un lugar de poder no solidario con otras personas, por decirlo así, como sí ocurre con “la Vidente”. ¿Por qué decidiste pensar en una suerte de antagonista?
—Me parecía muy naif pensar que todas las mujeres que tienen un don o hacen trabajos mágicos, los hacen por el bien. La magia negra y la oscuridad, existen. Yo acompaño a mis personajes. Esta vez, en un nuevo territorio en el que, de alguna forma, aparece alguien que le mide el poder y el terreno a Cometierra.
—En el libro, detallás con abundancia de imágenes el parto de Miseria y, sin ficciones, introducís la violencia obstétrica como tópico
—Me pasaban muchas cosas con eso. Primero, una disputa estética: estaba cansada de ver cómo se ha representado el parto, una situación a la que una mujer llega totalmente descontrolada, transpirada, gritando, sufriendo cada vez más. De repente, todo se llena de sangre. Le dicen “pujá, puja” y aparece un bebé de dos meses. Quería contar el parto de una manera más realista, más ligada al cuerpo de quien lo está protagonizando; cambiar absolutamente la perspectiva. Y por el otro lado, también plantear que nosotras nos jugamos nuestra vida y la vida de nuestro hijo en ese momento.
—Hay un saber ancestral sobre el parto que la medicina no respeta, o al menos, no siempre
–La partería es algo que tradicionalmente estuvo en manos de las mujeres y que nos fue arrebatado. Nos hicieron creer que no conocíamos nuestro cuerpo, que no sabíamos lo que nos pasaba. Generalmente, la figura del conocimiento es la del obstetra. Me interesaba plantear cómo una chica adolescente de bajos recursos, embarazada, llega a ese momento y de qué modo las violencias contra las mujeres y las diversidades, y la violencia clasista te atraviesan.... Es un momento que conozco porque yo fui una adolescente embarazada los 16 años y la respuesta no es esa amorosa que nos hacen creer muchas veces cuando nos quieren impedir el derecho a decidir sobre nuestras maternidades. Muchas veces, lo que encontramos es un desprecio infernal.
—Cometierra y Miseria son bien distintas: la primera, como dijiste, marcada por un “pesado” don. Y la otra, extrovertida, vital. ¿Qué te ofrecía ese diálogo de opuestas?
—Pienso en las alumnas que tuve, con historias de vida distintas que tenían esa magia, ese chispazo vital alucinante. No es que quisiera imitarlas, es imposible. Pero la vida es un don que trae cada piba, cada pibe. Y sí, son muy distintas: Cometierra está encerrada y en contacto con toda esa realidad terrible que le muestra tierra, una realidad de cuerpos desaparecidos. En cambio, Miseria es extrovertida, no deja de hablar, de moverse. Incluso se mete en problemas por tener la lengua tan suelta.
Dolores Reyes escritora y docente. Cometierra (Editorial Sigilo, 2019) fue su primera novela, traducida a doce idiomas. Fue finalista de los premios de Novela Fundación Medifé-Filba, Memorial Silverio Cañada, Mario Vargas Llosa y Sara Gallardo. Nació en 1978, en el oeste de la provincia de Buenos Aires, donde vive con sus siete hijos. También fue madre adolescente.
La autora presentó Miseria en la 25ª Feria Internacional del Libro de Rosario.