En Argentina, sólo el infarto agudo de miocardio supera en cantidad de muertes al ACV (siglas de Accidente Cerebro Vascular”), que en el mundo es el principal causante de discapacidad. Año tras año, cerca de 150 mil argentinos atraviesan una crisis de este tipo, de los cuales más de un cuarto pierden la vida y muchos otros quedan seriamente condicionados para el resto de su existencia. En las últimas semanas, el caso más resonante en nuestra ciudad fue el del Negro Palma, el querido ídolo futbolero que falleció prematuramente por culpa de esta enfermedad silenciosa y artera.

“El ACV es una afección que aparece de manera imprevista en una persona de cualquier edad y de la que nadie está exento. Hasta un bebé dentro de la panza de su mamá puede tenerlo”, dice la doctora Virginia Tejada Jacob, médica neuróloga miembro del Comité Científico de la organización PUVLACV (Por una Vida Libre de ACV), según su propia definición “una asociación simple, sin fines de lucro, que pretende ser la voz del paciente con ACV y está conformada por un grupo de pacientes, familiares y profesionales”.

La buena noticia es que el ACV puede prevenirse en un altísimo porcentaje y en gran medida eso depende de nosotros: “El 90% de los ACV se pueden evitar. ¿Cómo? Mejorando mis hábitos alimenticios y controlando lo que llamamos factores de riesgo, que es una situación que me genera más riesgo que a otras personas de mi misma condición y edad; si estos factores son prevenidos y son controlados, pueden evitar que esta enfermedad aparezca”, dijo Tejada Jacob.

Un cimbronazo que, en general, no avisa

Según la especialista, el ACV “puede tener dos formas: isquémico, que es cuando una arteria dentro de nuestro cerebro se tapa; y hemorrágico, que sucede cuando una arteria dentro de nuestro cerebro se rompe, volcando todo ese caudal de sangre adentro de nuestro encéfalo. Las dos son situaciones muy graves que requieren una evaluación médica inmediata y ambas tienen un tratamiento específico”.

Las causas del ACV son varias: las hay de índole genética, pero también vinculadas a falta de cuidado de nuestra salud: las más comunes en la población argentina son la hipertensión, el tabaquismo, el colesterol elevado, las arritmias cardíacas, un elevado peso corporal, el sedentarismo, el tabaquismo, la mala alimentación, un mal manejo del estrés, el escaso descanso, el abuso de drogas ilícitas”, enumeró.

Y si bien puede pasar que suceda un aviso (lo que se conoce como accidente isquémico transitorio, con síntomas que luego desaparecen), eso no es lo más habitual. “Los síntomas generales son el adormecimiento de un lado del cuerpo, una disminución de la vista en uno o ambos ojos, un mareo muy intenso, mucho dolor de cabeza (como si fuera el peor dolor de cabeza de tu vida) o bien dificultades para hablar o para entender lo que me están diciendo. Estos síntomas pueden aparecer e irse, o bien que lleguen y se instalen en el tiempo”.

“Por eso, aunque desaparezcan los síntomas, hay que consultar urgente en un hospital o clínica que sepamos que tiene el potencial de atender enfermedades cerebrovasculares, porque ir a un lugar que no cuenta con las condiciones es tiempo perdido”, señaló Tejada Jacob.

Cuando el ACV es hereditario

Distintas publicaciones científicas a lo largo de los años han demostrado que el riesgo de sufrir un ACV aumenta considerablemente si un familiar directo lo ha tenido. Pero aquí también hay buenas noticias: con un diagnóstico cerero y precoz, y buenos hábitos de vida, esa propensión puede disiparse.

“Por suerte hoy podemos pararnos frente a la nueva generación, al hijo o al nieto de nuestro paciente con ACV, e investigar acerca del riesgo potencial de ese joven que aún no manifestó ningún signo ni síntoma de la enfermedad cerebrovascular y tratar de prevenirlo. Hoy mucha gente llega al consultorio y menciona que su papá o su abuelo tuvieron una ACV y quieren hacer lo posible por evitarlo”, comentó la neuróloga.

Llevar una vida saludable no borra las huellas genéticas, pero sí pueden minimizar el peligro: “A veces hay factores de riesgo que son muy silenciosos y no se manifiestan en esa persona porque tenía hábitos de vida saludables, pero había cuestiones subyacentes que no estaban siendo evidenciadas y eso sale de estudios que hay que hacer”.

“Dependiendo de la edad del paciente, se hacen estudios por imágenes del cerebro y de las arterias del cerebro, de las arterias del cuello y de los miembros inferiores, una ecografía del corazón y otros estudios que nos ayudan (cardiológicos y laboratorio) porque vamos a buscar alguna cuestión asociada a enfermedades autoinmunes, a trastornos genéticos de la coagulación de la sangre o proteínas que son anormales y que impiden que yo esté coagulando bien o que al revés, me predisponen a la formación de coágulos. Todo eso se busca”, informó.

Qué hacer cuando el ACV llegó

“Cuando una persona está teniendo síntomas, lo primordial y más difícil será mantener la calma. No dejar a esa persona sola, llamar al servicio de emergencias lo más rápidamente posible y no suministrarle agua ni nada hasta que llegue la atención. Si el ACV está ocurriendo y el paciente puede hablar, si estamos cerquita de un sanatorio podemos llevarlo”, indicó la doctora Tejada Jacob.

“Ahora si se está desvaneciendo, debemos ayudarla a acostarse y no dejarla sola porque puede ocurrir que esa persona vomite o tenga alguna otra manifestación y será importante que el médico pueda saberlo cuando llegue. También podemos utilizar alguna cosa que tengamos a mano para levantarle levemente la cabeza, siempre y cuando la persona no se haya golpeado”, agregó.

Si bien no se recetan medicamentos de prevención del ACV, “cuando un paciente ya ha tenido uno sí le damos medicación que sirve para una prevención secundaria, pero que no está indicada en la población general”.

Finalmente, la médica hizo hincapié en la necesidad de que la sociedad esté informada acerca de los riesgos del ACV y de que tiene en sus manos la posibilidad de bajar el riesgo: “El mensaje que tenemos que dar es esperanzador e inspirador: en la asociación PUVLACV tratamos de ser la voz de los pacientes que han sobrevivido al ACV y difundir toda la información acerca de cómo cuidarse, cómo salir adelante, qué cosas son esperables. El conocimiento da poder. Y la gente, mientras más sepa de todas estas cuestiones, podrá tomar conductas adecuadas para cuidar su propia integridad”.