Fue instantáneo. Apenas se difundieron las imágenes con los rostros de dos de los sospechosos de haber matado de un piedrazo a Ivana Garcilazo, la hincha canalla asesinada en Ovidio Lagos y Pellegrini a la salida del último clásico entre Rosario Central y Newell’s, los vecinos de uno de ellos, saquearon y destruyeron por completo la casa de Damián Reifenstuel, que vivía en el barrio Villa América de Pérez.
Así, quedaron al descubierto sus cosas, sus libros, anotaciones suyas o de alguien más, pero que lo acompañaban. También un perro, que primero escapó pero luego volvió al lugar, acaso con la esperanza de que también lo hiciera su dueño, que seguía prófugo.
La imagen del animal solo y triste, recostado sobre un colchón en medio del caos, era un resumen no solo de la desolación sino también de las contradicciones que atraviesan –al menos desde el plano de las suposiciones– todo el caso. Un tipo que se dedicaba a dar clases, es decir a educar a niños y adolescentes; que se preocupaba por el ambiente, que es lo mismo que decir por el futuro de la humanidad; que de acuerdo a las anotaciones y fotos encontradas era capaz de cuestionarse cómo trataba a las mujeres para no repetir historias de violencia, no habría podido digerir un resultado deportivo adverso y, en cambio, habría ido con un amigo a tirar piedras a los hinchas del vencedor sin medir consecuencias.
La irracionalidad de los supuestamente racionales. El vacío de sentido de personas formadas, sin carencias económicas y con acceso a bienes culturales, que así y todo solo encuentran pertenencia en una camiseta y eso los lleva a cometer un acto criminal. Como cantaba Luis Alberto Spinetta en “La bengala perdida”: “Por un color, solo por un color”.
Esa canción escrita por el Flaco hacía referencia al crimen de Roberto Alejandro Basile, un hincha de 25 años que murió en la cancha de Boca luego de que una bengala náutica arrojada desde la tribuna local le perforó la carótida.
En la casa de Reifenstuel los colores eran el rojo y el negro. En la casa, o en lo que quedó de ella, se veían aún escudos, objetos que simbolizan su fanatismo.
Pero también libros y escritos que hablan de una persona que reflexionaba sobre amor, convivencia, religión, ecología.
Lo humano, lo monstruoso.