River está vivo. Cómo no va estarlo después de un triunfo así nada más y nada menos que en el superclásico. Después de una semana complicada, y con el golpe que significó quedarse sin Ortega, venció 3-1 a Boca en el Monumental.
Fueron dos golazos de Gonzalo Higuaín y otro de Farías los que permitieron a River conseguir este triunfo que hizo más que recuperar la sonrisa a su gente y oxigenó al técnico Passarella. Para Boca convirtió Palacio un gol que le dio un empate transitorio que hizo que en algún momento pensara un cierre más feliz para este trascendental partido. La figura fue el mediocampista surgido en las inferiores de Newell’s Fernando Belluschi, que tuvo una actuación consagratoria.
Para River no había otra que el triunfo. Llegaba luego de perder puntos en los últimos minutos de sus dos choques anteriores, contra Colón y Belgrano. Con la presión de la gente que exigía terminar con una racha adversa contra el eterno rival. Y con el agregado de la deserción de Ariel Ortega por problemas personales. Por eso, ese final, luego de que en los últimos minutos los de la banda tocaran de un lado a otro la pelota y su hinchada disfrutara con la repetición del “ole”, fue un verdadero grito de desahogo que hizo temblar el Monumental. A "Ariel y su familia" le dedicó, justamente, el triunfo Daniel Passarella, al hacer declaraciones cuando terminó el partido.
Pero antes hubo un trámite que tuvo sus complicaciones. De movida River perdió a uno de sus alfiles. Domínguez y Calvo chocaron fuertemente en la mitad de la cancha. El lateral izquierdo local quedó fuera de combate y Passarella tuvo que improvisar: entró el juvenil Abelairas para jugar por izquierda y Zapata tomó la posición lateral izquierdo que dejó Domíguez.
Los dos técnicos poblaron el mediocampo de peones. Allí, entendían, estaba la clave para abrir el partido. El que ganara la pulseada en ese sector, el que consiguiera sacar la mínima luz de ventaja, podía torcer la historia a su favor.
Las cosas estaban parejas, pero un error de Bobadilla en una salida derivó en una falta de Silvestre a Farías. Belluschi tiró el centro y tras una serie de rebotes Higuaín convirtió de taco.
La alegría les duró exactamente dos minutos a los locales. Porque de una combinación entre Gago y Palacio llegó el empate de éste último.
El partido se hizo de ida y vuelta. Pero se fueron igualados al entretiempo.
En el segundo tiempo empezó mejor River. Belluschi empezó a prevalecer en el medio y a encontrarse con Higuaín. A los 8, armaron una pared fantástica y el delantero eludió al arquero para poner una vez más arriba a los locales. Otra vez estalló El Monumental.
Boca pudo empatar. Hasta que llegó el tercero de Farías, tras un gran pase de Belluschi, y Boca ya no tuvo respuestas. River tuvo chances para hacer el cuarto, pero eso ya era una anécdota. La fiesta ya era un hecho irreversible para un Monumental que necesitaba volver a vibrar así.
Fueron dos golazos de Gonzalo Higuaín y otro de Farías los que permitieron a River conseguir este triunfo que hizo más que recuperar la sonrisa a su gente y oxigenó al técnico Passarella. Para Boca convirtió Palacio un gol que le dio un empate transitorio que hizo que en algún momento pensara un cierre más feliz para este trascendental partido. La figura fue el mediocampista surgido en las inferiores de Newell’s Fernando Belluschi, que tuvo una actuación consagratoria.
Para River no había otra que el triunfo. Llegaba luego de perder puntos en los últimos minutos de sus dos choques anteriores, contra Colón y Belgrano. Con la presión de la gente que exigía terminar con una racha adversa contra el eterno rival. Y con el agregado de la deserción de Ariel Ortega por problemas personales. Por eso, ese final, luego de que en los últimos minutos los de la banda tocaran de un lado a otro la pelota y su hinchada disfrutara con la repetición del “ole”, fue un verdadero grito de desahogo que hizo temblar el Monumental. A "Ariel y su familia" le dedicó, justamente, el triunfo Daniel Passarella, al hacer declaraciones cuando terminó el partido.
Pero antes hubo un trámite que tuvo sus complicaciones. De movida River perdió a uno de sus alfiles. Domínguez y Calvo chocaron fuertemente en la mitad de la cancha. El lateral izquierdo local quedó fuera de combate y Passarella tuvo que improvisar: entró el juvenil Abelairas para jugar por izquierda y Zapata tomó la posición lateral izquierdo que dejó Domíguez.
Los dos técnicos poblaron el mediocampo de peones. Allí, entendían, estaba la clave para abrir el partido. El que ganara la pulseada en ese sector, el que consiguiera sacar la mínima luz de ventaja, podía torcer la historia a su favor.
Las cosas estaban parejas, pero un error de Bobadilla en una salida derivó en una falta de Silvestre a Farías. Belluschi tiró el centro y tras una serie de rebotes Higuaín convirtió de taco.
La alegría les duró exactamente dos minutos a los locales. Porque de una combinación entre Gago y Palacio llegó el empate de éste último.
El partido se hizo de ida y vuelta. Pero se fueron igualados al entretiempo.
En el segundo tiempo empezó mejor River. Belluschi empezó a prevalecer en el medio y a encontrarse con Higuaín. A los 8, armaron una pared fantástica y el delantero eludió al arquero para poner una vez más arriba a los locales. Otra vez estalló El Monumental.
Boca pudo empatar. Hasta que llegó el tercero de Farías, tras un gran pase de Belluschi, y Boca ya no tuvo respuestas. River tuvo chances para hacer el cuarto, pero eso ya era una anécdota. La fiesta ya era un hecho irreversible para un Monumental que necesitaba volver a vibrar así.