La multitudinaria convocatoria del grupo de oración de Rosario Soplo de Dios Viviente, encabezado por Leda Bergonzi, una mujer a quien la gente le atribuye ser el puente espiritual que les permitió obtener mejorías de salud y ánimo tras la imposición de sus manos, conmocionó a la comunidad católica despertando interrogantes y oposiciones, pero también efectivas muestras de apoyo.
La principal y más contundente fue la del arzobispado de Rosario, que respaldó su accionar y avaló la continuidad del grupo luego de que fuese retirado de la catedral de Rosario donde solía reunirse. Tal es así que este martes a la noche, retomaron sus oraciones cantadas y sus bendiciones en la capilla del Sagrado Corazón, en 3 de Febrero 1998, un espacio transitorio que sirve para abrigar a los seguidores y seguidoras de Leda, quienes persisten en participar de su ritual, hasta que encuentren un inmueble de mayores dimensiones.
El modo en que la mujer ora y bendice y la posibilidad de que los participantes interpretasen que tiene un “poder” destinado a curar fue la objeción presentada por las autoridades parroquiales de la catedral. En ese marco, el pasado 10 de julio, el arzobispo Eduardo Martín, máximo referente del catolicismo en la ciudad, emitió un documento que brinda un marco explicativo al fenómeno de fe que se evidenció tanto en la basílica central de Rosario como en el oratorio del colegio Sagrado Corazón.
Bajo el título “Orientaciones pastorales relativas a la oración para obtener de Dios la curación”, el texto sostiene a la práctica de la oración como un vehículo para obtener de dios la curación, e invita a recordar “consideraciones doctrinales que son el espíritu que fundamenta y vivifica las disposiciones vigentes”.
Qué es la curación para la doctrina católica
“Las curaciones son signo de la misión mesiánica de Jesucristo”, comienza el documento. “Pero la victoria mesiánica sobre la enfermedad, así como sobre otros sufrimientos humanos, no se da solamente a través de su eliminación por medio de curaciones portentosas, sino también por medio del sufrimiento voluntario e inocente de Cristo en su pasión y dando a cada hombre la posibilidad de asociarse a ella”, advierte.
En el texto, Martin recuerda que “durante la actividad pública de Jesús, muchos enfermos se dirigen a Él, ya sea directamente o por medio de sus amigos o parientes, implorando la restitución de la salud. El Señor acoge estas súplicas y los Evangelios no contienen la mínima crítica a tales peticiones”. En ese sentido, expresa: “No solamente es loable la oración de los fieles individuales que piden la propia curación o la de otro, sino que la Iglesia en la liturgia pide al Señor la curación de los enfermos. Ante todo, dispone de un sacramento "especialmente destinado a reconfortar a los atribulados por la enfermedad: la Unción de los enfermos".
“Obviamente, el recurso a la oración no excluye, sino que al contrario anima a usar los medios naturales para conservar y recuperar la salud, así como también incita a los hijos de la Iglesia a cuidar a los enfermos y a llevarles alivio en el cuerpo y en el espíritu, tratando de vencer la enfermedad”, continúa.
Sobre los carismas
“Estas gracias, en plural, son atribuidas a un individuo, por lo tanto, no se pueden entender en sentido distributivo, como si fueran curaciones que cada uno de los beneficiados obtiene para sí mismo, sino como un don concedido a una persona para que obtenga las gracias de curación en favor de los demás”, precisa en relación a los denominados carismas.
Luego, enumera una serie de consideraciones en relación a las “curaciones”: “Ligadas a lugares de oración (santuarios, recintos donde se custodian reliquias de mártires o de otros santos, etc.) han sido testimoniadas, abundantemente a través de la historia de la Iglesia. Ellas contribuyeron a popularizar en la antigüedad y en el medioevo, las peregrinaciones a algunos santuarios que, también por esta razón, se hicieron famosos”, remarca y enseguida establece algunas consideraciones que buscan, evidentemente, un ordenamiento de estas prácticas.
“No se puede poner en primer plano el deseo de obtener la curación de los enfermos, haciendo perder a la exposición de la Santísima Eucaristía su propia finalidad", indica y suma: “Se debe distinguir de modo adecuado en las celebraciones comunitarias - de manera tal de evitar cualquier tipo de confusión en los fieles que participen de las mismas - las oraciones litúrgicas de curación, que deben seguir siempre lo prescrito en los libros litúrgicos aprobados, y aquellas otras oraciones no litúrgicas de curación”.
Además, insta a “evitar en las oraciones no litúrgicas de curación, por parte de quienes las guían, formas semejantes a la artificiosidad, a la teatralidad o al sensacionalismo” y detalla: “Si quien realiza las oraciones no litúrgicas de curación no es un ministro ordenado, las realizará conforme lo establecido en el nº 267 del rito de bendición de los enfermos, del Ritual Romano de Bendiciones”.
Por otra parte, exige la protección del derecho a la intimidad de los fieles mientras se desarrollen las oraciones no litúrgicas de curación.
Por último, solicita a quienes guían las oraciones no litúrgicas de curación usar “la prudencia necesaria si se produjese alguna curación entre los presentes” y recomienda que, “concluida la celebración, deberán recoger por escrito el eventual testimonio de curación y presentarlo al Arzobispo de Rosario”.
“Deseo vivamente que estas recomendaciones pastorales contribuyan a una mayor fructuosidad en la práctica de la oración para obtener de Dios la curación”, finaliza Martin en el final del comunicado.