El gobierno de Omar Perotti inicia este lunes una nueva etapa con los juramentos de Marcos Corach como ministro de Gestión Pública y Roberto Sukerman de Gobierno, Justicia y Derechos Humanos. La política, que brilló por su ausencia en el primer año de gestión, vuelve a tener una oportunidad.
Corach y Sukerman serán dos pilares de ahora en más y su tarea esencial será juntarse, hablar, atender, contener, comunicar, negociar, explicar, convencer. La política es acción y esos sus verbos esenciales.
“No voy a dedicar ni un minuto más a analizar tal reunión política”, dijo esta semana el gobernador. Es el esquema que quiere: él atendiendo la gestión, y Corach y Sukerman coordinando gabinete, administrando la relación con el territorio a través de jefes comunales y algunos senadores, y reconstruyendo el diálogo con la Legislatura, sin dudas el frente más dañado. Lo que Perotti no puede hacer es desentenderse de la conducción de la política que guía la gestión, de lo contrario volverán a repetirse escenas de ministros que se boicotean, o funcionarios y legisladores paralizados porque los posicionamientos políticos o el rumbo son difusos.
Tan importante como la asunción de los nuevos ministros es la ratificación de Marcelo Sain al frente de Seguridad. El ministro está fortalecido por el respaldo incondicional del gobernador y por la llegada de dos aliados al gabinete. Corach es Perotti puro, y Sukerman comparte y acompaña sus políticas. Hay afinidad e intereses comunes de Sain con los nuevos ministros. Ahora es cuestión de querer jugar en equipo.
Los nuevos ministros asumen dos meses y medio después de que el gobernador anunciara la necesidad de cambios. En ese lapso tuvo dos reuniones relevantes y en persona, entre muchas: Agustín Rossi primero y en los últimos días de diciembre con María Eugenia Bielsa. Ambos le pidieron preservar la unidad del peronismo. Rossi le aconsejó encapsular el conflicto con el senador Traferri, dejarlo en manos de la Justicia y no mezclar asuntos para evitar problemas en la gestión. El gobernador pareciera haber tomado el consejo: la pelea entre ese sector y el gobernador sólo existe para “algunos periodistas”.
Les queda ahora la tarea a los nuevos ministros de ajustar sus equipos. Corach ya trabaja fuerte en las reformas del área de comunicación; mientras se definían entre ayer a la tarde y hoy los detalles para la mudanza de Eduardo Toniolli desde el Concejo Municipal al segundo casillero del Ministerio de Gobierno.
Cambian los roles, cambian los actores. Es de suponer que también cambie el enfoque, de lo contrario los resultados serán los mismos. Querer armar una mesa de negociación y de antemano etiquetar a los que se sientan enfrente como los malos que tienen vínculos con el delito, no sólo es cortar muy ancho, sino que no conduce a ningún lugar. Menos a los resultados que se pretenden.
Lo que ocurrió el 30 de diciembre pasado fue el moño para un año legislativo sin antecedentes: los legisladores justicialistas votaron la ley tributaria que mandó el gobierno de tres maneras distintas: a favor, en contra y un tercer grupo se abstuvo. Después de semejante desconcierto y dos meses y medio sin ministro de Gobierno, las primeras señales que envíen Sukerman y Corach a la Legislatura valen oro. El problema es serio, porque la confianza entre unos y otros está rota.
El gobierno tiene la necesidad y responsabilidad de conducir ese proceso. Si las señales son claras y confiables, entonces la pelota habrá quedado del lado de la Legislatura. Le tocará a la oposición demostrar que cuando reclama diálogo no lo hace por retórica sino porque tiene voluntad de negociar.
Otra línea de análisis tiene que ver con la naturaleza de los cambios. El gobernador reconoce el profundo déficit político de su gobierno y por eso mete a Corach y Sukerman; siguiendo la misma lógica debe entenderse que está conforme con el funcionamiento del resto de las áreas, o al menos que confía en la capacidad de los actuales ministros para corregir los problemas de gestión de 2020.
El conflicto por la veda de pesca en el río Paraná también expresa la desarticulación entre áreas del gobierno que Corach deberá subsanar. Es inexplicable que tras siete meses de trámite en la Justicia iniciado por una ONG, el tema le estalla en las manos al gobierno el 29 de diciembre con el desquiciado fallo de un juez que prohibió todo tipo de pesca en un río que comparten seis provincias y en medio de la malaria económica.
Tiene razón la ministra de Ambiente Érika Gonnet cuando dice que esa cautelar puso en riesgo la paz social. Pero antes que eso hay que ver que nunca debió llegarse a ese fallo, siendo que la provincia, que tiene todas las herramientas legales y administrativas para definir vedas, subsidios y protección de la economía turística y pesquera, hacía siete meses que era parte del proceso y no se ocupó por resolverlo.
Tan es así que el tribunal de apelaciones que vino a salvar las papas, no hizo otra cosa que darle forma de fallo a una resolución administrativa que le acercó la propia provincia que reguló los días que se puede pescar y los que no. ¿Por qué no lo hizo antes? O por no querer pagar subsidios a los pescadores censados o –lo más probable– por falta de coordinación y acuerdo entre los ministerios de Producción, Desarrollo Social y Ambiente que se tiraron la pelota hasta que el juez Carbajal incendió todo.
En medio de estos avatares y los cambios de gabinete, el gobernador tuvo sus buenos momentos en la semana. El más significativo fue la presencia del ministro de Hábitat nacional con anuncios de obra pública a una escala relevante, en este caso para viviendas y urbanizaciones. Producción, una de las áreas con agenda más aceitada del gobierno, lanzó la Billetera Santa Fe; y se multiplican licitaciones de obras de baja complejidad y corta ejecución, suficiente como para ayudar a mover la rueda de la economía y posicionarse en el año electoral.
La semana de Perotti cerró con foto junto al intendente Javkin con el último aporte de 2020 para la alta complejidad de la Salud de la ciudad. Antes, cuando gobernador e intendente eran socialistas, la foto estaba de más. Perotti quiere hacer notar el aporte que hace la provincia y que en todo caso se tenga en cuenta por si en el futuro surgen cuestionamientos en relación a los aportes que la ciudad perdió en materia de Obras Públicas, Plan Abre, entre otros.
Javkin le retribuyó el giro de fondos (casi 500 millones con otras partidas) con un reproche público a Lifschitz y a Fein porque en 2019 gastaron por adelantado fondos de salud de 2020, privándolo de casi 900 millones de los 3.000 que aportó la provincia. Dicen que vía Whatsapp la ex intendenta le reprochó el reproche. Quizás haya un café de distensión en la semana.
Javkin abona la relación con Perotti por razones lógicas, sin que ello implique alianzas futuras ni nada que se parezca. Rosario tiene una dependencia económica complicadísima. Sacando de lado las deudas que quedaron de la anterior administración, la ecuación no daba antes ni da ahora. La distribución de los recursos en Argentina es traumática para los municipios.
Si Rosario antes era dependiente financieramente hablando, desde 2020 lo es más todavía. La pandemia desfinanció la salud y el transporte, dos áreas que no podrían subsistir sin provincia y Nación. Perotti no necesita darle tanto a Javkin; le alcanza con no cerrarle el flujo de partidas para hacer funcionar lo básico y que están sujetas a revisión permanente. Eso explica en parte los movimientos de Javkin. Sabe que esta paz en algún momento deberá dejar lugar a la lucha política, pero mientras tanto gana tiempo, centralidad y construye su liderazgo.
La garantía de no agresión con el gobernador lo mantiene a distancia del peronismo rosarino, el que no estuvo lejos de ganarle en 2019, el que ahora tiene más de un candidato a intendente.