Esta semana -como todos los años en septiembre- se realizó en Nueva York la apertura del 79º período de sesiones de la Asamblea General de la ONU. Allí los líderes del mundo tienen sus “15 minutos” de fama para exponer lo que les plazca a un auditorio global. Es este tiempo el que se ha establecido para que cada mandatario se exprese. Allí se hizo presente con su primer discurso el presidente Javier Milei denostando un multilateralismo que costó casi ocho décadas construir. Sus críticas al organismo conducen a la siguiente pregunta: ¿Qué lectura tiene el libertario sobre la concertación internacional?
Desde que asumió la presidencia, el argentino llevó a cabo una agenda global basada en las relaciones interpersonales. Milei no sólo rechaza el multilateralismo sino también las relaciones bilaterales con sus pares. Con muy pocas excepciones -como el G7 en Italia- sus viajes al exterior consisten en reuniones con figuras que no representan a los Estados sino a las ideas de la ultaderecha global. Por eso sus encuentros son con Elon Musk, Santiago Abascal o Jair Bolsonaro y no con sus homologos. Probablemente a eso hizo referencia en su alocución cuando expresó que es alguien que “jamás tuvo la ambición de hacer política”.
La principal crítica que Javier Milei le hace al organismo global es que éste “ha sido reemplazado por un modelo de gobierno supranacional de burócratas internacionales, que pretenden imponerle a los ciudadanos del mundo, un modo de vida determinado”. Y que la Agenda 2030 “es un programa de gobierno supranacional de corte socialista” que propone “soluciones que atentan contra la soberanía de los Estados-Nación”. Esto lleva a suponer que, más allá de buscar una política exterior que no le imponga ningún tipo de compromiso, el mandatario no hace una lectura correcta de lo que significa el multilateralismo.
Mieli ha utilizado la figura mítica del “Leviatán” para expresar que Naciones Unidas “se transformó en un Leviatán de múltiples tentáculos que pretende decidir, no sólo qué debe hacer cada Estado-Nación, sino también cómo deben vivir todos los ciudadanos del mundo”. Es el Leviatán un personaje bíblico, una especie de dragón marino gigante de múltiples tentáculos que, según el Antiguo Testamento no tiene piedad, escrúpulos ni compasión. Ha sido vinculado con el mismo diablo.
En teoría política la imagen del Leviatán ha sido introducida por el filósofo británico Thomas Hobbes que publicó en 1651 una obra con ese nombre. Allí, utiliza la figura del temido monstruo bíblico para explicar y justificar la existencia de un Estado absolutista que subyuga -a través de sus múltiples tentáculos- a sus ciudadanos. Su única función es establecer y asegurar la paz y la estabilidad en la sociedad. Este gobierno es terrorífico pero necesario para mantener la concordia y el orden. De acuerdo con Hobbes, es ésta la mejor manera para que la civilización se encamine hacia el progreso.
Como se ha descrito, Javier Milei compara a Naciones Unidas -un organismo multilateral- con un “Estado Supranacional” que contaría con atribuciones que son exclusivas de los estados, lo cual no es así. El multilateralismo depende de la voluntad de lo que los Estados particulares decidan. Son los Estados individuales los que le dan forma a la institución internacional más importante del mundo. Cada miembro en solitario tiene absoluta libertad de decisión dentro de la misma. Por eso cada país tiene un voto y elige: a favor, en contra o absteniéndose. Y si quiere hasta “disociarse” como ha hecho Argentina con el “Pacto del Futuro”.
El mayor indicador de que el presidente argentino no entiende en qué consiste el multilateralismo quedó expuesto en la cuestión Malvinas. La mayoría de los mandatarios argentinos han utilizado este foro mundial para reclamar a Gran Bretaña retomar el diálogo por la soberanía de las islas. Uno de los objetivos de poner el tema sobre la mesa, es mantener presente la reivindicación, así como buscar apoyo de terceros Estados. Está escrito en la Disposición Transitoria Primera de la Constitución Nacional de 1994 que Malvinas es “un objetivo permanente e irrenunciable del pueblo argentino”.
En cambio, el Presidente expresó que, entre otras cosas, “tampoco la organización ha cumplido satisfactoriamente su misión de defender la soberanía territorial de sus integrantes, como sabemos los argentinos de primera mano en relación a las Islas Malvinas”. Lo cierto es que nadie más que el Estado Argentino es quien tiene que defender la soberanía de las islas -y no un organismo internacional- que es una herramienta. La única esperanza hoy de recuperarlas es ejerciendo presión para lograr apoyo en cuanto foro, u organismo multilateral Argentina integre.
Por ello, distintos presidentes de diferentes partidos políticos han ido introduciendo el reclamo de Malvinas no sólo en Naciones Unidas sino también en Mercosur, Oea, Celac. Por ejemplo, en 2023 se produjo un gran triunfo de la diplomacia argentina. Por primera vez en la historia, la Unión Europea reconoció oficialmente -en una declaración conjunta UE-Celac- la posición de América Latina y el Caribe con respecto a la Cuestión de las Islas Malvinas, que resalta la importancia del diálogo y el respeto al derecho internacional en la solución pacífica de controversias.
Los idealistas de las relaciones internacionales -como el ex presidente de Estados Unidos Woodrow Wilson- que Javier Milei nombra en su discurso, estarían relativamente conformes con la envergadura que tomó el organismo del cual hoy forman parte 193 países como miembros plenos. Más allá de las deficiencias que tiene, gracias a su labor, las naciones del mundo han logrado cooperar de manera concreta en las áreas más diversas. Desde realizar un indispensable trabajo humanitario en una desesperante Franja de Gaza hasta transformar los sistemas agroalimentarios africanos para que sean más eficientes, inclusivos y resilientes.
Las Naciones Unidas ha permitido a los países pequeños y grandes, débiles y poderosos, tener una voz en el concierto global. Aunque no sin defectos, es el principal foro donde las naciones del mundo pueden dialogar y buscar soluciones conjuntas a los problemas conjuntos. La concertación internacional es una herramienta indispensable en el complejo escenario actual. A lo largo de décadas, Argentina ha jugado un rol activo y respetado en el organismo participando, por ejemplo, en misiones de paz. La postura de Milei, al rechazar los principios del multilateralismo, parece desconocer esta rica tradición diplomática.