En el mundo de las inversiones, todos los que metemos el pie sabemos que hay dos cosas que nos quitan el sueño: riesgo y retorno. No importa si estás pensando en comprar bonos, acciones o criptomonedas, esas dos palabritas están en todas partes. Y cuando hablamos de bonos, hay un concepto que muchos pasan por alto, pero que es crucial para no salir perdiendo: la duración del bono.
¡Ojo acá, porque si no prestás atención, te puede salir caro! Estamos hablando de una métrica que mide cuán sensible es el precio de un bono a los cambios en las tasas de interés. Parece complicado, ¿no? Pero, quedate tranquilo, lo vamos a desglosar de manera simple y con ejemplos que te van a hacer pensar dos veces antes de elegir un bono solo por su tasa.
El riesgo y la tasa de interés: una relación de amor y odio
A ver, imaginá esto: te ofrecen dos bonos. Ambos prometen una rentabilidad decente, pero uno vence en dos años y el otro en diez. Vos, como inversor precavido, pensás: "¿Qué más da? Mientras paguen, todo bien". Error. Acá entra la famosa prima por madurez (o maturity, como dicen los yankees). Cuanto más lejos esté el vencimiento, más sensible va a ser el bono a los cambios en las tasas de interés. Esto se traduce en que, si las tasas suben, el precio de tu bono largo se va al piso. Y si bajan, bueno, sube, pero no siempre de manera lineal.
El cálculo es frío, pero la decisión es tuya
Vamos al grano. El bono AO20 tiene una duration modificada (DM) de 1.78. ¿Qué significa esto? Fácil: si la tasa de interés sube 1%, el precio de tu bono cae un 1.78%. Parece poco, pero imaginate si tenés bonos a cien años (AC17) donde la caída puede ser del 10.79%. ¡Te duele hasta el alma!
Pero no todo es tan trágico. Si sos de los que juegan a largo plazo, quizás no te importe tanto la caída momentánea del precio porque vas a reinvertir esos cupones a una tasa más alta. A largo plazo, el interés compuesto es tu amigo. En cambio, si tu horizonte de inversión es corto y la tasa baja, tus bonos se van a revalorizar y vas a vender con ganancia. Win-win.
Acá, un consejo: no te enamores del bono solo por la tasa. Puede que el retorno que promete sea jugoso, pero si no mirás la duración, podés estar cavando tu propia fosa financiera.
¿Cómo hacemos para evitar perder plata?
Acá es donde se pone interesante. No se trata de comprar bonos a lo loco y esperar que la suerte esté de tu lado, como quien juega al casino. La clave está en la estrategia y en entender una herramienta fundamental: la curva de rendimiento.
¿Qué es la curva de rendimiento?
La curva de rendimiento es como un mapa que te ayuda a entender la relación entre el tiempo de vencimiento de los bonos y la tasa interna de retorno (TIR) que ofrecen. Lo que te muestra es cómo cambia el rendimiento a medida que el plazo de los bonos se va alargando. A simple vista puede parecer algo técnico, pero si lo ves bien, es pura lógica: los bonos a más largo plazo generalmente te ofrecen una tasa más alta porque estás asumiendo más riesgo (más tiempo, más incertidumbre).
¿Cómo la usás para decidir?
Cuando comparás varios bonos del mismo emisor (o sea, con el mismo nivel de riesgo de que no paguen y con la misma liquidez), lo que hacés es construir esa curva. Entonces, con esa información, podés tomar decisiones inteligentes según tu horizonte de inversión.
Por ejemplo: si tu objetivo es invertir por 6 años, lo que te conviene es buscar un bono cuya duración esté cerca de esos 6 años. ¿Por qué? Porque si elegís un bono con una duración mucho mayor, vas a estar expuesto a más cambios en las tasas de interés, y eso puede hacer que el valor de tu bono fluctúe más de lo que esperabas. Es como cuando alquilás algo por mucho tiempo: a más largo el contrato, más cosas pueden salir mal.
Por otro lado, si comprás un bono con una duración muy corta, puede que no aproveches del todo el rendimiento porque tu horizonte de inversión es más largo y el bono va a vencer antes de lo que te gustaría. Entonces, te quedás fuera de juego antes de tiempo.
La duración del bono es como un equilibrio entre riesgo y retorno, y elegir la correcta es lo que te ayuda a no perder plata.
Rompiendo un mito: ¿todos los bonos son seguros?
No te comas el verso de que todos los bonos son una inversión segura. El riesgo siempre está, pero a veces se disfraza. Un bono que ofrece una tasa muy alta, en general, lo hace porque está cargado de riesgos adicionales. Puede ser que el emisor sea de un país con alta inflación, con poco acceso a crédito o con un historial de default... En esos casos, la tasa alta es el precio que te están pagando por tomar el riesgo de que tal vez no te paguen como esperabas. Y ahí es donde te das cuenta de que la tasa no es lo único que importa.
Es como en la vida misma: cuanto mayor es la promesa, más cuidado tenés que tener. Nadie te regala nada, y las tasas jugosas suelen venir con un riesgo que hay que medir.
¿Y qué pasa con los cupones?
Otra cosa que muchos pasan por alto son los cupones. Los bonos no solo te pagan por mantener el capital invertido; también te pagan un interés (el famoso cupón) que podés reinvertir. Ahora, ¿qué pasa si las tasas de interés bajan? Te da más capital, pero menos retorno por la reinversión de esos cupones. Es una ecuación que hay que mirar con cuidado.
Volvamos al ejemplo del bono DICA. Este bono vence en 2033, pero si lo comprás y lo mantenés por seis años, podés estar neutral respecto a lo que pase con la TIR. Si las tasas suben, perdés capital, pero lo compensás reinvirtiendo los cupones a una mejor tasa. Si bajan, ganás capital, pero tus cupones valen menos. Es como el yin y el yang de las inversiones.
La Convexidad: ¿Un dolor de cabeza más?
Ah, pero si pensabas que la DM (duration modificada) era todo lo que tenías que saber, te presento a la convexidad. Acá entramos en terrenos más técnicos, pero vale la pena mencionarlo. Mientras que la DM te da una estimación lineal de cómo cambia el precio de un bono ante variaciones en la TIR, la convexidad mide el componente no lineal de esa relación.
Cuando las tasas bajan, el precio del bono sube más de lo que estimás con la DM. Y cuando suben, el precio cae menos. Es como un seguro extra, una especie de colchón que te amortigua las subas o bajas de las tasas, aunque no siempre es suficiente para evitar todo el riesgo.
La gran lección
El mundo de los bonos no es para desprevenidos. Hay que hacer los deberes, analizar, mirar más allá de la tasa tentadora y prestar atención a la duración. El que no lo hace, después termina llorando cuando las tasas cambian y su inversión pierde valor. Y vos no querés ser ese inversor, ¿no?
Así que la próxima vez que veas un bono con una tasa que parece un regalo, pensá dos veces y preguntate: ¿cuál es la duración? Si no lo hacés, podés estar tirando tu plata. Porque, como decimos por acá, no es cuestión de tirar manteca al techo. La duración del bono es el faro que te guía en las aguas turbulentas de las tasas de interés, y si no la tenés en cuenta, te puede llevar la corriente.
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