El cantante de El Otro Yo, Cristian Aldana, permanece en prisión preventiva en la cárcel de Marcos Paz desde el último 23 de diciembre, tras nueve denuncias penales por abuso sexual de niñas de 13 a 16 años.

La primera denuncia la radicó una ex novia que reveló que empezó una relación con el músico cuando ella tenía 13 años.

Un repaso por las letras del cantante permiten asomar a un universo que reproduce bajo excusa de hecho artístico la lógica –por darle un nombre– patriarcal: las mujeres son objetos sexualizados. Las niñas, también.

Las violencias simbólica, física y sexual se expresan con “naturalidad” en varios de sus temas. Otra de las normalidades del patriarcado.

En “69”, por ejemplo, del álbum Mundo (1995) se escucha: "Esos gemidos dulces son un lenguaje extraño/ empiezo a escupirte, empiezo a patearte".

“Voy a enloquecer/ Una locura podría matarla/ Porque si no es mía, no es de nadie".

"Cuando no te acuerdes de nada, serás mía/ Y estás bajo mi control/ Solo yo puedo tocarte/ Y puedo ahogarte en el vértigo del sadismo / No me importa morir".

"No quiero aprovecharme de tu inocencia y pureza/ ¡Mirame bien! Yo soy solo un niño mas", expone una parte de la canción "Hoy Aprendí".

En el tema "Hombre de Mierda", Aldana acusa: "Todas las mujeres son unas putas/ y los hombres son todos maricones".

Mientras Aldana declaraba en Tribunales por las denuncias antes citadas, en el Facebook del grupo postearon un mensaje destinado a llevar “tranquilidad” a las seguidoras y los seguidores que comenzaba así: “Queridos amig@s seguidor@s de El otro yo: queremos contarles que Cristian se encuentra declarando en tribunales, este es un procedimiento de rutina para la Justicia, no para nosotros que no estamos acostumbrados a esto; pero mantengamos la calma”.

No, según la normalidad y naturalidad ya dichas el abusador no está acostumbrado a dar explicaciones porque se ampara en sus privilegios de género. Sí, la “@” estaba seguida de la frase “un procedimiento de rutina para la Justicia”. En lo cotidiano asoman estas manifestaciones que enmascaran bajo formas de “paridad” e “inclusión” que no distinguen género (como la letra x en reemplazo de las vocales) violencia simbólica.

Para sumar al cuadro, su hermana, María Fernanda, dijo en su Facebook que la relación que Cristian mantuvo con la mujer que radicó la primera denuncia fue “consensuada”. No hay consenso posible. Tenía 13 años. Era menor.

Tras el repudio generalizado a las declaraciones de Gustavo Cordera del último 10 de agosto, en las que él también cantante afirmaba que “hay mujeres que necesitan ser violadas”, el rock se miró el ombligo y asumió, aunque sea por un rato y para las redes sociales y los medios, que se trata de un territorio en el que el odio hacia las mujeres –y hacia las minorías sexuales– ha encontrado terreno fértil para reproducir las violencias patriarcales.

A ver, no se trata sólo de un modo relacional circunscripto al rock, sino un sistema de organización política, social, cultural y económica que atraviesa el modo de estar (más allá de la música) en el que unos se presuponen con privilegios de género.

Aldana no es una víctima de sus instintos, ni un pervertido; ni su conducta es una "desviación". Tampoco lo son los transfemicidios, Es el claro emergente de un sistema que hipersexualiza el cuerpo de las mujeres y de las niñas. De un modo relacional que reproduce los crímenes de odio.