El sol del invierno rebota en la ventana. Adentro, suenan las canciones de Cargar la suerte, el último disco de Andrés Calamaro. La gira de la placa número 15 del ex Raíces, Los Abuelos de la Nada, Las Ligas y Los Rodríguez lo traerá de regreso a Rosario el próximo 30 de noviembre.
El álbum se publicó hace ya un año. Y esta escucha –un acto que reconoce periodicidad– acompaña un objetivo mediato: una lista de preguntas que el músico responderá por mail. Desde hace tiempo, es la modalidad elegida para las entrevistas por el autor de "Mi gin tonic".
Con nuevo repertorio ya probado en España y Latinoamérica, El Salmón desembarcará en el Anfiteatro Humberto de Nito junto a Germán Wiedemer, en teclados; Mariano Domínguez, en bajo; Julián Kanevsky, en guitarras; y Martín Bruhn, en batería. El recital corta una ausencia de tres años en los escenarios rosarinos.
En las respuestas que Calamaro tipeó para Rosario3 se refirió a cómo se reconfiguran las canciones en concierto –“siempre estamos interpretando”–, a su afición por la escritura –“creo que hay que escribir todos los días, como escuchar música”– y a su participación en el disco de duetos de Los Palmeras con quienes grabó una versión de “Asesina”. “Lo estaba deseando”, aseguró.
También hubo mención a las nuevas tecnologías y los cambios –“nos dieron un arma a cada uno y la llamamos teléfono”– y al camino recorrido: “Somos envases y el tiempo es nuestro contenido”.
Luego del cruce con Paula Maffia por la Ley de cupo y su posterior “aclaración” en Twitter, el cantante sentó posición: “A mí me parece bien, pero no organizo festivales”.
La entrevista
—Tenemos referencias de la primera parte de la gira de Cargar la suerte por las crónicas de medios españoles ¿Cómo será el recital en Rosario?
—Nos gustaron mucho los recitales en España. Pero cada recital es distinto y los que importan son los que todavía no cantamos. Algunas cosas cambian de un recital a otro, aunque toquemos la misma lista de canciones. Siempre estamos interpretando.
—¿Qué cambios reconocés en tu manera de componer?
—Hay cambios. Se puede armar una canción con instrumentos y grabadores, se puede prescindir de las canciones; el rock tampoco las necesita siempre. Se puede empezar por la letra, las palabras. Finalmente, hacerlo con otros compañeros, en equipo. El rock, entonces, no necesita de canciones, las canciones son un subgénero en el rock. Quizás sea el deseo tan importante como la variedad armónica.
—En los últimos años publicaste Paracaídas y vueltas. Diariosíntimos, escribiste prólogos de libros –Postales tumberas, El robo del siglo, Desgracias totales, Rec & Roll–, firmás columnas en medios españoles y, desde el último febrero dirigís y escribís en la revista cultural Nervio. ¿De dónde viene tu relación con la escritura?
—Creo que hay que escribir todos los días, como escuchar música. Murieron demasiadas personas para que tengamos este idioma común a millones de nosotros, hay que aprovecharlo. Me gusta escribir y corregirme. Estoy progresando con el lenguaje. Este año escribí mucho texto. Intento entrar en el Club de las Décimas, entre otras cosas. Las décimas redondillas de Espinel. La canción no me obsesiona en absoluto, coquetear con la música popular es un experimento de retro vanguardia, en el mejor de los casos. Casi todos los géneros populares, folclóricos y fusiones, son cantados, pero no siempre son canciones.
—Sos parte y comentás en el grupo Coleccionistas de Vinilos de Argentina (Facebook) ¿Tenés alguna preferencia sobre el sonido analógico? ¿Hay algún vinilo que atesores particularmente?
—Escucho en todos los formatos porque escucho música todos los días y no siempre estoy en casa con mis discos y mis equipos de música. Tengo muchos vinilos muy apreciados y CD. No soy un coleccionista pero me gustan mucho los discos. El CD también me gusta, y las plataformas. Aunque no estoy de acuerdo con la política dura del streaming de música.
—El rock/pop es una suma de expresiones cada vez más atravesada por otros géneros. ¿Cuál es tu percepción del presente?
—Cuando empezamos, ya había muchas cosas bien definidas en el rock, en el mundo y en Argentina. Los géneros ya se habían atravesado en Argentina y en el resto continente del rock. Me encontré con mucha música interesante que sigo descubriendo y estudiando. A los géneros hay que salir a buscarlos, no van a venir a tocarnos la puerta.
—¿Qué sensaciones guardás de la colaboración con Los Palmeras?
—Excelentes sensaciones. Es un honor grabar con Los Palmeras. Lo estaba deseando. La música en Santa Fe es grande y Los Palmeras son maestros de maestros. Tampoco es sencillo cantar con Cacho, hay que poner lo mejor que tenemos. A las colaboraciones hay que ponerles todo, es un compromiso y un privilegio que artistas grandes me inviten a cantar.
—En las letras de Cargar la suerte sobrevuelan la nostalgia, el paso del tiempo y cierta mirada de quien observa en situación de espera. ¿Que lectura hacés, en perspectiva, de esta parte de tu tiempo vivido?
—Desde cualquier perspectiva, es mucho tiempo. Pero tampoco me pesa. Somos envases y el tiempo es nuestro contenido. En Cargar la suerte parezco cambiar el eje de muchas de mis canciones, pero casi siempre escribo en primera persona, que es la persona infame para la literatura. Sin embargo, resulta contemplativa y universal, como ocurre con el Martín Fierro, que está escrito en primera persona pero nos sirve a todos para vivir desde los ojos del gaucho.
—Divisiones y odios hubo siempre, pero las redes sociales, en algún punto, amplifican esas distancias y frustraciones. Y también inauguraron nuevas formas de diálogos: inmediato y masivo. ¿Cómo vivís esos intercambios?
—La telefonía puede cambiar el mundo y hacerlo un lugar menos interesante. Evitar el mal humor es lo más aconsejable, ser amable con todo el mundo y no imponer posibles pensamientos propios con vehemencia. Esta comunicación puede anticipar el fin el mundo que conocimos. Nos dieron un arma a cada uno y la llamamos teléfono. Vivo los intercambios con tranquilidad y evitando el mal humor, es el único idioma posible en el territorio digital.
—¿Qué pensás hoy de la Ley de cupo?
—La Ley de Cupo a mí me parece bien pero no organizo festivales. Una cosa es evitar la desigualdad y otra distinta es hacer méritos para cantar en público. Nunca necesité de leyes machistas. Más bien rompí todas las leyes machistas que pude. Las leyes para proteger a los artistas nunca son suficientes. Los discos no eran cultura y desarmaron la institución para beneficio de unos pocos. Las leyes tampoco se respetan. Una nueva gestión va a tomar nota de la corriente de los colectivos.
—¿Pudiste hacerle llegar la Gibson a Alberto Fernández?
—No hizo falta porque Fernández tiene buenas guitarras. Pero estamos todos en contacto. No soy un militante pero tengo buen diálogo y aprecio con personas relacionadas a la política activa. Mi padre fue militante y fundador de partidos políticos. Nosotros heredamos el buen diálogo con los sectores y la tolerancia.
Más información