Para el bebé y el niño, jugar es la manera de descubrir, explorar y conocer el mundo. Es su actividad principal. Una experiencia creadora constante. Según los especialistas, no se trata solo de diversión o entretenimiento.
Para poder desarrollar esta experiencia el niño necesita poder hacerlo en un ámbito confiable que le dé seguridad, donde pueda usar todos sus sentidos, para a partir de allí ir desarrollando funciones más complejas tales como sentir, percibir, intuir, pensar. Jugar es la posibilidad de construir un espacio y un tiempo especial donde todo es posible.
Es encontrarse con los propios deseos, intereses, afectos, y con el placer... "porque si" de jugar, más allá de los resultados visibles que obtenga. Es entrar en un mundo de sensaciones y ponerlas en acción, incluso aun cuando no se ha adquirido el lenguaje.
Generalmente se asocia el juego con diversión, pasatiempo, entretenimiento. Aunque es mucho más que eso. Es el factor dominante de la vida infantil. Es su actividad y "trabajo por excelencia". Jugar es crecer.
Desde que el bebé nace, ya en sus momentos de alimentación, disfruta del acto de alimentarse mas allá de nutrirse de la leche materna. Este es su primer "jugar", con el pecho, con la mirada, con los gestos, con la madre.
Chupar objetos, manipularlos, golpear, arrojar, buscar, sacar, poner, esconder, etc., serán las maneras que tendrá de desplegar todas sus posibilidades y potencialidades afectivas e intelectuales. Y también de conocer su cuerpo y de recrear la realidad en la que vive.
Las maneras de jugar van cambiando a medida que los chicos crecen y se desarrollan en lo físico, psíquico y social. Los primeros juegos son los funcionales; estos son aquellos en que el bebé está "jugando" aunque a veces no nos demos cuenta de ello. El bebé tiende a prolongar las sensaciones placenteras repitiendo una y otra vez una actividad o un movimiento, con el fin de mantener ese placer que en un primer momento obtuvo por casualidad. Así logra con el tiempo realizar esto con mayor seguridad, lo que le da mucha alegría y confianza en sí mismo.
Con la aparición del lenguaje, esta repetición física se traslada a las palabras. Repite sonidos, ruidos, palabras, como una manera de comenzar a dominar esta nueva posibilidad que se le abre en el mundo: la comunicación verbal. Nuevamente, en un inicio lo hace por el placer mismo de experimentar sensaciones nuevas, y con el tiempo comenzará a desarrollar el juego simbólico que se da durante el segundo año de vida, donde su forma de jugar comenzará a complejizarse y hasta podrá imitar o dramatizar situaciones familiares vividas por él (jugar a la mamá, al doctor, jugar a alimentar o dormir a un muñeco, etc.).
Los mejores juegos son aquellos que el bebé o el niño eligen espontáneamente. Cualquier situación u objeto puede convertirse en algo para jugar. Lo importante es poder mirar y acompañar a los chicos en esta constante y placentera tarea de experimentar, de conocerse y conocer el mundo.
Fuente: Planeta Mamá