A la sangrienta narcoguerra rosarina, con 40 asesinatos, balaceras a destajo, un mercado narco que disputa con armas y fuego bravo sus utilidades, se le suma la cada día más incendiaria “PoliticWar” entre Marcelo Saín y Maximiliano Pullaro que han decidido agitar al máximo un enfrentamiento político judicial. Ya no es frío e indirecto. Con chistes y frases de ocasión. Ambos creen que el otro está sucio. Y están dispuestos a ver en la Justicia quien derriba a quien. La seducción que Sain había logrado discursivamente entre los dirigentes del Frente Progresista se esfumaron apenas el Ministro de Perotti empezó a operar en el territorio, derribando todos los puentes de cualquier acuerdo entre las fuerzas políticas.
Hoy en el ring hay diferencias abastecidas con acusaciones de corrupción: los Pullaristas (ex Ministro de seguridad de la gestión 2015-2019) creen que además del fracaso en la política de seguridad el actual ministro hace “negocios particulares” con los fondos reservados del Ministerio o “muerde” acomodando a piaccere licitaciones como las compras de armas para la policía. Saín acusa a Pullaro de no haber enfrentado el narcotráfico sino de haberse sacado el problema de encima organizando su regulación y pacificación con policías corruptos y embarrados como Alejandro Druetta, acusado de operar entre ambos lados del mostrador.
Ni Paz ni Orden. Expedientes judiciales que determinarán si Santa Fe navega como un narcoestado. Manotazos a la salida del colegio entre muchachones que no pueden parar el derrame que la sangre narco marca en las calles. Y aun peor; la violencia se ve, se sufre, se siente, se escucha. Pero hay narcos que no matan. Que lavan sus dineros sucios en una ciudad cada día más enredada con esa economía. “La narcoeconomía no es tan invisible como se cree”, dice un veterano operador de la city. Una ciudad que camina pasito por pasito hacia la idea del narcoestado no puede darse el lujo de ver como sus funcionarios “se miden sus armas en el sucio baño de la política”. Caen todos. Nadie sale vivo de aquí.
Asume Perotti y dice: “Ha existido un profundo desgobierno político con los asuntos de seguridad pública, que ha redundado en una autonomía policial. No han investigado, ni combatido el delito. Desidia e ignominia. El desdeño estatal, la vista gorda policial, algunos casos con la complicidad judicial o política. El pacto de gobernabilidad, los acuerdos directos o indirectos con el delito. Esto se acabó”, dijo Perotti a quienes gobernaron 12 años con el monitoreo legislativo del peronismo. “Debe haber una clara línea infranqueable entre el delito y el Estado. Hay que cortar los vínculos con el delito. Y es prioridad para vivir más seguro”, dijo cuando allí la cámara muestra un primerísimo primer plano de un serio Antonio Bonfatti, ex presidente de la Cámara de Diputados.
Este reflejo no es de ocasión. Fue acompañado prolijamente por una idea de gobierno. Palo y palo. Duramente. La frase del cuervo Larroque en 2012 es el golpe bajo y duro que aun duele a los veteranos hacedores del Partido Socialista. Y en eso se monta el Gobierno actual para decir que es difícil desarmar lo hecho en un año: “No se puede hacer magia”, se defienden del ineficiente combate contra el delito.
Desde su cuenta twitter Pullaro contestó el mismo viernes. “Con soberbia desarmaron todo, y el resultado era cantado, retrocedimos en todos los indicadores. En 14 meses no fueron capaces de desarticular una sola organización narcocriminal, que como vemos se aprovechan del desgobierno y hacen lo que quieren en el territorio. No asumen los problemas, ni mencionan el escándalo por la licitación de armas que presumimos un negociado. En cambio prefieren montar una operación patética. Con el senador Enrico fuimos a fondo contra los narcos de la región y terminaron todos presos. Todos”.
En sus enojados textos Pullaro no lo nombra a Saín pero agrega que “son tan berretas los servicios que trajo Omar Perotti de Buenos Aires que la operación que montaron confirma todo lo que dijimos en la cámara de Diputados y Senadores. Así lo decíamos en el 2012, en detalle con nombre y apellidos. Perotti sin plan”.
A lo que refiere Pullaro es al enfrentamiento con los clanes narcos que operaban libremente en el sur santafesino con el guiño de una policía infectada. En ese momento el entonces diputado radical emprendía una pelea cuerpo a cuerpo con Carlos Ascaini y Totola Orozco, dos referentes del narcotráfico del sur. De esa pelea devinieron amenazas frontales de los narcos y una batalla que lo llevo finalmente a la conducción del Ministerio de Seguridad en el gobierno de Miguel Lifschitz.
En la sesión presidida por el diputado Luis Rubeo, Pullaro decía que en sur de Santa Fe “vemos que los narcotraficantes se mueven con impunidad. Lujosas mansiones, autos importados, vimos a estos tipos hacer donaciones a escuelas, apretar a autoridades policiales a intendentes, se creen los dueños de la comunidad. Y no quiero generalizar, cuando hablo de narcotraficantes hablo de Carlos Ascaini, narcotraficante detenido por las fuerzas de la provincia y en Firmat de Aldo Orozco, capturado y liberado sospechosamente. La impunidad reina en mi zona. Estamos hablando del futuro de nuestros hijos. Nos tiene que encontrar trabajando juntos para luchar con esta problemática”.
Mientras enrejamos nuestras casas, las llenamos de cámaras y alarmas o invocamos a los santos milagrosos para que nuestros hijos regresen sanos y salvos, las trincheras de la dirigencia nos presentan un mapa desolador: su propia batalla.
Como reclamo público, el martes próximo en medio del fuego cruzado se lanza el año judicial. El experimentado presidente de la Corte, Roberto Falistocco, será anfitrión de una foto muy esperada: Perotti, Lifschitz, Sain, Rodenas, los miembros de la Corte, entre otros. Agitarán la bandera blanca o irán con chalecos antibalas.
Cuando el viernes Sain acusó a Pullaro de arreglar con los narcos del sur, el diputado radical José Cándido describió que el ministro del PJ vino a Santa Fe para armar una pequeña Side, “a espiar y carpetear a los que se opongan a Omar Perotti. Quizá por eso los mantenga en el Ministerio de Seguridad a pesar del desastre que están haciendo”. Cándido se refiere a un sistema de pinchaduras telefónicas ilegales o seguimientos de opositores con logística de los súper agentes 86 santafesinos. Pero el sistema fue concebido muchos antes, había reconocido un ex asesor de Pullaro. Cuando el reino de la mugre perforaba a los sicarios de la política.