La monotonía de unas ventanas traza franjas en el gris de las paredes. Detrás de los listones de hierro hay un pabellón. También hay ropa colgada y una placita con dos juegos al borde de un charco. La lluvia persiste. Una seguidilla de pasillos tabicados por rejas y puertas de rejas desemboca en una habitación amplia de paredes verde claro. Ahí también hay ventanas. La claridad húmeda de la media mañana rebota en el cemento.
La que soy tiene que ver con la imagen que yo tengo de mí misma, con la imagen de los otros hacia mí y cómo quiero que me miren"
La mirada se clava en el piso. Otros colores recortan una especie de alfombra central. Hay bastidores (uno al lado del otro) con imágenes de rostros de mujeres. Violeta, rojo, amarillo, lentejuelas, mostacillas, puntillas, retazos de géneros, botones, palabras y bordados hilvanan historias disímiles en una vivencia común. “Son suturas. Las suturas sanan”, explican.
Ese patchwork colectivo expresa el cierre del taller La que soy del que participaron mujeres lesbianas, bisexuales, cis, trans y travestis. La actividad se desarrolló de manera simultánea en el Complejo Penitenciario de Mujeres Nº 5 y en el Centro Cultural Parque de España (CCPE).
Asimismo, representó el cruce de dos espacios de trabajo con perspectiva de género (y de derechos) que se desarrollan en Rosario: el ciclo Cabeza de Flor (CCPE) y el taller textil El Enredo, de la ONG Mujeres Tras las Rejas. De la misma participó una treintena de mujeres (en situación de encierro y no) de entre 18 y 65 años.
El horizonte de la intersección artística era “indagar el propio estar en el mundo, nuestros rostros y deseos, procurando nuevas miradas”. Las talleristas intervinieron autorretratos (fotografías sublimadas) utilizando materiales reciclados.
Amar la trama sorora
“Venimos una vez por semana, desde marzo hasta diciembre, todos los lunes”, explica la artista Marina Gryciuk sobre la continuidad de El Enredo a Rosario3.com.
El “venimos” de la también diseñadora contempla el trabajo en plural que realiza junto Mujeres Tras las Rejas, con quienes hace cuatro años comenzó con las actividades del taller textil. Y, también, señala un cambio de espacio: este año y de manera progresiva, la Unidad Penitenciaria para Mujeres Nº 5 fue trasladada del edifico de Thedy al 300 bis al Complejo Penitenciario de 27 de febrero al 7800.
“Me parece que lo artístico es un lugar en que se puede transitar, trascender y potenciar la identidad. La que soy tiene que ver con la imagen que yo tengo de mí misma, con la imagen de los otros hacia mí y cómo quiero que me miren. Y en realidad, no somos individualidades, somos un conjunto. Porque esta construcción de la identidad tiene que ver con un todo", abunda Gryciuk sobre el taller que entroncó durante algo más de dos meses con la actividad anual.
“No soy princesa, soy guerrera”
Son 29. El articulado multicolor de batidores no distingue un adentro ni un afuera. Lo que subyace es la trama, “la diversidad que nos constituye como mujeres”.
Al tiempo que los dedos recorren la textura de un bordado rojo sobre la impresión de una rosa aún más roja, el murmullo va en aumento. Difícil saber cuánto tiempo pasó desde que la mirada se clavó ahí y la sala de paredes verdes y columnas anaranjadas se fue “poblando”.
Hay abrazos, besos y el índice que señala: “Ese es el mío”. Mujeres en situación de encierro –a que las que se sumarán luego otras– identifican sus autorretratos entre una tapiz más amplio de rostros; algunos de ellos con la cara cubierta.
Sobre un lienzo amarillo, dos ojos grandes avisan “no soy princesa, soy guerrera”. Despegados de la tela, parecen seguir todo lo que ocurre. “Se mueven”, advierte A., su autora.
Todo ocurre alrededor de los bastidores, en una rotación espontánea y empujada por la pura inercia de las palabras.
Una breve presentación de la que participan Marina Gryciuk, Virginia Russo y la directora Provincial de Relaciones Institucionales del Servicio Penitenciario, Lucía Masneri, le reporta una cuota de formalidad al evento.
La que soy
A través de la historia, las representaciones de las mujeres estuvieron disciplinadas por el ojo (y el deseo) patriarcal. La que soy propuso a las mujeres estar “a ambos lados del bastidor”.
Es la posibilidad de representarnos a nostras mismas sin estar atravesadas por la mirada hegemónica"
“Es la posibilidad de representarnos a nostras mismas sin estar atravesadas por la mirada hegemónica. La decisión de quién está representada tiene ver con un canon de belleza que no es más que una construcción sexual”, señala la artista plástica Florencia Sánchez, coordinadora del taller junto a la diseñadora Gimena Galli.
La muestra del último martes es el resultado de un proceso de construcción colectiva más amplio. Además de los trabajos sobre bastidores, la dinámica de La que soy incluyó la confección de esculturas en yeso –las talleristas reprodujeron partes de sus cuerpos, bajo la coordinación de la artista colombiana Paulina Escobar–, un registro audiovisual y otro escrito –a cargo de la escritora Andera Ocampo–. Del trabajo colectivo también participó la historiadora Cecilia Pascual. Esta última instancia será presentada el próximo marzo en el Museo Estévez. De la actividad también participaron Olga Moyano –junto a El Enredo– y Claudia Almirón, de la Mujeres Tras las Rejas.
El mate circula hasta que hay agua. La pausa para reponerla da tiempo a un pedacito de pastafrola o un bizcochito.
“Dale, abuela. Leé un poema”. Fueron dos. Y el último cerró con la frase "hasta la vista, baby". La mujer, cuya edad se acerca a los dos dígitos requeridos para solicitar una detención domiciliaria, explicó que estaba dedicado a “alguien que me desilusionó”.
El murmullo se apaga. El almuerzo no está lejos. La claridad húmeda y gris metiéndose por las ventanas atestigua el afuera.
La lluvia nunca cesó.