Terminamos la semana hablando del mérito. De que existen “tontos” de que “en la Argentina nos obligan a discutir cosas obvias", ya que "es obvio" que en el país "no todos tienen la misma posibilidad de desarrollo y que, en esas condiciones, el mérito tiene un poder relativo". El Presidente Alberto Fernández, que estuvo en San Juan, habló de meritocracia, un concepto muy difundido por la hoy coalición opositora Juntos por el Cambio y efectivamente, relativizó su peso en el desarrollo de las personas. “Yo quiero una sociedad como la sueca, la finlandesa, la noruega”, dijo “En esas sociedades sí hay condiciones de desarrollo igualitarias, porque el Estado está muy presente, tratando de igualar donde el mercado no iguala”. Antes de enredarnos en un recorrido y un análisis de lo que efectivamente se hizo en esas sociedades a lo largo sobre todo de la segunda mitad del siglo XX, propongamos un sano ejercicio: zambullirnos en lo que fue la última semana en Rosario.
El lunes pasado cerca de las 20 horas, Ticiana lavaba los platos en la cocina de su casa, en Magallanes al 2700, parada frente a una ventana. Afuera, tres personas, Joel I. (32), Alex I.(20) y Brian I.(21), dispararon hacia adentro. Una bala le dio en la cabeza y la mató. Tenía 14 años. Afuera, Gustavo Marcelo B., (49), taxista que los había llevado hasta allí, los sacó de la escena. Luego dijo que lo habían asaltado. Cuando la policía y el fiscal Ademar Bianchini fueron a buscarlo, tenía un pico de presión. Dijo algunas discordancias que lo incriminaron. Es hipertenso y está internado.
El miércoles, Ailén, una chica que vive en Benito Juárez al 1300, contó una de las historias más fuertes (y lamentablemente hay demasiadas para el podio de las más cruentas) ante el móvil de Agustina Pugliese. Un enmascarado que se metió en su casa, en presencia de su novio y el hermanito menor de éste y los encañonó. Los maniató, incluyendo a su novio y al hermano y luego la violó. La obligó a que le haga sexo oral. Además, filmó todo lo que le hizo a la víctima. Luego escapó con un cómplice en moto y en su huida, se le cayó el celular. Según cuentan los testigos, un vecino, tentado a hacer una obra de bien y sin saber lo que acababa de pasar, les avisó y se los devolvió.
Ese mismo día, la fiscal regional de Rosario, María Eugenia Iribarren, habló con las cámaras de El Tres sobre la cantidad de hechos delictivos que asolaron a Rosario y la región en los últimos días. Y, en particular, después del asesinato de Ticiana, la nena de 14 años. Hasta ese día, septiembre tenía 16 días y 17 muertos por violencia. Sobre el cierre de este fin de semana, asesinaron a un joven de un tiro y dos puñaladas en Corrientes al 700, en Villa Gobernador Gálvez. La víctima tenía 25 años y murió en el Heca.
Es un movimiento de prensa. No de periodistas, no una operación. Literalmente una prensa que por un lado, aprieta con las condiciones económicas desfavorables agravadas, pero preexistentes a la pandemia que viene asociada. Por otro, golpea con la violencia en un contexto en el que el vacío de poder en la conducción policial, como dice el periodistas especializado en policiales Hernán Funes, “se huele” en la calle. Elementos de esa misma policía protestó en las calles exigió la presencia de la jefa policial provincial Emilce Chimenti para destrabar el conflicto, aunque el ministro de seguridad Marcelo Saín ya había prometido mejoras salariales. No hubo una oferta superadora. Llegó Chimenti a la Jefatura y la protesta, que duró dos días y generó tensiones y un mensaje claro de orfandad de liderazgo, cedió.
El viernes, el director del Hospital de Emergencias Clemente Álvarez (Heca), Jorge Bitar, contó a De 12 a 14 que a pesar del descenso de hechos violentos durante la cuarentena estricta de finales de marzo, el año registra una suba de personas atacadas a tiros. Tenemos un aumento del 47% de heridos por arma de fuego. Una estadística que supera en los cien metros llanos a la escalada inflacionaria.
La presión de largos años de desigualdades irresueltas, transformadas ya en un sesgo cultural, la incapacidad de gestión exitosa en tiempos de vieja normalidad, sumada a la pandemia, configuran un escenario de incertidumbre total. Mauricio Maronna, la pluma política más destacada del diario de La Capital, solía tuitear “este país funciona de pedo”. Ya ni siquiera. Durante la última semana, pese a las restricciones anunciadas por el gobernador Omar Perotti, intendentes como Darío Corsalini (Pérez), Roly Santacroce (Funes) y José María Pedretti (Roldán), donde decenas de miles de rosarinos se radicaron en la última década, dejaron entrever que no podrían movilizar sus agentes para vigilar que no abran las puertas de los comercios. La necesidad no se hizo esperar. Abren cautelosos, hacen pasar a los clientes de a uno, pero están con las puertas abiertas. Hay un acuerdo tácito y en algunos casos, expreso, para que eso suceda. A pocos kilómetros, en Rosario, este sábado hubo una nueva protesta en el Monumento contra el gobierno nacional.
Fue una caravana de autos y personas a pie, que volvieron a reclamar por las políticas del oficialismo en medio de la pandemia por el coronavirus. Es la segunda marcha en una semana. Como el fin de semana pasado, algunos de los carteles parecían impresos en el mismo lugar. Si uno lee los comentarios en Twitter de algunos de los referentes de la coalición opositora, francamente cae en la cuenta de que algunos de esos manifestantes y consignas no van tan espontáneamente. En Argentina, además de la plata, escasean los inocentes.
Aquí mismo, algunos gimnasios, uno de los sectores económicos que ejerce presión sobre las medidas de aislamiento por razones de supervivencia económica, a pesar de la extensión de las restricciones dispuestas por la provincia, abrieron sus puertas. Tal como lo habían anticipado la semana pasada, varios centros de entrenamiento rosarinos este sábado por la mañana recibieron a los socios. La Guardia Urbana (GUM) realizó verificaciones, labró actas, pero no llevó a cabo clausura. Ya no cabe un alfiler más de tanta presión. Tanto es así que no termina de quedar claro por qué el anuncio del gobernador Perotti, este viernes, extendió el aislamiento por siete días más. ¿No era que las cifras que teníamos siempre eran la foto de los 15 días que habían pasado? Las etapas de cuarentena duraron siempre dos semanas. ¿Por qué dura una, en esta oportunidad? ¿Por qué, si este aislamiento está extendida, hay rubros habilitados que en el marco de actividades comerciales que siguen “cerradas”? Por ejemplo, peluquerías, manicuría, cosmetología y podología.
Hay varias explicaciones posibles. Ninguna es epidemiológica ni sanitaria. La más obvia es que bancar la restricción social es cada hora más difícil, en la hora más difícil de la pandemia. Se está cumpliendo el modelo matemático del investigador del Conicet Ernesto Kofman, que hace diez días anticipó que llegaríamos a superar los 700 casos diarios de covid-19. El jueves Rosario llegó a 708 casos; 11360 en la provincia.
Qué lejos queda Suecia, Noruega, Finlandia. Sus sociedades, de las que no sabemos prácticamente nada.
Tanto es así que Suecia es el país con que el presidente Alberto Fernández nos comparó en la etapa dura de la cuarentena, a mediados de mayo. “La verdad que lo que veo es que Suecia, con 10 millones de habitantes, cuenta 3.175 muertos por el virus. Es menos de la cuarta parte de lo que la Argentina tiene. Si seguimos el ejemplo de Suecia, tendríamos 13 mil muertos”, dijo entonces Fernández. Después de tres días, el gobierno sueco respondió. "Pasará tiempo antes de que sepamos qué modelos funcionan mejor. Suecia tiene 5.865 muertos, en diferentes zonas focalizadas. Argentina tiene 12.799.
¿Por qué compararnos si hay factores de incidencia que relativizan esos totales? ¿Los datos a comparar significan lo mismo? ¿Se puede, tiene sentido contrastar dos conjuntos de números si la epidemiología es diferente? ¿Tiene gracia mirar lo que hace otro para ver si podemos argumentar que somos mejores, cuando la abrumadora mayoría de los casos son leves y no están siquiera contados?
No parece tenerla pero el mensaje es precisamente ése: una situación social preconfigurada por tensiones, agravada por una pandemia que, sostenida en el tiempo, aprieta dirigentes obligados a dar respuestas (porque para eso se los eligió). El resultado es desorientación total. Un maremágnum. Una abundancia desordenada de cosas y casos. Una masa posible de ser moldeada más allá del ridículo.