Nada es lo mismo que ayer, y cada día es peor. Es una síntesis bastante ajustada a lo que está pasando con la crisis político-institucional sin contención que tiene en vilo a Santa Fe. Se superpusieron una investigación judicial por un lado y el conflicto gobierno-Legislatura por el otro, y resultó una mezcla explosiva e impredecible.
Esa investigación por corrupción ya tiene dos fiscales detenidos y ahora fue por un senador. No hace falta agregar nada sobre la pila de indicios, pruebas y argumentos que expusieron los fiscales. Ocurre que el pedido de desafuero aterriza en medio de la ruptura del gobierno con la Cámara de Senadores, lo que le permitió a Armando Traferri aprovechar en su favor todo ese malestar acumulado para mantenerse a resguardo de una imputación y probable arresto. La suerte del senador por San Lorenzo no es eterna, pero esta primera batalla la sorteó.
Si esta primera batalla la ganó Traferri, ¿hasta dónde llega la guerra? Hace unas semanas, cuando Traferri quedó involucrado en la investigación por juego ilegal, Perotti puso fin a la ambigüedad. Ordenó a sus cuatro senadores romper el bloque peronista y despegarse de Traferri. No pocos peronistas auguran (o quizás desean) que el próximo objetivo es que la vicegobernadora, cuyo jefe político es el senador de San Lorenzo, se defina por uno de los dos lados.
¿Traferri intuye esa próxima movida? Quizás sea la razón por la cual el viernes, durante su autodefensa en el Senado plagada de mensajes hacia el peronismo, mirándola de frente, el senador recordó que en 2017 “yo la fui a buscar a usted, primero hablando con su marido, porque venir a la política es casi como tirar la honra a los perros”.
En medio de la hoguera que era la Legislatura esta semana, alguien le preguntó en privado a Rodenas qué pasaría si la pusieran a elegir. Respondió que desde que asumió jamás fue puesta en ese lugar y que estaba segura de que “Pipi” nunca le pediría algo así, y lo mismo el gobernador. Dijo que tiene claro que su rol es insistir en acercar posiciones y fortalecer la unidad del peronismo.
Atrincherados
Varios senadores le habían advertido a Traferri que votarían de acuerdo a las pruebas que llegasen desde la fiscalía. Uno de ellos fue el radical Lisandro Enrico, quien además convenció a sus pares de que era necesario recibir a los fiscales. Sin embargo, el día que los fiscales fueron a Santa Fe con las pruebas, tanto Enrico como su par peronista Joaquín Gramajo dejaron la sensación de que la decisión de no “entregar” a Traferri estaba tomada desde antes de escuchar a los fiscales.
La prensa afuera, y los fiscales dentro, se quedaron con la impresión de que Enrico actuaba como defensor de Traferri. Justo Enrico, que hizo del punitivismo una bandera de su carrera política, que fustiga a jueces y fiscales “garantistas” y clama por privación de libertad sin excepciones cuando se trata de delito común. Pero Enrico no es suicida. Horas después buscó restañar el error: se abstuvo en la votación y dijo que si apareciese un nuevo elemento incriminatorio podría votar el desafuero.
Enrico pertenece al sector Radicales Libres. Unas horas antes, el diputado del mismo grupo Fabián Palo Oliver había marcado la cancha: “Si yo fuera senador votaría por el desafuero”, dijo. Algo parecido había planteado internamente Maximiliano Pullaro: habilitar la investigación sin posibilidad de arresto. No prosperó la idea.
Hubo otro senador de la UCR que se abstuvo, Rodrigo Borla. Enrico y Borla comparten la profesión: los dos son abogados. Borla estaba convencido de que los elementos eran suficientes como para que Traferri vaya a defenderse a los tribunales. Si no votó a favor fue para no tensionar con el resto del bloque que preside Felipe Michlig.
Por último se pronunció el bloque de diputados socialistas en el que llamó a que “todos los representantes de los poderes del Estado se pongan a disposición de la Justicia” y en relación a los fueros invocó el criterio de la Constitución nacional, que a diferencia de la provincial permite investigar y procesar a un legislador. La palabra de ese bloque es la palabra de Miguel Lifschitz.
Votos compañeros
De todos modos el árbol no debe tapar el bosque. Traferri consiguió en el peronismo 7 de los 8 votos que necesitaba para bloquear el desafuero. 5 senadores son del grupo de Traferri, pero también lo acompañaron Eduardo Rosconi (Caseros) y Cristina Berra (San Martín). Teniendo en cuenta su propia abstención, necesitaba sumar un solo voto del radicalismo. Consiguió 5.
En definitiva, sobre 19 senadores, sólo 4 votaron a favor del desafuero. Por eso es cierto, pero no es suficiente explicación que el Senado actuó corporativamente. Ese 4 raquítico expresa el inédito conflicto que existe entre el Poder Ejecutivo y la Legislatura, y en particular con los senadores peronistas.
El Poder Ejecutivo actuó como espectador y casi sin interlocución con el Poder Legislativo. No le importó que Rosconi y Berra terminen apoyando a Traferri y que sea el peronismo la fuerza que más votos aportó para salvarlo. Pareciera conformarse con sus 4 votos testimoniales y un par de tuits.
La excepción es Marcelo Sain. Ocurre que el ministro de Seguridad tiene interés directo en el caso por su enfrentamiento personal con el senador investigado y sus colegas. Cuando a las pocas horas de la declaración de Ponce Asahad aparecen los videos quirúrgicamente editados en los medios, o cuando se distribuyen los audios telefónicos de la causa, los senadores no ven otra cosa que la confirmación de que la investigación está “muy aparateada” por Sain y que efectivamente en su condición de jefe del Organismo de Investigación en licencia sigue teniendo acceso a las investigaciones y las pruebas.
Si además es cierto el detalle de que el pedido de desafuero llegó al Senado en un automóvil oficial del Organismo de Investigaciones y no del MPA, a no pocos senadores se les hace carne las palabras de Traferri en el sentido de que Sain es “el jefe de inteligencia” que se dedica a “armar carpetazos contra dirigentes políticos” y que “así como hoy vienen por mí mañana vendrán por ustedes”. Ninguno olvida cuando el ministro los acusó –a “los senadores”– de tener vínculos con el delito en sus departamentos.
Es difícil imaginar cómo seguirán de aquí en más el enfrentamiento del gobierno con el Senado y la falta de diálogo con la Cámara de Diputados. En las últimas horas hubo dos señales de lo que viene. Por un lado la decisión de Perotti de que el ministro de Trabajo sea la voz del gobierno en relación al caso Traferri, es indicativa de la casi segura mudanza de Roberto Sukerman al Ministerio de Gobierno.
La segunda señal no pasó desapercibida en la Legislatura durante las reuniones preliminares para tratar la ley tributaria. Por primera vez las conversaciones no las encabezó el senador Rubén Pirola, histórico referente del peronismo en temas presupuestarios y cercano a Traferri, sino Alcides Calvo, senador del flamante bloque Lealtad.