Esta semana, se cumplió un año de la toma del poder de Javier Milei. La euforia revolucionaria cultural de un nuevo movimiento para el país. “El Estado es una organización criminal”, rugía el León en su discurso de asunción, con vocación de hacerlo dinamitar desde adentro. Sin antecedentes en la democracia, se respalda, hace un año, un proyecto que declamó contra ese sistema y sus instituciones.
Digamos todo. A él no le fue tan mal, a los dedos mágicos del mercado financiero tampoco, al campo menos y la construcción termina con repunte. Pero el comercio, la industria, los servicios, los jubilados y la clase media siguen mordiendo el polvo de una derrota escalonada y con aura de nocaut.
El país no explotó por los aires. La CGT esta calladita y el peronismo, confundido con una Cristina presidiendo un partido que disimula para no implosionar. Los pobres e indigentes siguen en el barro de la limosna de la AUH, las provincias con sus caudillos y dirigentes hacen la suya sin esperar nada de un presidente que no les mintió. El Estado, sus leyes y la constitución fueron barridas por una corpus que, desde la Legislatura, también mira para otro lado. No hay plata para nada ni nadie.
Salvo para la troupe del “Gordo Dan”. La batalla cultural en los medios, redes sociales y streaming fue solventada por la economía de sobres que tanto denostó el presidente de los otros tiempos. Calcado a la era K. ¿Está mal? El presidente tiene voceros que no solo le son leales por guita. Tienen el mismo convencimiento que su líder en los cambios políticos del país. Y son consecuentes con eso. Con o sin sobre, dialogan con un lenguaje que ha inventado sus nuevas palabras para despreciar al adversario.
Vociferan a los gritos, como en los tiempos de 6,7, 8. Creen en el líder como un “fuking” supremis Rey. El poder argentino es así. Mano fuerte y birome cargada. Con legisladores o decretos. Es lo mismo. Lo que hizo ella, hace algún tiempo, ahora lo hace él.
El primer año de Javier Milei al frente del gobierno argentino ha estado marcado por el cambio de rumbo a los gritos. Un sistema que no cree en la democracia si pierden elecciones se abasteció de ella para meterle “mano obscenamente”.
El disruptivo proyecto de “dinamitar el statu quo”, logró bajar la inflación y reducir a las piñas el déficit fiscal; tal vez, una de las metas más importantes. La bandera de la austeridad fiscal, a través del ajuste del gasto público, con la eliminación de subsidios y una fuerte restricción monetaria, Milei logró avanzar con esto en la reducción del déficit primario, un objetivo esquivo en décadas recientes.
Sin embargo, potenció la crisis en los sectores medios, aumentando la pobreza. El ajuste fiscal y la devaluación inicial impactaron de lleno en los sectores más vulnerables. La inflación acumulada superó las previsiones, provocando una caída del poder adquisitivo y un aumento fuerte de la pobreza en el país. Incluso, tensando el bolsillo de un sector que más confió en su proyecto: los jubilados.
Otros puntos a favor para los sectores de los “convencidos” fueron la desregulación económica, con la baja de normativas consideradas obsoletas, y la flexibilización de varios sectores económicos que impulsaron un clima presuntamente más amigable para las inversiones.
El DNU y la Ley Bases, aunque polémicos, avanzaron en simplificar el marco normativo (¿se viene el capítulo “Coimas en el Senado 2”?)
Un paso atrás para la democracia de Milei es el conflicto permanente con Gobernadores y el Congreso. Los mandatarios provinciales ya ni siquiera van a Buenos Aires a pedirle nada. La discontinuidad de funcionarios en áreas de interacción no logra sostener dialogo ni abastecer de soluciones a los problemas federales. “Que se arreglen solos”, dicen en Casa Rosada.
La recesión económica es prolongada y genera una alarma extra. Las políticas de ajuste y la contracción del gasto derivan en una recesión económica profunda, con cierre de pymes, caída del consumo y aumento del desempleo. Es un problemón, pero si nadie reclama, la pelota se tira para adelante.
El presidente recibe mediciones. Es su vínculo con la “democracia”: la voz del pueblo. Los estudios de
“mercado” que le acerca Santiago Caputo le dan bien. Algunos, muy bien. Hizo percha todo lo que pudo y el mundo sado lo banca. Sobre eso camina, sobre el cuero de un país que le pone la piel a sus garras afiladas.
En un año, aprendió el idioma de la casta que tanto criticó. Su hermana Karina, como una tromba, con billetera, espacio y poder, se llevó puesta cualquier inquietud interna. A la casta, los privilegios, la rosca, los bolsos, la comunicación de YPF, los negocios de energía, el neo desguace del estado en manos de los que, arrodillados, celebraran el tiempo de su hermano: el León.
La estabilidad del tipo de cambio da una sensación ficticia de bienestar. A pesar de la incertidumbre inicial, el gobierno consiguió frenar la volatilidad cambiaria a través de políticas restrictivas y mayor previsibilidad monetaria, al menos en el corto plazo. Parece calmo, aunque el dinero no alcance para nada.
Su vínculo con los mercados internacionales, el compromiso con el libre comercio y las selfies cholulas con Trump y Elon Musk lo ponen en un escenario de promesas latentes. La administración Milei mejoró el diálogo con organismos como el FMI y reestableció la confianza de ciertos inversores extranjeros. Esto se tradujo en acuerdos para refinanciar la deuda y promesas de inversiones a futuro.
La apuesta por una mayor apertura económica, con acercamientos a nuevos acuerdos con mercados globales, mostró una voluntad de modernización de los vínculos. Critica duramente al Mercosur, se maneja con idioma perruno: ladridos para el pasado, jadeos para lo que vendrá.
Las materias pendientes del primer año son enormes. Pocos, muy pocos, duermen en mejores colchones por las noches. Los recortes presupuestarios afectaron áreas sensibles como la salud y la educación. El debate sobre qué tipo de país quiere Milei necesita, ante la fuerte crítica de quienes no confían en su plan, de una fuerte comunicación para polarizar el diálogo.
Manuel Adorni adorna con su tono confrontativo lo que le pide el presidente. Sumado a la fuerte polarización política, esto dificulta la construcción de consensos en un país que necesita acuerdos urgentes para enfrentar sus desafíos estructurales.
Dime de qué lado estás y te diré cómo terminas el primer año de la Gesta del León: Macri, jubilado; Cristina, condenada, amenazada por la justicia y coqueteando en zigzag; Villarruel, acorralada; Kicilof, mudo y concentrado en lo suyo; y los gobernadores, haciendo en silencio su juego.
El roto, el loco, el León, les ganó, y esa no se la saca nadie.